El Hogar Ludovico Pavoni de Cáceres, haciendo balance

Hace unos días, en un pueblo cacereño llamado Madroñera, tuvimos la oportunidad de celebrar con gran alegría una convivencia de todos los voluntarios (Familia Pavoniana y Asociación “Madre Isabel”) que, en estos últimos meses, han colaborado en el proyecto “HOGAR L. PAVONI”, dedicado a los transeúntes que se encuentran perdidos y desorientados por nuestra ciudad. Este proyecto, del que ya os veníamos informando en anteriores artículos, vio su luz el pasado mes de Abril, tras varias reuniones de formación para concienciarnos y prepararnos debidamente para ayudar lo mejor posible a estas personas.

Desde entonces,  han sido ya muchos cafés compartidos y varias las personas sin hogar a los que hemos podido ofrecer compañía, sonrisas y algún consejo útil y necesario, y con quienes hemos conseguido alcanzar una relación de cierta confianza, cariño y cercanía.

Ahora, con el verano recién estrenado, tocaba hacer balance de lo vivido y recargar nuestras pilas para continuar en Septiembre con fuerzas renovadas. 

Compartes con ellos no sólo un café, sino un diálogo sincero para hablar de todo y de nada, de cualquier cosa: lo importante es que ellos sientan que alguien quiera escucharles, pues saben que aún les queda mucho por decir, que aún tienen ilusiones para compartir y, quizás, lo más importante, en su mirada guardan la esperanza de saber que la vida les regalará una segunda oportunidad.

Y por ello se esfuerzan cada día en salir de ese profundo agujero al que el destino o las circunstancias les ha arrojado a todos ellos.

¿Quién se atreve a juzgarles, a señalarles con el dedo? Quizá su única culpa, la de muchos de ellos, haya sido quedarse sin trabajo, perderlo todo y convertirse, de la noche a la mañana, en uno de tantos pobres que ya hay en la ciudad.

Y ahora nos toca a nosotros devolverle a manos llenas el respeto, la dignidad y la ilusión por vivir que, en ocasiones, muchos de ellos habían perdido.

Nuestro mayor ejemplo a seguir para poder lograrlo lo tenemos en el p. Ludovico Pavoni, del cual vimos un bonito power-point sobre su vida y su interesante obra, comprobando que él no se conformaba con los que llamaban a su puerta, sino que salía a las calles y plazas de su ciudad en busca de los más solos, empeñado en salvar a los más abandonados.

También y mediante una reflexión, nos dimos cuenta de las muchas razones que a menudo nos decimos a nosotros mismos y a los demás para no decidirnos a acercarnos a estas personas y ofrecerles nuestra ayuda, nuestra compasión y nuestro cariño.

Unas cuantas fotografías de algunas de estas personas sin hogar que, a diario, recorren sin rumbo las calles de nuestra ciudad, y a los cuales muchos conocemos y tratamos con cierta frecuencia, nos hicieron darnos cuenta que, en realidad, son personas como nosotros y que sus circunstancias no son muy diferentes a las nuestras, pero en algún momento de sus vidas perdieron el rumbo, se desviaron del camino ya marcado y correcto, para perderse en la más oscura trampa de las drogas o el alcohol.

Al fin y al cabo, ¿qué sentido tendría encerrarnos en nosotros mismos, “empaquetar” nuestra fe, nuestras ilusiones, nuestra juventud y nuestras sonrisas y no repartirlas a manos llenas entre todos los que lo necesitan?

El que da, siempre está en el corazón del que recibe y sería un gran error por nuestra parte no seguir este maravilloso consejo, pues estaríamos desaprovechando un montón de buenas ocasiones para ser feliz y hacer felices a los demás; a menudo, basta empezar con alguna palabra amable, un gesto de cariño o un simple apretón de manos…