Otra experiencia, otro lugar sin duda donde se realiza la pasión y muerte del Señor

Es difícil hablar de la cantidad de emociones que uno siente cuando entra en este mundo que es la cárcel, que aún dentro del nuestro, es otro mundo. Llevamos ya varios años que algunos miembros del grupo ALBORADA, vamos a celebrar la Semana Santa a “esta parroquia” tan especial, con estos “feligreses” tan especiales. Al principio cuando entrábamos, podíamos sentir un poco de temor, pero la verdad es que hemos descubierto a un grupo de amigos, que nos enseñan muchas cosas. Creo que hay momentos aquí dentro que “valen una vida” como se suele decir. Ni todos los cerrojos del mundo pueden impedir que se celebre la Pascua del Señor.

Allí todos hemos sido protagonistas, ya que no vamos, en ningún caso a “hacer nada para ellos”, sino con ellos. Es una Pascua más, como he dicho, como si fuera en una Parroquia más. Lo que marca la diferencia es que estas personas, son excluidas de la sociedad. Carecen de una cosa valiosísima que es la libertad. Aquí afuera, no nos podemos hacer una idea de lo que para ellos significa que entre un grupo de personas a compartir con ellos una Eucaristía, un momento de oración, un canto, una palabra, una sonrisa…como en más de una ocasión nos ha dicho uno de los voluntarios que va allí asiduamente.  Quizás si fuéramos todos los domingos, dejaría de ser mágico, se convertiría para ellos en una rutina. Pero no los olvidamos y solemos ir varias veces al año.

Sí, es verdad que estas personas se pueden haber equivocado alguna vez, pero nosotros no debemos juzgarles; como dice S. Juan, “Dios no mandó a su hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”.

Al entrar en la capilla, vemos que Padre Gianni los tiene controlados. Si no fuera así, tendríamos quizás más temor a estos desconocidos. Él los conoce por sus nombres y sabe sus puntos fuertes. Saluda a los que son nuevos y les da la mano. Hace tiempo los ha conquistado con sus palabras de esperanza y de perdón. Bendito aquel que puede llevar un poco de Evangelio, un poco ilusión, de amor, de esperanza, de autoestima y de dignidad, a estas personas abandonadas de la sociedad. ¡Cuánta falta nos hacen pavonianos así!  Tenemos que ser muy valientes y seguir el ejemplo de nuestros hermanos pavonianos que son capaces de estar al lado de los más pobres. No un día, sino todos los días del año. Yo creo que Pavoni, que también supo estar con los más pobres, está orgulloso de ellos.

Fuimos a acompañar a estas personas, el Jueves Santo, el Viernes Santo y el Domingo de Resurrección. Es impresionante la fe y la fuerza con la que cantan y rezan; cómo se abrazaban a la cruz y la besaban. Creo que a pesar de la experiencia que algunos tenemos en el campo de la marginación no nos acostumbramos a esta emoción de sentirnos evangelizados por ellos, de casi no saber responder a la enorme responsabilidad de sentirnos tan bien acogidos, tan queridos, tan importantes para estas personas sencillas y a la vez, complejas. Todos los días del año, pero especialmente en Semana Santa, tener esta oportunidad es un lujo para cualquier pavoniano. El domingo, con la alegría de la Resurrección de Jesús, cantamos algunas canciones que nos llenaron el corazón de ilusión, con mensajes de ánimo, con palabras de aliento. Estas palabras retumbarán en sus mentes durante bastantes días. Cuando cantamos Gracias a la Vida, no nos dejaron terminar la canción, tal era la alegría que sentían. Es sin duda alguna, el mejor público que podemos tener, el más agradecido y el más entregado.

            Y es que sin Jesús que sufre, no hay Semana Santa. Sin el hermano que sufre, no hay Semana Santa. Ya podemos levantar la imagen más hermosa de la Virgen o de Jesús, si no levantamos al hermano que sufre a nuestro lado, no sirve de nada. Son gestos vanos.

Benedicto XVI en la misa del jueves santo dijo: “Atraviesa el mundo una estela luminosa de personas, que tiene origen en el amor de Jesús por los que sufren y los enfermos. Demos gracias ahora por esto al Señor. Demos gracias por esto a todos aquellos que, en virtud de la fe y del amor, se ponen al lado de los que sufren, dando así, en definitiva, un testimonio de la bondad de Dios”.

Para las personas compasivas, es tranquilizador saber que hay ángeles que se ocupan de estos corazones rotos, de estas vidas jóvenes truncadas, pasando por la experiencia de la cárcel, del abandono familiar, enfermos, muchas veces siendo extranjeros, y con un estigma que es difícil de borrar. Damos gracias a Dios por nuestras familias que nos han dado educación y cariño, porque gracias a eso podemos ir a la prisión desde el otro lado. Y también damos gracias a Dios por tantos “Pavonis” que siguen festejando la Pascua, con los más pobres. Porque digan lo que digan, esos siempre serán imprescindibles.


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