Este año se tituló: JÓVENES, SANTOS Y MISIONEROS.

CAMPAVONI 2018

Jóvenes, Santos y Misioneros

Del 4 al 8 de enero de 2019 se realizó el campamento de los grupos juveniles pavonianos de Bogotá y Villavicencio, para renovar lazos de amistad a la luz del carisma de nuestro Santo Fundador.

Este año el CAMPAVONI se tituló: JOVENES, SANTOS Y MISIONEROS.

Era una novedad para todos, el hecho de que el campamento se realizara en terreno neutral. Siempre se hacía en Villavo o en la Capital. Este año contamos, además, con la generosidad de dos Nellys: una que nos prestó la casa y la otra que fue nuestra chef.

La finca era humilde y sencilla, la primera vez que la vimos nos hacía dudar el hecho de que solo contara con un baño y que tal vez quedara pequeña para los 40 jóvenes asistentes. Confiados en la Divina Providencia, luego de los preparativos, llegamos el viernes 4 de enero a la Finca de D. José, en el Alto de la Cruz del municipio de Cáqueza. La humildad de la casa contrastaba con la imponencia de las montañas y del cielo azul. Nos saludamos los dos grupos… se abrazaban los más antiguos… se dieron la mano tímidamente los nuevos. Para muchos era su primer campamento. Nos acomodamos unos en la casa y la mayoría en los campings.

Ese día hablamos de los “JOVENES” y lo importante que son para la iglesia. Tanto así que el último Sínodo estuvo dedicado plenamente a ellos. Recordamos la invitación del Papa Francisco a “Salir” y llevar el Evangelio a todos los rincones de la Tierra. Ya divididos en grupos hablamos del desafío de los jóvenes para seguir a Cristo en un mundo globalizado y mercantilista donde la caducidad de los aparatos tecnológicos se traspasa a las relaciones y en donde el individualismo y la apatía son los valores que predominan.

Sin embargo también veíamos que este mundo globalizado tiene sus ventajas: ahora los jóvenes estamos conectados y sabemos utilizar las redes para volvernos agentes de cambio, para sentar una opinión ante las injusticias… para ser ciudadanos del mundo. Para reflexionar sobre todo esto hicimos una bonita dinámica que consistía en escribir las palabras que habíamos elegido de texto de reflexión y después armarlas con las pelotas de tenis que el monitor tiraba cuesta abajo.

Las luces lejanas de las casas y nuestra sencilla casa en la montaña nos recuerdan la humildad de Jesús en el pesebre y que la verdadera grandeza se esconde en las cosas sencillas. Cae la noche y nuestro techo ahora es un ostentoso cielo plagado de estrellas. ¡Todas las constelaciones al alcance de nuestros ojos y casi de nuestras manos!

El sábado era el día de los “SANTOS” y de nuestra primera caminata.

En lo alto se podía ver la estatua de una Virgen. Para llegar a ella debíamos tirar el dado en un tablero de 34 pruebas que Nicolás y Miguel habían puesto por el camino. ¡Salieron corriendo, como Pedro y Juan, a poner las fichas, las preguntas,… y las pruebas!

La caminata bajo un aplastante sol, la exigente montaña y las pruebas fueron un auténtico desafío para la fortaleza y paciencia de los jóvenes. ¡Todo quedó grabado!

Como premio la montaña nos regaló el privilegio de la visión de las águilas en pleno vuelo. Acompañados de los colores de la Inmaculada, su velo se extendía por el cielo en un infinito azul. La advocación de la Virgen del Carmen se alzaba triunfante sobre la roca. Gritamos victoriosos: ¡SOMOS SANTOS! … porque alcanzamos la cima y porque todos estamos llamados a ser santos.

Volvimos a nuestra casa por un camino rodeado de tomates. Para los que amaban el tomate ese era el lugar. ¡Tómate el campamento! Ya en casa nos alistamos para nuestra segunda noche, ya más preparados para hacerle frente al frío de la madrugada, pero antes de que nos venciera el cansancio hablamos de la “MISION”.

Se quiso hablar de la sinodalidad (trabajo en común) recogiendo y compartiendo los dones de todos sus miembros, de la trasmisión de la fe y la palabra de Dios utilizando el entorno digital, de la realidad social y la lucha contra la xenofobia, el racismo y el rechazo de los migrantes.

Ser misionero es vivir una fe de un modo que transforme nuestra vida y sus acciones cotidianas.

Cáqueza es profundamente mariana en todas sus advocaciones. Ese día iríamos al pueblo a hacer nuestra misión, a la misa y a La VIRGEN DE LA PAZ en el cerro de Monruta. Otra caminata… En el camino los generosos árboles nos daban sombra y los infaltables tomates nos ayudaron a llegar… otros fueron directamente al pueblo.

En la cima de la montaña oramos y unimos nuestras manos alrededor de la Virgen. Algunas personas que estaban en el lugar se nos unieron. Un misterioso hombre pidió regalado un minuto a celular para llamar a un familiar. Afortunadamente no contestaron… ¿por qué? Luego les cuento. Bajamos al pueblo y al llegar los jóvenes “armaron lio”.

Luego de almorzar una gigantesca picada teníamos previsto convocar a los niños para contagiarlos de nuestra alegría. Fue poco el tiempo dedicado a esta actividad. Lamentablemente empezamos tarde. ¡Cosas a mejorar! Pero en el tiempo que estuvimos logramos nuestro objetivo.

Llegamos a la misa, un grupo de nuestros jóvenes animó la eucaristía con sus cantos. Ese día la liturgia celebraba la llegada de los Reyes Magos al pesebre. La eucaristía coincidió con unas exequias y la luz de la que hablaba el padre en la homilía contrastaba con el ataúd frío y sombrío. Eso nos recordó que la luz que vieron los Reyes Magos es eterna. El nombre del difunto era el mismo nombre al que iba a llamar el hombre misterioso que le pidió regalado un minuto a celular al hermano. ¡Gracias a Dios que no contestó cuanto le timbraron en el parque!

Los jeeps nos llevaron a la finca a unos 25 minutos del pueblo. Ya era de noche y el camino era muy empinado, curvilíneo y lleno de huecos, pero la alegría de los jóvenes convirtió el regreso en otra linda aventura.

El lunes nos despertamos como todos los días con el júbilo de los pájaros que cantaban alegres: “Alegre la mañana que nos habla de ti”, cantaba Marcelo. Ese día era el día de la piscina y de la rumba, aunque ya la noche anterior algunos habían bailado un “ratico” mientras otros preparaban la cena.

En el Alto de la Cruz, salir a cualquier lado se convertía en una caminata; estábamos lejos de todo… para algunos era una dicha para otros un tormento.

Llegamos a la piscina natural, unos en el agua jugaban y se divertían, otros se relajaban charlando tranquilamente en la sombra, mientras que otros jugaban tejo. Los infaltables y salvadores sándwiches, chocolates y tomates no nos desampararon. En ese balneario también había una estatua de la Virgen en donde nos tomamos la foto de rigor.

Volvimos a nuestra finca. Sin darnos cuenta ya habían pasado 4 días. Por la noche algunos bailaron otros prefirieron descansar. Los lazos de amistad se fortalecieron.

El último día era para recoger la casa, los juegos de integración y la evaluación.

Para los juegos fuimos a una cancha de un colegio que estaba “cerca”, a unos 20 minutos montaña arriba. Algunos tuvimos un encuentro futbolístico mientras otros jugaban UNO. Este encuentro contó con figuras internacionales como el Hermano Jesús Mateos de España y el Hermano Roberto de Brasil que por cierto nos regaló dos golazos.

En la evaluación reflexionamos sobre si se habían logrado los objetivos. Quedamos agradecidos con la Divina Providencia por regalarnos esos días perfectos. Nos despedimos de las montañas confiando a Dios el alcance que ese campamento tuvo en cada joven, esperando que haya sido una semilla que germine en el corazón de cada muchacho y que la luz del sol de todos esos días, como el amor de nuestro Padre celestial, ilumine a las familias y a la Iglesia universal. Porque el mundo necesita JÓVENES SANTOS Y MISIONEROS.

Milton Santa.