64 peregrinos de La Cistérniga, Villavaquerín y Villabáñez, atravesaron la Puerta Santa de la Miseri

El Papa Francisco nos ha recordado la peregrinación como uno de los signos del Jubileo de la Misericordia. Cristo es la Puerta, pero también es el Camino, y la Meta. Hacia Él camina la Iglesia y el mundo, y en Él encuentran sentido nuestros pasos. Ha sido para nosotros un honor y un privilegio participar de la peregrinación jubilar con motivo del Año Santo de la Misericordia a la Ciudad Eterna. Desde el comienzo, allá por el mes de noviembre, la cosa prometía, y los peregrinos o romeros, fueron apuntándose como si se agotaran las plazas, incluso en el último momento, las cuatro bajas que hubo, se completaron enseguida. Buen tiempo, buen grupo, buena gente... hemos visto todo lo que se puede ver en cinco días, y nos hemos acercado a las fuentes de la fe, con ilusión, con cariño, con buen ánimo. En ningún momento una mala palabra, una mala actitud... es realmente de admirar en este grupo de 64 peregrinos de las parroquias de Santa Cecilia de Villavaquerín, de la Asunción de Ntra. Sra. de Villabáñez y de San Ildefonso de La Cistérniga. 

Llegamos el sábado casi por la noche, aunque la salida la hicimos a las 10 d ela mañana, pero entre el viaje a Madrid, el embarque y todos esos trámites, con un grupo tan grande no quedaba más remedio. Antonella, en un perfecto castellano, nos fue explicando algunos recovecos y lugares emblemáticos de la Urbe en un precioso paseo en autobús. El hotel acogió nuestro cansancio, pero esneguida se hizo la hora de levantarnos. La verdad es que en Roma, si se quiere ver algo, hay que ir corriendo, madrugando, haciendo colas... Teníamos los museos Vaticanos, sobre todo la Capilla Sixtina y el museo Pío Clementino, donde nos detuvimos más. Allí, más que contemplar nosotros a Miguel Ángel, él nos contempló desde el imponente Juicio Final. La mano del artista nos dejó a todos sobrecogidos. Rafael, los museos egipcios... casi todo de pasada. Y por la tarde, después de la comida en el Collonato, corriendo a ver las Catacumbas de San Calixto. Especialmente emotiva fue la eucaristía que celebramos al término de la visita. Nos sentimos como los primeros cristianos, envueltos en esa ilusión y en ese riesgo del martirio. Por la tarde fuimos a ver el Gesù, el teatro Macercelo... y por la noche el Trastévere, que a pesar de la exigüa cena y de la lluvia al final, se nos abrió como un cofre misterioso: sus calles, sus templos, los indignados por doquier... precioso el Trastévere.

Al día siguiente, atravesamos la Puerta Santa de San Pedro en Vaticano, después de una larga cola, nos dejaron formar grupo para la peregrinación que hicimos rezando el rosario y haciendo una oración en cada parada, hasta rezar el credo en la tumba del Apóstol Pedro. Especialmente emocionante fue el paso por la Puerta Santa que hicimos en nombre de nuestras parroquias, así como el Credo en el altar de la Confesión. A todos nos vinieron a la cabeza muchos nombres, situaciones, personas... por las que rezamos en ese lugar. Después al Áncora, y a aprovisionarnos de "pongos" variados y lustrosos. Comida en el Gianícolo y más Puertas Santas: Santa María la Mayor, donde se escapó el Papa el día después de ser elegido, San Juan de Letrán y San Pablo Extramuros. Las Basílicas radiantes.

El martes lo dedicamos a la Roma Imperial: el Circo Massimo, Santa María in Cosmedín y la Bocca della Verità, el templo de Hércules Víctor, Plaza Venecia, con las escalinatas al Campidoglio y a Santa María in Ara Coeli, el monumento a Victor Manuel II, los foros, la columna Trajana, el Coliseo, la Domus Aurea, el Arco de Constantino... y ahí sí que nos mojamos, pero bien. Una nube romana que nos hizo ver la Ciudad Eterna mojada. También tiene su encanto. Después de comer, el Moisés en San Pietro in Vincolli y... tarde libre que algunos aprovecharon para seguir viendo monumentos y para comparar "pongos" variados. La noche, especial, como todas las noches en Roma, en la zona de Plaza Navona, una deliciosa pizza en la Opera y recorrido por algunas de las fuentes romanas. 13 fuentes que parecían eternas: Trevi, Tritón, República, Navona, Panteón, Cuatro Fontane, Plaza España... Mataos que llegamos al hotel en Vía Pisana, para amanecer con la ilusión de ver al Papa. Le vimos, y de cerca, pero por poco tiempo. La audiencia estaba llena de gente de todos los colores y países, y Su Santidad nos habló sobre la parábola del Buen Samaritano. 

Queda para nuestro recuerdo la experiencia del grupo, de la fraternidad, de los paseos por Roma, del cansancio, pero sobre todo de la ilusión. Los viajes, como los libros, se empiezan con inquietud... y se terminan con nostalgia. Queda la Urbe para otras ocasiones, siempre encantadora y sugerente, quizá para la pronta canonización del beato Ludovico Pavoni.

Gracias a cada miembro del grupo por poner todo de vuestra parte, y por hacer lo posible para que todo saliera redondo. Sabéis que tenéis muchas, muchas más fotos en el despacho parroquial y que hay que venir con un recipiente o pincho para llevárselas. Aviso que, a la vista está Polonia, para la próxima primavera.