DIOS TE AMA

RETIRO JUVENIL PAVONIANO

DIOS TE AMA

El pasado lunes 18 de octubre, festivo en Colombia, acompañé al grupo juvenil pavoniano de Bogotá “Unidos por Pavoni” para una convivencia-retiro a la Laguna de los Soches. Este parque natural se encuentra relativamente cercano a nuestra casa. Cogimos un bus hasta casi el primer túnel de la carretera que va a Villavicencio y luego caminamos loma arriba más o menos unas dos horas. El paisaje es espectacular y Diosito nos regaló un día soleado.

En esta ocasión, por el camino, utilizamos como texto-guía el capítulo IV de la Exhortación apostólica “Christus Vivit” titulado “El gran anuncio para los jóvenes” e hicimos tres paradas temáticas en las que reflexionamos de forma dinámica sobre cada uno de los apartados de ese capítulo: Dios te ama, Cristo te salva y el Espíritu Santo te acompaña.

El principio de la convivencia fue un poco estresante pues nos tocó esperar casi una hora al joven que nos iba a hacer de guía (¡pacienciaaa!). Aprovechamos, sin embargo, para ver el primer apartado de ese capítulo: Dios te ama. A veces los jóvenes, y mucha gente en nuestra sociedad, tiene una imagen de Dios muy equivocada, como si se tratase de un juez vengativo y castigador, pero en realidad nuestro Dios es un Padre misericordioso que nos ama muchísimo y al que podemos acudir en cualquier momento de nuestra vida por muchos que sean nuestros problemas o nuestros pecados, él siempre va a estar ahí esperándonos con los brazos abiertos.

La segunda parada la hicimos en lo alto de la montaña, cobijados por las ruinas de una casa. El paisaje desde allí era muy hermoso. Antes de nada, comimos lo que llevábamos en nuestras mochilas y después reflexionamos sobre el segundo apartado: “Cristo te salva” y es que “tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único para salvarnos de nuestros pecados” y mostrarnos ese amor tan grande de su Hijo muriendo en una cruz, porque “no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Nuestro Divino Maestro nos enseñó, así como debemos amar, como Él nos ha amado, hasta derramar la última gota de su sangre.

Después de comer nos sentíamos como toros para retomar la subida a la laguna, pero ignorábamos que la parte dura del camino comenzaba allí. Muchos resbalaron y cayeron al agua que bañaba los pedruscos del fondo de la trocha por la que a duras penas caminábamos ayudándonos los unos a los otros. Gracias a Dios los tobillos aguantaron y todos salimos sanos y salvos.

Y como dice el refrán “después de la prueba siempre llega el premio” y la belleza de la Laguna de los Soches y la paz que allí se respiraba fue un excelente obsequio de nuestro Señor como recompensa al duro camino realizado.

Después de descansar un poco contemplando el paisaje, concluimos allí con la reflexión sobre el tercer apartado del capítulo IV de la “Christus Vivit” titulado “El Espíritu santo nos acompaña”. Escuchar las palabras del Papa Francisco, mientras soplaba una brisa suave que movía ligeramente las aguas tranquilas de la laguna y las nubes iban descolgándose como cascadas desde la montaña hasta las aguas cristalinas del estanque, nos hizo recordar que el Espíritu Santo consolador siempre estará ahí a nuestro lado pase lo que pase, protegiéndonos y alentándonos en nuestro caminar. 

Después de las fotos obligatorias, nos pusimos de nuevo en camino. Sabíamos había un trozo muy duro, pero también que al llegar a la casita donde almorzamos el descenso sería mucho más relajado y tranquilo.

Al divisar la carretera de la Vía al llano para tomar de nuevo el bus pensábamos que ya había superado la prueba, pero como era lunes festivo, los autobuses venían cargados de gente y ninguno nos quiso recoger. Después de intentarlo durante casi una hora decidimos regresar a pie antes que se hiciera más de noche y así nos tocó caminar otra hora al lado de la carretera hasta que por fin llegamos a uno de los primeros barrios de esa zona y logramos subir a un bus que nos llevó muy cerca de la parroquia. El conductor, que manejaba como un loco, comenzó la “Lucha del centavo” con otro compañero que iba en otro bus que nos perseguía y eso parecía la película de “Rápido y furioso” versión colombiana. No se chocaron de pura casualidad y porque nuestro ángel de la guarda puso su mano, pero cuando paró cerca de la parroquia más de uno respiramos en paz. Esa fue la chucaventura de octubre.

El día 20 tome un vuelo para España (que fue otra aventura tremenda) y ahora os estoy escribiendo desde el computador de la comunidad de San Sebastián donde me encuentro unos días acompañando a los hermanos y jóvenes de esta comunidad. El día 21 de noviembre regreso de nuevo a Colombia. Mientras tanto, con la ayuda del Espíritu Santo y de la Virgen María, espero tener la paz y la sabiduría para trasmitirles el gran anuncio de nuestra fe: Dios es amor y, no lo duden nunca, nos ha amado, nos ama y siempre nos amará, muchíiiiisimo.

Un abrazo para todos.