Días intensos, y lugares que todavía la mente está tratando de procesar y archivar

El pasado mes de abril, del 15 al 20, han sido 26 los viajeros que se han atrevido con los Países Bajos, Holanda y Bélgica. Más allá de los tulipanes y los zuecos y vacas, hemos tenido ocasión de acercarnos a estos países que tanto tienen que ver con nuestra historia. Organizada por las parroquias de Santa Cecilia de Villavaquerín, San Ildefonso de La Cistérniga y la Asociación Agali. Los viajeros contentos y felices, todavía ordenando sus vivencias y fotos, y aguardando algún amigo desprevenido que quiera aguantar sus crónicas marcianas. Mientras anhelamos la sopa de tomate y ese regusto de las comidas de aquellos parajes.

Después de un viaje de madrugada al aeropuerto Adolfo Suárez. Dice Jorge Bucay que los viajes, como los libros se empiezan con inquietud y se terminan con melancolía. Así ha sido este. Aterrizamos en Amsterdam, una ciudad llena de color y vida. Allí, la comida y Carolina nos explicó el puerto, los canales, la forma de vida, San Nicolás, el siglo de Oro de esta ciudad... soltándonos en pleno barrio Rojo, en la calle así llamada "del pecado". Allí determinamos no volver en bus al hotel, sino más tarde en el tranvía. Y una vez que aprendimos a manejarnos en este medio, volvimos de noche para ver los escaparetes y el bullicio de esta ciudad que dicen que es la que gasta el dinero que produce Rotterdam. Habladurías. Unos a ver, otros al coffee shop, otros de compras, otros de cañas... Hay para todo en esta ciudad.

Al día siguiente, los tipismos holandeses, Marken y Volendam, las vacas, los pellejos de ovejas para taparse, el puerto... y los pongos. Increíble en Volendam la cantidad de pongos que podía haber. Los viajeros reacios a las fotos, todo hay que decirlo, pero se dejaban más o menos. Y por la tarde La Haya. Allí estuvimos con los Reyes y en el Tribunal Internacional. Una ciudad preciosa en sus jardines, en sus edificios... Continuamos a Amberes, donde descubrimos una ciudad llena de encantos, rincones y tugurios curiosos. A la mañana siguiente, Jonathan nos explicó todo pormenorizadamente. Lo más bonito el puerto y el callejeo hasta llegar a la catedral. 

Por la tarde Malinas y la tía del Emperador, preciosa, llena de rincones históricos, con la lechuza de Minerva, y Lovaina, universitaria en todos los extremos, llena de vida y bullicio. Nos decía el guía, que los belgas disfrutan de 61 días al año de sol. Nosotros los pillamos todos. Y allí los estudiantes, despendolados, tomando cañas, sentados en el césped... disfrutando del primer día de sol. No hace falta decir cuál es la bebida nacional, y cómo se prodigan tanto belgas como holandeses en este producto, que si las tres carmelitas, que si la estrella... una varieté impensable en estos lares. Allí, en Malinas y Lovaina, comenzó el juego de referirse a los otros con nombres tan pomposos como Margarita de Austria, Felipe el Hermoso, María de Bogoña, la chica la perla, las Moñas, la Guillermina, el Federico... siempre desde el cariño y el aprecio, por no hacer esfuerzos de recordar nombres... Es una costumbre muy nuestra de llamar a las cosas y personas no como se llaman, sino como nos da la gana. Hay que decir que algunos nombres tenían su aquel.

A Bruselas llegamos el miércoles. Preciosa ciudad llena de vida, de gofres, de antros, de monumentos, de Europa y de niños meando en forma de llaveros, imanes y pongos varios. Nos gustó mucho el Chez León, francófono, donde nos trataron muy bien. Y la tarde libre que cada uno aprovechó según sus inclinaciones, visitando museso, viendo más monumentos, tomando en terrazas, comprando pongos... Hay que decir que esta ciudad, sede del Parlamento Europeo, da para todo.

Y el jueves, la joya de la corona, Gante y Brujas. En Gante, después de la panorámica les hubo que fueron a buscar puntillas y encajes, otros se recrearon en las fotos, otros cerveceraron como viene siendo habitual y otros disfrutaron con el Cordero Místico cual cerdos en un patatal. Y en Brujas, después de la panorámica, la Santa Sangre y el paseo en barco, uno de los placeres más sutiles, como no podía ser de otra manera, es tomarse una cerveza a las orillas de los canales, en medio del bullicio de esta preciosa ciudad. 

Despedimos así el viaje con melancolía, deseando la tortilla de patata, pero con la mirada puesta en otras metas: Marruecos, el Norte de Italia y otros destinos más cercanos por el sur de España. Mientras, disfrutamos de lo bailao, que ha sido mucho.