Campamento de Confirmación en La Cistérniga

Este era el título que llevaba el campamento para los jóvenes de Confirmación, en el que han participado 39 personas, y que ha tenido lugar en la Abadía de Lebanza, en el norte de Palencia. El sitio, realmente de ensueño: prados, vacas, caballos, montañas… y la Abadía, pues un poco de aquella manera, pero la hemos adecuado para que nos sirviera. Se trata de grandes espacios, de los años 50, que tiene la Diócesis de Palencia en la montaña, en una abadía construida por Carlos III.

Estuvimos en la playa de Suances, aprovechando los rayos de sol y el agua fresquita del Cantábrico. Playas estupendas donde pasamos un día para el recuerdo, capeando las olas. También tuvimos otra excursión al Pico del Carazo, donde casi dejamos la pelleja, venga subir y subir, siempre más alto, a 3100 metros. Gracias a unos amigos de Encuentro Matrimonial que estaban en la Abadía pasando unos días, conseguimos llegar casi campo a través. Las vistas espectaculares, el Carazo, irresistible, los caballos paseando entre el brezo y las jaras… realmente quedan en nuestra retina imágenes preciosas, pero sobre todo el esfuerzo que supone soñar más alto y alcanzar las metas que nos proponemos.

También, aprovechamos la cercanía de los Picos de Europa, para hacer la ruta del Cares. Fuimos en autobús hasta Posada de Valdeón, y andando hasta Cordiñanes. Allí, rodeados de montañas impresionantes, montamos las tiendas como pudimos, ya que para la mayoría era la primera vez que lo hacían, y después de cenar la comida que generosamente nos regaló el Ejército, intentamos hacer una velada, pero el frío y la lluvia nos impidieron acabar. Toda una experiencia dormir en los Picos de Europa, en tiendas, sentir los truenos, acomodar a todos… La mañana nos despertó fresca, y tras recoger las tiendas, caminito de Caín. Allí comienza la mítica Ruta del Cares, siguiendo el cauce del río pero por la parte superior. En fila india de a uno, con más miedo que otra cosa, contemplamos estos picos impresionantes, el Naranjo y todas las estribaciones. Al final de la ruta, nos pilló la lluvia y nos dejó como sopas, por lo que no pudimos ya acercarnos a Santo Toribio de Liébana y a Potes. La experiencia resultó preciosa, pero dura.

El tema del campamento, resultó ser una metáfora de la vida: lo importante que es luchar por lo que uno cree, tomar las riendas de la propia vida, ser dueños de nuestro futuro, y sobre todo soñar, siempre soñar despiertos, porque cuando uno deja se soñar, es que se ha muerto. Recordábamos que cuando uno tiene un buen porqué, es capaz de cualquier cómo, y es capaz de vencer todos los obstáculos. La montaña, ha sido para nosotros durante estos días, una imagen de Dios, que rodea a su pueblo como los montes rodean a Jerusalén, una imagen de la superación, de la responsabilidad y  de la cordada que todos formamos y de la que todos somos responsables.

Quedan también para el recuerdo y la nostalgia, los ratos de ocio, los talleres tan sugerentes, el juego de misterio ambientado en el Nombre de la Rosa, las comidas tan copiosas para satisfacer semejantes carpantas… Agradecer a todos los monitores, logística y cocina, y a todos los que confiáis en el campamento como una forma de educar y de crecer en valores, y desearos que sigáis soñando metas más altas, con los pies en el suelo, pero siempre más alto.