Lo importante es echar la semilla con fe, esperanza, alegría y mucho amor.

BOGOTA, ENTRE RETIROS Y MISIONES

“Sembrar y… nada más”

El evangelio del pasado domingo nos recordaba dos Parábolas del Reino. La primera era la parábola de la semilla de trigo que un labrador siembra y después, sin poner nada más de su parte, el Señor la hace crecer y cuando ya está madura, entonces el labrador la siega y recoge el fruto. La otra parábola era la del granito de mostaza que siendo una semilla tan pequeña, se convierte después en un gran árbol donde van a anidar las aves.

Estas dos parábolas podrían ser el icono del trabajo vocacional que estamos llevando a cabo este año en Bogotá: talleres en colegios, expocarismas, reuniones, vigilias, eucaristías, retiros, misiones,… desde mi punto de vista ha sido todo sembrar ese granito de mostaza, con la confianza que el Señor lo hará crecer. Lo importante es echar la semilla con fe, esperanza, alegría y mucho amor.

Dos de las actividades vocacionales que hemos realizado últimamente han sido el Retiro de Azafranal y la misión en El Calvario:

El retiro juvenil de Azafranal (Cundinamarca) llevábamos tiempo preparándolo y aplazándolo por diversos motivos. Al final lo realizamos el domingo 10 y lunes 11 de junio. Asistieron unos 15 jóvenes incluyendo a los tres novicios brasileños. Tratamos el tema de “El amor verdadero”, que es el amor de Dios. La subida en parejas al Cerro del Silencio, meditando el amor de Dios, en medio de un paisaje hermosísimo, nos mostró el regalo de Dios para cada uno de nosotros y la dura escalada al Cerro del Calvario nos recordó el gran sufrimiento de Jesús, hecho por amor a cada uno de nosotros. De ese retiro regresamos con el compromiso de ser testigos del amor de Dios a través del servicio en los pequeños detalles de cada día, amando a nuestros padres, hermanos y amigos.

La misión en El Calvario fue toda una aventura, comenzando porque en Colombia estamos en temporada de lluvias y para llegar a ese pueblito tocó recorrer tres horas por un camino de montaña destapado y lleno de derrumbes, ríos y desfiladeros que meten miedo. Nos tuvimos que bajar dos veces de la colectiva para sacarla del barro pero al final llegamos, con la ayuda de Dios, al hermoso pueblo Metense. Iniciamos la misión el jueves 14 de junio. El párroco, el p. Manuel, no se encontraba en casa pues aprovechó esos días para visitar a su familia en Ecuador. D. Wilson, el sacristán que vive también en la casa cural, nos recibió con mucha alegría. Al día siguiente visitamos el internado de chicos y chicas que hay allí y les invitamos a participar en el retiro vocacional del sábado. Para colaborar en la misión y como una experiencia inolvidable para ellos, invitamos a tres chicos de Bogotá que habían manifestado tener inquietud vocacional (Carlos, David y Nicolás). Los adolescentes del internado, sobre todo las niñas, quedaron enamoradas de los “seminaristas” y al día siguiente tuvimos más de 30 jóvenes participando en el retiro. El p. Daniel hizo una hermosa Lectio Divina sobre el pasaje del niño Jesús perdido y hallado en el templo, en la que participaron activamente todos los jóvenes (algunos casi lloraron recordando a sus familias). Por la tarde, después de reflexionar juntos la Carta del Papa para la JMJ de Panamá, fuimos de paseo a la Chorrera y la Cueva del Diablo, otra aventura peligrosa, hermosa y emocionante de la que todos salimos ilesos con la ayuda de Dios y concluimos el retiro con la eucaristía en la Iglesia del pueblo a las 6 p.m. Al día siguiente, domingo, después de la misa de las 12 y el almuerzo, regresamos a Guayabetal por el mismo y único camino y una vez más tuvimos que bajarnos de la colectiva para evitar un posible accidente. Al final llegamos a Bogotá embarrados, supercansados,… pero sanos y salvos.

Los jóvenes aspirantes llegaron también bastante cansados, pero recordando con nostalgia todo lo vivido; y ya nos están pidiendo otra misión a las que han denominado “chucaventuras”.

Mi evaluación es que en todas esas actividades hemos dejado la semillita del Evangelio; y sobre los resultados vocacionales… debemos tener paciencia. Dejemos que Dios actúe y que la semilla madure lentamente. A nosotros solo nos toca sembrar y… nada más.