Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana:
Os escribo desde Bogotá, donde hoy he participado, en la catedral de la ciudad, en la ordenación sacerdotal del p. Juan José y del p. José Daniel. Os comunico su alegría y la de todas las personas que les han arropado en esta hermosa circunstancia.
Iniciamos hoy, en toda la Iglesia, el tiempo litúrgico de Adviento y comenzamos al mismo tiempo, en nuestras comunidades, la novena de la Inmaculada, que nos dispone a celebrar la fiesta anual que más estimamos los religiosos y laicos de la Familia pavoniana.
La figura de María, la devoción a María fue de gran importancia para nuestro Fundador; y lo fue y es también para nuestra Congregación. Somos Hijos de María Inmaculada. Nuestra identidad se colorea con esta referencia filial a María nuestra querida Madre, como nos recuerda el p. Pavoni. Cada día resulta más necesario que el espíritu mariano caracterice nuestra espiritualidad en todas sus expresiones, según una visión correcta y fecunda desde el punto de vista evangélico y teológico.
En esta perspectiva y con ocasión de la solemnidad de la Inmaculada, quisiera detenerme, pues, sobre este argumento, insertándolo en el contexto del tema del primer año poscapitular que estamos viviendo, centrado en la comunidad unida.
Comunidad unida en torno a María
El Señor garantiza la unidad de la comunidad, se consolida en torno a la Palabra y a la Eucaristía y se manifiesta en las distintas circunstancias de la vida y en nuestra misión. La presencia de María constituye un refuerzo y un incentivo para nuestra unidad en torno a Cristo. El ejemplo y la intercesión de María nos estimulan mayormente a ser auténticos religiosos y, por tanto, a ser comunidad unida. Como Hijos de María Inmaculada nos sentimos también comunidad unida en torno a María.
Nuestra Regla de Vida está empapada de la presencia de María, una presencia discreta pero significativa, citada en cada capítulo. En el primero se alude a su intercesión en orden al carisma concedido por el Espíritu a nuestro Fundador (8) y se afirma: “Según la voluntad del Fundador, nos confiamos nosotros mismos y nuestras obras a la protección especial de la Virgen Inmaculada, nuestra querida Madre, de la cual la misma Congregación toma su nombre: Hijos de María Inmaculada” (19).
El ejemplo de María nos sostiene en el arduo camino de la vida consagrada: “pobre, porque en ella todo es don; obediente, porque cumplió la palabra del Señor; virgen, por su amor único al Padre; consagrada totalmente a la persona y a la obra del Hijo. Con ella nos alegramos y elevamos nuestra acción de gracias a Dios” (38). María nos sostiene al vivir la castidad: “Es para nosotros ayuda válida la filial devoción a María: con ella la virginidad ha entrado en el mundo; a su protección materna confiamos nuestro amor consagrado” (59). Es para nosotros ejemplo de pobreza: “Nos anima el ejemplo especialmente significativo de María, la humilde sierva, que canta su pertenencia al pueblo de los hambrientos, a quienes Dios colma de bienes de salvación” (66). “Modelo espléndido y alentador para nuestra experiencia es María, la cual mejor que nadie aceptó con plenitud la voluntad del Padre, ofreciéndose junto con su Hijo para la salvación de los hombres” (94). Con su vida de familia en Nazaret María inspira a nuestra comunidad (116).
La veneramos con una devoción especial. “Junto con el Fundador, reconocemos en la Virgen Inmaculada a la inspiradora celestial y especial protectora de la Congregación. Siguiendo su ejemplo, hemos consagrado a Dios la vida. Nutrimos hacia ella una devoción filial y sincera, invocándola cada día para que sostenga y perfeccione nuestra oración, ya que es nuestra madre en el orden de la gracia. Al celebrar el ciclo anual de los misterios de la redención, recordamos con amor particular las fiestas de María, madre de Dios, indisolublemente unida a la obra del Hijo” (172-173).
En nuestra misión nos sostiene la intercesión de María: “En nuestra misión nos sostiene la intercesión y el ejemplo de María, que en su vida acogió y cumplió la Palabra y entregó a los hombres el don de Jesús, el primer y mayor evangelizador” (205). María nos sostiene en la fidelidad a la vocación: “En nuestro empeño de fidelidad está cerca de nosotros María de Nazaret, la Virgen fiel, que renovó su sí de adhesión total al Padre en los momentos oscuros de la vida hasta el día luminoso de la Pascua” (245).
En ella, madre de la Divina Providencia, confiamos también en nuestras necesidades materiales: “Siguiendo el ejemplo del padre Fundador, tenemos una confianza filial en María, Madre de la Providencia, a fin de que nos manifieste también a nosotros aquella delicada atención que demostró en Caná, cuando obtuvo de su Hijo el primer milagro” (329).
Esta última alusión concluye las referencias a María en la Regla de Vida y nos conecta con la página evangélica de Caná, que inspira nuestro Documento capitular. María conoce nuestras necesidades y está siempre disponible para presentárselas al Señor. Por nuestra parte hemos de confiar en ella, invocarla y ponernos en actitud de escucha y de cumplimiento de la palabra del Señor, como ella nos pide.
En la Regla de Vida se insertará también el nuevo texto sobre el espíritu pavoniano, donde se nos presenta a María junto a la divina Providencia, retomando la imagen del manto que el padre Pavoni usa para ambas: “Otro manto cubrió con ternura a Ludovico Pavoni: el de nuestra querida Madre María; imitándola, también él supo dar a sus hijos una ternura de madre. La confianza en la Providencia y la filial devoción a la Virgen Inmaculada están presentes en la tradición pavoniana y enriquecen con un matiz especial de optimismo evangélico la vida y la obra de quienes pertenecen a esta familia” (4).
Una auténtica devoción a María, como Pavonianos
La presencia de María en la Regla de Vida y en el Documento capitular constituye la referencia actual a la enseñanza del Padre Fundador y a su devoción hacia ella, que debe seguir caracterizando nuestra identidad pavoniana. Él nos habla así: “Todos deben hacer un gran esfuerzo por promover la devoción a nuestra querida Madre María… en donde beben el espíritu, los sentimientos y las virtudes” (Constituciones primitivas, 101). Un auténtica devoción a María debe informar nuestro estilo de vida personal y comunitario, nuestra oración, nuestro apostolado, nuestra misión educativa. Como comunidad pavoniana debemos vivir y hacer comprender esta huella mariana.
De ella aprendemos a ser humildes, como lo fue el padre Pavoni: “Se alegra mi espíritu en Dios… porque ha mirado la humillación de su sierva” (Lc 1, 47-18). De ella aprendemos a estar plenamente disponibles al proyecto de Dios y hacernos todo para todos, como el Padre Fundador: “He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38). De ella aprendemos a ser comunidad unida, a vivir en espíritu de familia: “Todos perseveraban y estaban unidos en la oración, junto con María, la madre de Jesús” (Act 1, 14).
Cada uno de nosotros y cada comunidad debe preguntarse si y cómo estamos encarnando el espíritu mariano que requieren el Padre Fundador y nuestra identidad: qué incidencia tiene el ejemplo de María en nuestra vida, qué presencia tienen su figura y su recuerdo en nuestros momentos de oración, con qué intensidad vivimos y proponemos una auténtica devoción a María en nuestro apostolado, en la actividad pastoral y en nuestra misión educativa. La solemnidad de la Inmaculada que estamos a punto de celebrar, junto a la renovación de nuestra consagración al Señor y a nuestras promesas, constituya una ocasión y un estímulo para impulsar esos aspectos de nuestra relación con María, que nos permitan ser y llamarnos realmente Hijos de María Inmaculada.
La solemnidad de la Inmaculada y el camino hacia la Navidad del Señor
El 8 de diciembre nos sentiremos particularmente unidos entre nosotros, en todas las comunidades de la Congregación, en la alabanza jubilosa a Dios por el don de María, madre del Señor y madre nuestra. Recordaremos de manera especial en nuestra oración a los jóvenes religiosos que, en Brasil, Eritrea, Italia y Colombia renovarán su profesión. Y pediremos a María que nos ayude a crecer, como Familia pavoniana, en el espíritu que nos identifica como verdaderos discípulos del padre Pavoni, capaces de realizar hoy el carisma.
En San Leopoldo, en Brasil, el domingo 14 de diciembre emitirá la primera profesión el novicio Quelio Alves Rosa, mientras que un día antes entrarán en el noviciado cinco jóvenes: Adailton Antônio Alves, Antônio Carlos Pontes de Aguiar, José Mario Contadini dos Santos, Rodrigo Silveira de Oliveira e Wellington da Silva Nascimento. Acompañamos este momento de gracia para la Congregación con nuestra oración de acción de gracias al Señor y de intercesión por su camino.
Nos estamos acercando a la Navidad del Señor. “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, afirma en el prólogo de su evangelio (1, 14) el apóstol Juan, a quien festejaremos el 27 de diciembre junto con toda la Iglesia y como protector particular de la Congregación (Cf. RV 20).
El Verbo se hizo carne en María. “Por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó María, la Virgen, y se hizo hombre”, decimos en el Credo.
Que María, Madre del Redentor, nos conceda vivir la alegría de la Navidad, acogiendo en nosotros al Señor y dejando que transforme nuestro corazón, para que seamos capaces de amar como Él nos amó.
Este es mi deseo para todos.
p. Lorenzo Agosti
Bogotá, a 29 de noviembre de 2008