VIII CAMPAMENTO JUVENIL BOGOTÁ-VILLAVO
NO SE DEJEN ROBAR LA ESPERANZA
Bogotá, 10 de enero 2018
Nos une el amor de Dios que deja ver más allá de nuestras diferencias.
Con esta certeza cada año los grupos juveniles de Bogotá y Villavicencio (Villavo) se encuentran para vivir momentos de Alegría de Paz, de Esperanza.
Hace unos meses atrás el Papa Francisco vino a Colombia con un mensaje de Paz. Lleno de optimismo le pidió a los jóvenes: “NO SE DEJÉN ROBAR LA ESPERANZA” Inspirados en esta visita tomamos este mensaje y lo hicimos el lema de nuestro campamento.
Este artículo se podría resumir en estas palabras: El 5 de Enero inicio el VIII campamento juvenil Bogotá-Villavo, culminando el 9 del mismo mes. Pero harían falta muchos libros para contar todo. Fueron días intensos de largas caminatas, de risas, de llanto, de encuentro, de alegría, de compromiso y esperanza.
Todo empezó el viernes 5 de enero cuando llegaron de Villavo el grupo juvenil de la parroquia San Marcos liderados por Yaky y El Hermano Jesús (Chuca). Los esperábamos a las 12 para el almuerzo pero llegaron dos horas antes. Sorprendidos salimos a su encuentro, los llevamos a la casa para que dejaran las maletas y se acomodaran. Almorzamos, nos presentamos, hicimos los grupos con sus respectivos lemas, leímos el discurso del Papa a los jóvenes y dimos un paseíto por el barrio.
Bogotá para estas fechas estaba lluviosa y fría sin embargo, como siempre, ayudados por la Providencia, el clima esos días estuvo lleno de sol y de noches frescas.
El segundo día nuestro destino era el santuario de Monserrate, una caminata que nos acercaba un poco más al cielo. De 2600 metros a 3150 sobre el nivel del mar. Cada paso era recompensado por una vista privilegiada de la Ciudad de Bogotá. Ese día El cielo de Bogotá era luminoso y transparente. Allí fuimos a la eucaristía, almorzamos. Pero la jornada aún continuaba. Bajamos hacia el centro de la ciudad en busca del Edificio más alto de Colombia, Con 67 pisos y 216 metros. Ese edificio nos decepcionó, la opulencia de su exterior contrastaba con la simplicidad árida y vacía de su interior. En cambio en la carrera séptima, exclusiva para peatones, la diversidad cultural nos deslumbró; vimos desde estatuas humanas, marionetas, comediantes, bailarines, músicos, etc. Llegamos hasta la plaza de Bolívar, descasamos, comimos el sándwich y cantamos. Hace unos cuantos meses el Papa Francisco estaba en esta misma plaza pidiendo a los jóvenes Alegría y Esperanza y ahora estábamos un puñado de jóvenes cantando, alegres y reunidos para celebrar la amistad. Pero aquel no era el último destino, faltaba la caminata hasta el parque nacional: 3.3 kilómetros. Finalmente tomamos el bus de vuelta a casa. Una arepita, una aguapanelita y a dormir.
La mañana siguiente la cita era en la fundación Casita de Pan que trabaja con jóvenes drogadictos; allí nuestro deber era demostrar que el Papa tenía razón cuando decía ”los jóvenes tienen una sensibilidad especial por reconocer el sufrimiento de los otros”. Necesitamos utilizar esa capacidad hermosa y constructiva la de Comprender para entender que los errores son consecuencia de múltiples factores y razones. Pero que como Cristo nos enseñó a odiar el pecado y no al pecador, debemos ponernos en los zapatos del otro para comprender y perdonar.
Al fin, luego de una caminata, llegamos para escucharlos y acompañarlos. Sus testimonios desgarradores de muerte, adicciones, dolor, nos recordaron lo afortunados que éramos y de lo pequeños de nuestros problemas comparados con los de los ellos. Oramos, cantamos, comimos, reímos. Acabamos el encuentro con una jornada futbolística y un torneo de Uno. Aprendimos que “el señor no es selectivo, no excluye a nadie, el señor abraza a todos y todos somos importantes para Él”.
Llegamos a casa para luego participar en la misa dominical de las 7 pm. En las ofrendas nos presentamos ante la comunidad dando testimonio de Alegría, Encuentro, Compromiso y Esperanza.
Las noches de charlas, risas y juegos afianzaban los lazos de amistad.
Los días pasaron y ya era nuestro cuarto día. En principio la idea era ir al Paramo de Sumapaz al sur de Bogotá, después a la laguna del Neusa, pero de nuevo la Divina Providencia actuó y finalmente fuimos a Marilandia, un santuario consagrado a la virgen María escondido entre las nubes y las montañas. Tres horas de camino fueron necesarias para llegar allí desde el pueblo de Usme. El camino se iba volviendo más y más intrincado pero nada que lamentar, uno que otro zapato refundido entre el barro, una caída que desataba risas y luego la solidaridad de la mano que ayuda. La vegetación de páramo nos brindaba sus más hermosos paisajes. Un valle interminable de flores amarillas, la neblina que arropaba la montaña, el sonido del agua subterránea iba preparando nuestros corazones para el mensaje de Dios nos daría por medio de la Virgen.
Algo mágico pasó en Marilandia. En el lugar donde una vez se apareció a un abogado, la Virgen por medio de Tatiana, Daniela Y Beidy nos habló. Un día plagado de “Diosidencias” que ameritan otro espacio otro artículo. Luego de rezar el rosario a las 3 pm nos compartieron el mensaje: La Virgen nos anima a seguir adelante, a no dejarnos cortar las alas, a creer en nosotros, a luchar por nuestros sueños, a no ser indiferentes ante el dolor del otro. Nos dijo que éramos valiosos ante los ojos de Dios y que había muchas personas que nos querían.
Llenos de amor y maravillados por la experiencia. Todos nosotros estábamos conmovidos. El camino de vuelta fue duro. Llegamos a casa y luego de una ducha renovadora nos alistamos para una oración a las 8 pm y para la ya infaltable fiesta de despedida. La oración fue un momento comunitario de comunión con Dios. ¿Y la fiesta? Estábamos cansados, pero los colombianos, así estemos cansados, si nos ponen música el agotamiento se va y tenemos que salir a la pista de baile. La fiesta marcó el final de las actividades del campamento y dio paso a la misa y a la evaluación. Pero eso sería el otro día, el martes 9.
Desayunamos a las 10 am. La misa era a las 11 pero el Padre Vittorio solo podía en la tarde. Por ello hicimos la evaluación primero. Cosas por mejorar, cosas positivas. En lo que todos coincidíamos era en que nos despedíamos con el corazón lleno de alegría. Una noticia entristeció el campamento por un momento. El anuncio de que el hermano Jesús dejaba Villavicencio y volvía a Bogotá causó en todos, pero principalmente en los jóvenes de Villavo, una profunda congoja que poco a poco se iba transformando en optimismo y en deseos de seguir y mantener las obras del hermano Jesús en Villavicencio.
Las despedidas son tristes, pero esta despedida es sobre todo esperanzadora. Nuestros días estarán alimentados por la alegría y la unión de estos días. Sabemos que nos volveremos a encontrar y hasta que llegue ese momento tenemos el compromiso como lo dijo el padre Vittorio al final de la Eucaristía de compartir toda esta esperanza en nuestra vida cotidiana manteniéndonos unidos con el fuerte amor de Dios.
Hablando de la Providencia, no se puede dejar de mencionar a los padres de familia que nos ayudaron en sacar adelante el Campavoni 2018, a Don Edwin y a nuestras Chefs y consejeras Bárbara, Mery y Mery.
¡Qué Diosito les bendiga! ¡Feliz año 2018!
Milton Santa (soy el que carga la carretilla).