El pasado fin de semana, un grupo de catequistas hemos viajado a San Sebastián

El objetivo inicial era programar el curso y poner en marcha esta aventura que cada año es la catequesis, pero dado el reducido número de viajeros (sólo 10), el buen tiempo que hacía, y las cosas que había que hacer, lo dejamos para mejor ocasión.

Y manos a la obra, nos pusimos en marcha. La parada de rigor en el monumento al Pastor en Pancorbo, y la llegada que a todos nos dejó boquiabiertos, las vistas y la casa que nos acogía. No pudiendo esperar más, fuimos a ver la villa, y a disfrutar del aire ya salado. La cena y bajada a San Sebastián: el Paseo Nuevo, Gros, la Concha con baño nocturno incluído, y un heladito en Arnoldo en el Boulevar. Una ciudad de ensueño, para un grupo de buenos amigos, que disfrutan con lo que hacen y que ponen toda su vida en la atención de los más pequeños de la parroquia. La noche se prolongó ligeramente, y el sábado nos llevó a Getaria, su hermoso puerto, sus calles, el txistu que sonaba... y cómo no a Zaratuzt. Nuevamente baño (los más valientes), y la visita a Carlos Arguiñano. 

Después de comer, fuimos a Fuenterrabía, donde sí que todos catamos el mar, posando para la prensa. El pueblo, espectacular, las calles, las plazas... y de regreso a Donosti, nos apeteció ir a tomar unos pinxtos en la parte vieja. Y allí estuvimos, en medio de la movida donostiarra. Acabamos en la Concha bailando no se sabe bien qué, y en casa con una queimada estupenda que nos traía Suni desde Galicia. El conxuro nos ayudó a sentirnos parte de este grupo, comunidad en marcha, los que estábamos, los que faltaban (otros 35 catequistas). La noche también se nos hizo corta.

Al día siguiente, después de la misa en el Caserío, intentamos ver el Peine de los Vientos que está cerrado por obras, pero el paseo fue bonito, sobre todo por el ambiente de las Regatas que se disputaban la Bandera de San Sebastián. Ganó la regata Roja, que no sabemos muy bien de dónde era. Mientras algunos apuraban compras, otros apuraban baño, con la concicencia de ser el último del verano. La música del Dúo Dinámico sonaba en nuestros oídos, y así, con la comida nos despedimos de esta hermosa ciudad y de la comunidad pavoniana que tan bien nos trató. 

Después de comer, aprovechamos para ir a Loyola, cuna de San Ignacio, y ver la Santa Casa, las estancias de la casa, la exposición, la basílica... quedamos admirados y aprendimos un montón de la vida y la experiencia de este gran hombre. Allá sobre las 12 h. llegamos a La Cistérniga, y nos despediamos sabiendo que no sólo despedíamos esta actividad, sino también el verano, con todo lo que ha significado.