La Pascua es sorprendente, maravillosa... nos lo dicen los jóvenes, este año en La Cistérniga

Llegados a este punto, los veteranos hablan del 'milagro de la Pascua'. Se trata de un cambio de actitudes, de horizonte, de motivaciones... un cambio de vida que suele ocurrir la tarde/noche del sábado santo. La gente se pone más tonta de lo normal, se aceleran, los sentimientos a flor de piel, las miradas, los gestos... nada es exagerado, pero todo es diferente, y uno comienza a resucitar, no porque toque, ni por arte de magia, sino por el poder de la Pascua de Jesús, que es a quien celebramos. También este año, del 5-8 de abril tuvo lugar la Pascua Juvenil Pavoniana, con 42 participantes y algunas novedades irresistibles: la pascua en una parroquia, la incorporación del domingo al ritmo pascual, el ir y venir del Colegio a la parroquia, la apertura a otras personas... A pesar del miedo que nos producen los cambios, todos resultaron positivos.

Comenzamos el Jueves Santo con una mesa enorme que llenaba la iglesia de La Cistérniga. La gente expectante, sorprendida... el Monumento, en la casa que nos recordaba el lema "Eres de casa". Y así, con el mandamiento del amor fraterno, el servicio solidario, el lavatorio de pies y manos... nos pusimos manos a la obra, tomando posesión de las casas de la Cistérniga: ¡¡20 familias nos acogieron en grupos de dos en dos!! como los discípulos del Evangelio. Algunos hasta se pusieron malos del empacho. Corrió la alegría, las viandas, la fiesta, la acogida... en una noche hermosa de amor fraterno. Y así comenzaron los vínculos y los lazos, y los besos, y los reproches del algún feligrés que nos decía: "nos los habéis dejado poco tiempo". Maravillosas las gentes de La Cistérniga. Excepcional la acogida. Gracias de corazón por abrir vuestras casas y vuestras puertas, y por decirnos a los pavonianos, representados en los jóvenes, que somos de casa. Costaba dormirse, con tantas cosas por contar.

El Viernes Santo amaneció nevado. La nadadora de la plaza nos soprendió así, en cueros y cubierta de nieve. Una mañana preciosa, pero imposible para procesiones. Y así tuvimos el Vía Crucis dentro del templo, que aunque no tuvo procesión, quedó precioso. Alguien aseguraba: luego dicen que en la Iglesia piden, y llevan toda la mañana dándonos cosas, que si un clavel, que si un clinex, que si agua, que si toma esta hoja... Con profunda piedad y fervor popular y también juvenil, acompañamos a Jesús en esta hermosa oración. Y por la tarde, la celebración de la Pasión y Muerte del Señor, los personajes, los silencios, los ruídos de pasión, las danzas... Una celebración austera, en la que el canto sonaba a lamento, profunda, seria, bien llevada... y la imagen imponente del Cristo traído a hombros por los jóvenes: ¡¡Mirad el árbol de la Cruz!! Realmente preciosa la adoración de la Cruz. Con qué silencio los mayores y los jóvenes fueron adorando, escribiendo sus sentimientos, dejando su vida en jirones al pie de la Cruz. Por la noche, el cineforum sobre la película "Un mundo mejor", nos volvió a unir en la reflexión compartida y en los mismos sentimientos, los de Jesús.

El sábado se animó un poco con los 15-20 niños que acudieron a la Ginkana. Pocos, pero el tiempo era realmente desapacible. Lo cierto es que los que participaron lo pasaron en grande, comieron golosinas a porrillo y disfrutaron como enanos. El día iba despejando, la catequesis la  hicimos en la plaza, y la Vigilia se iba a convertir en un acontecimiento con fuegos incluídos. Lástima los patinadores que se rajaron por falta de visibilidad, pero todo resultó muy bien, los bautismos, el chocolate preparado por las Carmelitas que nos ofrecieron su casa como Cuartel General y Ripostiglio, los gestos, los símbolos, la fiesta... Sobre las 3 de la mañana levantamos la tienda porque había algunos que querían jugar un partido y otros bailar. La crónica no dice a qué hora acabó todo, porque la tradición dice que 'la noche Santa no se debe dormir'. Y por la mañana, añadimos algo más, la misa en La Cistérniga con los fieles, a las 13,15 h., siete bautismos más y una fiesta que no tenía ganas ni pinta de acabarse. Nos despedimos en una preciosa y soleada mañana, mañana de Pascua y de Resurrección, sabiendo que Dios nos había regalado el 'milagro' de la Pasuca, siempre único e irrepetible.

Los jóvenes que tuvieron ocasión de vivir está magnífica experiencia, lo atestiguan, y así lo siguen diciendo en las redes sociales, los sms, las llamadas, en el 50 aniversario... Gracias jóvenes por devolvernos a Cristo, el eternamente joven. Sois de casa, somos de casa.