El domingo 16 de septiembre, recibimos solemnemente la cruz y el envío misionero por la oración del pueblo y la imposición de manos del Superior general en el Santuario de la Inmaculada (Brescia). Fue una celebración sencilla, pero muy significativa y emocionante. El 17 de septiembre, a las 6 h. salimos del aeropuerto de Malpensa (Milán) el superior general p. Lorenzo Agosti, p. Antonio, p. Javier y yo, con destino Ámsterdam. Viajamos con poco equipaje, pues sólo nos permitían llevar 20 kg. a cada uno. Reducir el equipaje para ese vuelo, fue un interesante ejercicio psicológico. También el cuerpo había perdido unos 5 kg.

Dejados atrás los empeños, relaciones, compromisos... de Brasil, me sentía sin duda más ligero, más tranquilo y más libre. En Ámsterdam aguardamos el vuelo de las 13,55 h. hacia Manila. El viaje fue muy tranquilo, un poco cansado quizá por el tiempo, pero el cansancio fue relativizado por la elegancia y educación de la tripulación. Llegamos a Manila a las 8 h. de la mañana del día 18 h, hora local. Allí fuimos acogidos por dos funcionarios del aeropuerto en nombre de la familia Rogacionista. Nos mostraron dos rasgos propios del pueblo filipino: la receptividad y la docilidad. Fueron muy amables. Aguardamos allí la llegada del p. René que nos llevó hasta nuestras habitaciones en la comunidad rogacionista que está en Silang, a unos 70 km. de Manila. Aquí estaremos como huéspedes hasta que tengamos una estructura propia.

La comunidad rogacionista está siendo muy acogedora con nosotros. Se trata de una gran casa donde se pueden encontrar rasgos del carisma pavoniano. Es un colegio con más de dos mil alumnos; de éstos, 150 son internos. Es impresionante la educación de estos adolescentes. Tienen un fuerte sentido religioso, son muy respetuosos y educados. Ahora debemos comenzar a pensar las cosas con tranquilidad, para no dejarnos llevar por el entusiasmo de tener ante nuestros ojos una población juvenil tan numerosa, necesitada y receptiva.

Después de pasar tres meses en Europa, donde la población es bastante mayor, ver esta realidad tan juvenil, causa gran sorpresa. Hay niños y jóvenes por todos los lados. Si el desafío de dejar nuestras comunidades, pudo causarnos inseguridad y peso, la primera impresión de esta nueva realidad es de entusiasmo y confianza en la bondad de Dios, que nos llama a extender los brazos de la Congregación para manifestar a muchos su rostro de Padre misericordioso, lleno de pasión concreta, que va al encuentro de niños y jóvenes empobrecidos proclamando la salvación. Recemos para que Dios nos acompañe y para que la fundación de esta nueva comunidad pueda ser en fiel sintonía con su amor.

Tenemos como propósito claro y formal que, al menos hasta el final de este año, estaremos exclusivamente dedicados al estudio de la lengua y al conocimiento de la realidad local. No asumiremos por ahora ninguna otra actividad. Muchas gracias por vuestra oración y buen trabajo.


Galería de fotos