Nuestros amigos de Cáceres nos cuentan el Campamento Urbano y el Campamento en San Sebastián.

Dicen que el tiempo pasa muy deprisa cuando realmente estás disfrutando y, sin duda alguna, ésta fue la sensación que tuvimos todos los amigos del Grupo Alborada de Cáceres al disfrutar a tope, durante el pasado mes de Julio, de nuestros ya habituales campamento urbano en nuestra ciudad y, unos días más tarde, en la hermosa ciudad de San Sebastián.

En el primero de ellos y en pleno pulmón verde de nuestra ciudad, cada día escuchábamos diferentes reflexiones que nos ayudaron a comprender el milagro de cada día y a aprender a saborear tantos regalos que Dios nos ofrece a diario y que, a veces, no nos damos cuenta. Nos ayudó también a reforzar aún más nuestra amistad y a afrontar más unidos las posibles dificultades que puedan surgir en toda convivencia, sabiendo que Dios y Pavoni siempre permanecerán a nuestro lado. 

Pero si especial fue este campamento urbano, mejor aún resultaron los días que pudimos vivir juntos  en San Sebastián, donde los primeros días fuimos sentando las bases para una buena convivencia basada en el trabajo en equipo, respeto y, sobre todo, cariño e ilusión.

Por las mañanas y después de un buen merecido descanso, la campana de Gianni nos anunciaba que debíamos prepararnos para una nueva jornada repleta de buenos momentos, como así resultó ser al final.

En varias ocasiones y ya por la tarde, el cielo nos regalaba un espectáculo impresionante del atardecer, que nuestras cámaras de fotos se apresuraban a inmortalizar.

Es importante saber apreciar las pequeñas cosas de cada día que tan al alcance tenemos y que muchas veces no sabemos disfrutar por tantos despistes mentales que a diario tenemos. ¡Cuántos atardeceres perdidos e irrepetibles que hemos perdido a lo largo de nuestra vida! ¡Cuántos problemas y preocupaciones nos impiden disfrutar de los muchos regalos que Dios nos hace a diario!

Una reflexión especial titulada “Con el tiempo uno aprende”, nos hicieron darnos cuenta de lo rápido que pasan los años, apenas sin darnos cuenta y que podemos elegir: desperdiciarla en consumir horas vacías de diversiones estériles, aburrimiento y horas sin sentido o bien llenar nuestro tiempo de personas, lugares y ocupaciones que merezcan realmente la pena, disfrutando de la amistad, la familia, la naturaleza y ocupando nuestros ratos libres en ayudar a alegrar a quienes nos necesitan.

Así nos lo demostraron con su testimonio y experiencia los amigos de Proyecto Hombre, con quienes los pavonianos de esta ciudad comparten cada día su vida y su vocación: ellos nos hablaron del dolor y la agonía que supone el haber tomado en la vida un camino equivocado y nos contaron también sus ganas de olvidar un pasado demasiado oscuro y de afrontar con esperanza e ilusión una opción de vida distinta, donde ellos mismos, y no las adicciones, fueron los auténticos protagonistas de sus propias vidas. Ellos hablaron de una actitud de respeto, ayuda y comprensión que, desde el primer momento, encontraron en esta Casa de Acogida, de un sentimiento profundo de hacer familia, de ayudarse y de sentirse queridos de verdad y no enjuiciados.

Las pequeñas María y Sofía, benjaminas de nuestro grupo, dieron un toque de color y de fiesta a este campamento y su inocencia y sus múltiples sonrisas nos enseñaron cada día a vivir la vida con más sencillez y menos complicaciones.

En alguna ocasión, el tiempo nos obligó a permanecer algún rato en casa, posponiendo nuestros planes de playa o paseo, pero, entonces, desafiando al pesimismo y a toda queja, recordamos la oración que habíamos leído un día: “Tu sol de cada día”, donde se nos invitaba a iluminar cada una de nuestras jornadas con un poco de ternura, una gran sonrisa y una buena dosis de alegría e ilusión; ésta, sin duda, fue la receta para que, lo que podría haber sido una tarde gris y aburrida, se transformase en tiempo de reflexión, música y amistad. Al fin y al cabo, no necesitamos tantas cosas para encontrar el camino de la felicidad, tal como vimos en otra de nuestras reflexiones compartidas: si miramos en nuestro interior y encontramos una razón para vivir, encontraremos la fuerza necesaria para ser feliz y conseguir hacer felices a los demás.

Realizamos algunas visitas culturales por esta ciudad, como la Catedral y la Iglesia de Santa María, donde en ambas pudimos contemplar imágenes preciosas que nos recordaban diferentes momentos de la vida de Jesús.

También visitamos el Monte Urgull hasta los pies del Sagrado Corazón de Jesús: un hermoso recorrido en medio de la naturaleza, murallas, cañones y fortalezas, que nos hizo disfrutar a todos mucho. Por otro lado, ese lugar permanecerá para siempre en nuestra memoria, pues fue allí donde nuestra amiga Ana se enteró que era toda una campeona, habiendo aprobado su oposición de Magisterio con una de las mejores notas, a lo que siguió una gran celebración con un buen vino y comida compartida para festejar una de las mayores alegrías de su vida.

Fue bonito también cada noche acabar el día rezando juntos un Ave María, recordando el momento más bonito de cada día y teniendo una mención especial a nuestros familiares, amigos y a tantas personas a las que podemos ayudar.

El recorrido en barco, los paseos a la orilla del mar, los refrescantes chapuzones entre sus olas, las confidencias, los acordes de nuestra guitarra, los muchos y sabrosos regalos de nuestros vecinos…muchos recuerdos que se agolpan en mi mente y que serán el motor para construir un futuro hecho a base de ilusión y sonrisas.