Con el susto todavía en el cuerpo, informamos de esta hermosa convivencia en San Sebastián

Son muchas las imágenes que han quedado grabadas, no en las cámaras y ordenadores, sino en nuestra mente y en nuestro corazón, y que no desparecerán fácilmente, aunque se acaben estos días de solaz y calima. Es el Maitía Pavoni, que una vez más nos ha sorprendido sacando de cada uno lo mejor.

San Sebastián, la hermosa tierra a la que llegaron los pavonianos hace 50 años, nos dijo a todos "maitía". Con las palabras, con los gestos, con el buen tiempo... La palabra en euskera significa cariño, amado. Hace años, fuimos a comprar unos manteles a una tienda de la parte vieja. La vendedora se ilusionó al vernos. Para dar explicaciones sobre la calidad, el precio, las condiciones… se refirió a nosotros en un par de ocasiones con esta palabra ‘maitía’. Es la palabra que dicen las madres a sus niños: tesoro mío, cariño mío, hermoso mío… Estos días, han ido desfilando palabras que para nosotros son "maitía", queridas, entrañables: Familia, Jóvenes, María, Amigos, Saiano... y por supuesto Pavoni. Urigain II, expléndida, la Concha ni qué decir tiene. Y Zarautz, y Guetaria al atardecer, y Fuenterrabía, y Guadalupe, y el Igueldo y el Urgul para algunos, y Ondarreta y la Zurriola, y Pasajes de San Pedro y de San Juan... Todo en su sitio, radiante, alucinando en medio de una ola de calor para toda España.

Quizá una de las cosas que queden en el recuerdo de los 18 participantes en el Maitía Pavoni, sea la marcha que hicimos a Guadalupe, santuario al que llegamos en furgoneta, porque lo que es a pie, fue imposible. Yendo por el camino de la costa (un poco más largo), confundimos las pistas y balizas: la blanca-roja por la blanca-blanca. Y así, caminamos y caminamos, hasta que encontramos unos franceses y un par de montañeros, que gracias a Dios, nos hicieron volver sobre nuestros pasos. El camino se encrespaba, bajaba, subía, por paredes casi verticales, resbalándonos, padeciendo el sol del día más caluroso del año... Al principio, como en todo viaje, mucha ilusión, ganas de llegar... pero fue avanzando el día, no llegaba la meta, no teníamos agua, eran las cuatro de la tarde, y las cinco... sin comer... Miedo, agustia... siempre atenuado por estar todos juntos. Perdidos, lo que se dice perdidos, nunca estuvimos, pero sí bastante despistados. Comenzamos a beber agua de los ríos, apartando los renacuajos que la poblaban, a meternos en todos los charcos, a sestear bajo las pocas sombras que la naturaleza nos deparaba. En fin una odisea que se resolvió gracias a los más valientes, que prestos desandaron el camino y dieron con nuestros queridos Carlos y Escudero. Cuando vimos llegar a David de regreso con Florencio, a todos los cambió la cara, ya que algunos estaban dispuestos a pasar la noche allí.

En fin. Esa imagen de "perdidos", junto con la imagen de los jóvenes que se esfuerzan cada día por salir adelante en Proyecto Hombre, de su valor y de su fuerza de voluntad, y la imagen de nuestro pequeño grupo danzado y bañándose por la noche en la playa, fueron las imágenes que mejor pueden resumir todo lo vivido, la convivencia tan estrecha y porqué hemos sido los unos para los otros "maitía". Gracias jóvenes por tanta vida como nos dais.