Recibimos esta carta del Superior general que es a la vez una felicitación

Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana,

      El Señor nos concede iniciar un nuevo año acompañado de su bendición y bajo la mirada amorosa de “santa María, Madre de Dios”. Este día y durante todo el año rezamos así con la liturgia de la Iglesia: “Padre bueno, que en María virgen y madre, bendita entre todas las mujeres, has establecido la morada de tu Verbo hecho hombre entre nosotros, concédenos tu Espíritu, para que toda nuestra vida esté bajo el signo de tu bendición y nos haga disponibles a acoger tu don”.

      Invocamos la gracia del Espíritu para que nuestra vida se haga disponible ante el don de Dios. Es lo que más cuenta para nosotros: corresponder al don de Dios, es decir, vivir en su amor.

      El don de Dios es sobre todo su gracia en nosotros; la primera exigencia es, por consiguiente, la de estar en gracia de Dios, intentando evitar el pecado y vivir en continua conversión, con el apoyo del sacramento de la reconciliación. El don de Dios es, además, la gracia de la vocación a la que nos llama; el Señor tiene un proyecto para cada uno de nosotros: comprenderlo, acogerlo y ponerlo en práctica forma parte de las opciones fundamentales de nuestra vida.

      Finalmente, el don de Dios reside en cumplir su voluntad, porque es una voluntad de amor y de bien para nuestra vida; significa decir a Dios nuestro “sí” cotidiano, caminar por la senda de la santidad, plantear y gastar nuestra vida en el amor a él y a los hermanos, a la luz de su palabra y con la fuerza que nos viene de la oración y de la eucaristía.

      Religiosos y laicos, miembros de la Iglesia y de la Familia pavoniana, cada cual según su propia vocación, estamos involucrados en este proyecto de amor del Padre, que hay que vivir en Cristo con la potencia del Espíritu. Está cerca de nosotros María, y es el padre Pavoni nuestro modelo y guía.

      Miramos a María y la invocamos para seguir mejor a Jesús. Miramos al Padre Fundador y lo invocamos,  para seguir mejor a Jesús.

 

Ludovico Pavoni padre y maestro

      El mes pasado, con ocasión de la solemnidad de la Inmaculada, habíamos puesto nuestra mirada en María. Ahora dirigimos nuestra atención al Padre Fundador. Religiosos y laicos somos comunidad unida en su nombre. El nuevo capítulo de la Regla de Vida (1-9), El espíritu pavoniano, constituye para nosotros un punto de referencia irrenunciable, que continuamente ha de ser tenido en cuenta para poderlo encarnar mejor en nuestra vida personal y comunitaria.

      Aquí encontramos nuestra identidad de cristianos pavonianos. Este capítulo es una explicitación y una síntesis de lo más precioso que nos viene del Padre Fundador, que la Congregación ha conservado y transmitido y que ha entrado a formar parte del bagaje de nuestros valores desde el primer acercamiento a la Congregación y desde el camino de nuestra formación. Está bien que meditemos este capítulo personalmente con frecuencia y de vez en cuando también comunitariamente.

      Al igual que para la Congregación, también para cada uno de nosotros hay un “plan dictado por el Cielo” (1), que hemos acogido y estamos llamados a poner por obra “inflamados de amor de Dios” (3). En la base de este recorrido está el compromiso de “uniformar en lo posible nuestra vida a la del divino maestro Jesucristo” (1). El Padre Fundador nos propone la meta de la imitación de Cristo, que forma parte de una tradición significativa de la espiritualidad cristiana y que hunde sus raíces en las palabras del evangelista Juan y del apóstol Pablo. De aquí se deriva su invitación a una “asidua meditación del evangelio” (2) para poder leer la realidad “a través de los cristales del Evangelio” (2), de manera que vivamos de “pura fe” (CP 275) y animados por esa caridad que nos lleva a “sentir vivamente los intereses de Dios y del prójimo” (2). Esto conlleva el hacerse “todo a todos” (5) y especialmente por la “la juventud pobre y abandonada” (5), a la que dedicarse con amor y a la que educar con una “formación integral, propuesta con la educación y con el ejemplo” (7).

      El ejemplo de una vida santa caracterizada por “un generoso sacrificio… hecho de muy buen grado… renunciando a todas las esperanzas del mundo” (3). El ejemplo de una vida abierta “al abandono confiado e incondicional en la Providencia de Dios” (4) y a una “devoción filial a María Inmaculada” (4).

      El ejemplo de una vida laboriosa, distinguida por un “trabajo esforzado” que constituye “una forma concreta de solidaridad y de ayuda a los pobres que la divina Providencia ha confiado a nuestro cuidado” (8).

      El ejemplo de una vida de humildad, sencillez y obediencia, que presenta las “virtudes características” (9) “de los hijos de esta Congregación” (CP 24). Un ejemplo que hay que proponer también como comunidad, en espíritu de familia. “Ludovico Pavoni quiso dar vida a una sagrada familia en la que todos, unidos entre sí con estrechos vínculos de caridad, vivan el común ideal en santo amor, haciendo presente y operante al Señor” (6).

 

Una comunidad… capaz de propuesta y de atracción vocacional

      Una comunidad que busca vivir el ideal propuesto por el Padre Fundador no puede menos de desear “extender sus brazos caritativos” (CP, Idea general, d); no puede menos de desear que el “plan” iniciado por Dios en el Padre Fundador pueda continuar y difundirse, para contribuir al bien de otros muchachos y jóvenes necesitados en el mundo de hoy y de mañana. Para esta finalidad, hace falta “actuar” a fin de que otros se unan a nosotros en la condivisión del carisma pavoniano. Es el tema especial de este año, que nos estimula a ser comunidad unida con los laicos, capaz de propuesta y de atracción vocacional.

      ¿Qué conlleva este empeño? Conlleva que vivamos el momento presente en toda su plenitud. No podemos limitarnos a hacer cualquier cosa; no podemos limitarnos a “trabajar” cada uno por su cuenta; no basta ni siquiera cargarse de actividad, sin tener presente otros aspectos a valorar; no basta con plantear una vida de comunidad con los mínimos indispensables. No es posible que la vida de comunidad permanezca recluida en los márgenes de la misión, ofuscada por las actividades e invisible a los ojos de la Iglesia local y del contexto en que se inserta.

      Queridos hermanos y queridos laicos de la Familia pavoniana, vuelvo a insistir sobre este aspecto, porque lo considero un punto fundamental para nuestra renovación y para nuestro futuro. Está claro que la misión forma parte esencial de nuestra identidad, pero las actividades no deben fagocitar o condicionar de forma negativa el resto de la vida. Tal vez sea necesario hacer algo menos, pero hace falta vivir más juntos y trabajar más juntos. La misión debe ser expresión de nuestra comunión con Dios, con los hermanos y con los laicos colaboradores. Esto debe aparecer, eso lo debemos testimoniar, so pena de nuestra insignificancia en el presente y nuestra esterilidad para el futuro. No es para aparentar, sino para testimoniar. Si no testimoniamos, no seremos capaces de proponer algo o atraer a nadie.

      No es que lo que ya somos o lo que estamos haciendo no tenga valor, no sea importante, no se considere apreciable. Al contrario. Es precisamente partiendo de esta sólida base como estamos llamados a revisar y a redimensionar algunos aspectos, para no hallarnos en la condición de derrochar el tesoro precioso que nos ha sido confiado.

      Subrayo una propuesta concreta: apertura. Algunos momentos de oración, de vida y de misión de la comunidad deben estar abiertos a la participación externa: a los colaboradores y a los voluntarios laicos, a los jóvenes ex alumnos y del entorno, etc. Para que eso acontezca, hay que hacer propuestas, idear iniciativas y atreverse a proponerlas. Y hace falta luego cuidar muy bien esos momentos. Naturalmente, como premisa es necesario cuidar mayormente en lo cotidiano la calidad de nuestra oración, de nuestra vida de comunión y de nuestra misión. Se hay sustancia y calidad, a nuestras propuestas no les faltarán resultados. Éste es un camino a recorrer hoy, sobre todo en la realidad de Italia y España, con vistas a nuevas vocaciones para la Congregación.

      Las propuestas y el testimonio de la comunidad, de cada comunidad, son una condición necesaria para una eficaz pastoral vocacional. Sobre esto nos confrontaremos ulteriormente y con más profundidad en las jornadas de sensibilización vocacional, previstas en Lonigo para el próximo 5-7 de mayo. A estas jornadas están invitados a participar, en el número más alto posible, los religiosos de Italia y de España y los colaboradores laicos más cercanos. Mientras tanto, cada comunidad puede ya comenzar a reflexionar y a proyectar alguna iniciativa basándose en las indicaciones ofrecidas.

     

Agenda de enero

Reunión del Consejo general (5-7). Jornada de formación para superiores y vicesuperiores en Lonigo (15), sobre el tema del “religioso sacerdote”. Visita a los hermanos de Filipinas (18-29). “Encontrâo” vocacional en Brasilia (28-31).

Mientras invito a tomar en seria consideración la participación al curso de formación permanente durante el próximo mes de julio en Ponte di Legno, os mando un cordial saludo y deseo a todos “¡feliz año nuevo!” en el nombre del Señor. 

p. Lorenzo Agosti

 

Tradate, 1 de enero de 2010, solemnidad de santa María, Madre de Dios, jornada mundial de la paz.