La Convivencia Saiano de noviembre, con sorpresas y... mucha vida

“Bajo la misma estrella”, la película dirigida por Josh Boone y estrenada este mismo año, sirvió de trasfondo a la Convivencia Saiano de este año, que con el lema  Enamorae reunió a 37 jóvenes en nuestra casa de Valladolid del 7 al 9 de noviembre. Fue una ocasión única para descubrir las razones importantes que tenemos para vivir, aquello que nos mueve, que nos pone en marcha, que nos da vida… en palabras de Pedro Arrupe lo que nos saca de la cama cada mañana y lo que decide lo que hacemos los fines de semana. Comenzamos el viernes con la película y alguna que otra lágrima, metiéndonos muy dentro de la historia. El sábado, nos dedicamos a hacernos unas gafas para ver la vida de color de rosa, y sobre todo para darnos cuenta de lo importante que es el amor. Quien lo encuentra, como en la parábola del Evangelio, vende todo lo que tiene y compra aquel campo. Trabajamos juntos sobre la importancia de la mirada para el enamoramiento, y la importancia del mundo de los sentimientos. Fue una mañana intensa, en que terminamos descubriendo que aunque el amor comienza por los ojos, tiene que pasar por las manos (por las obras y el corazón), y tiene que ser contagioso. Con un juego corriendo y pintándonos por el patio, nos dimos cuenta de esto: de que el amor expansivo y contagioso.

            La tarde la ocupamos con un bonito juego por la ciudad. Valladolid estaba preciosa, incluso bajo la lluvia, y partiendo de la plaza Mayor, recorrimos diferentes itinerarios, la tumba de don José Delicado, la plaza del Ochavo, la Iglesia de la Vera Cruz donde había hasta una boda, el mercado, las Isabeles que nos armaron con sendos ochos, las callejuelas de Valladolid, Fuente Dorada... para terminar en la Plaza de San Pablo cantando. A juzgar por las expresiones de todos, fue una tarde preciosa para el recuerdo. Antes de cenar tuvimos una oración muy sentida en la que recordamos que Dios nos había dado un corazón y había puesto en nosotros capacidad de amar; no nos creó solitarios, sino para formar compañía. Y esos corazones, hasta la Pascua, los dejamos tendidos al sol. Y por la noche una velada con juegos, canciones, escenificaciones… en la que cada uno aportó lo mejor que sabía. Como sugerencia, puede ser que la próxima vez cada uno traiga preparado algo nuevo para sorprender a los demás, canciones, juegos, representaciones…

            Acabamos la convivencia el domingo con la eucaristía en La Cistérniga, donde nos sorprendió la cantidad de niños, y sobre todo la guerra que daban y lo animados que estaban. No es que cantaran como los ángeles, pero cantaban. Y para despedirse, después de la paella y el pollo, alguna que otra lágrima, porque el amor cuando es amor de verdad, siempre duele. Y la amistad tiene mucho de amor. Así nos despedimos hasta la próxima ocasión, que para algunos será en el viaje a Praga, en el Encuentro Europeo de Taizé, y para otros será en la Pascua.