Desde el grupo Alborada nos llegan noticias de la celebración de la Semana Santa

La lluvia deslució las procesiones de nuestra ciudad, como ha ocurrido en la mayor parte de España y esta fue la razón por la que este año, en el grupo Alborada de Cáceres, no disfrutamos juntos de algunas procesiones, pero ello no empañó nuestra alegría y, sobre todo, nuestras ganas de estar juntos y compartir una agenda de Semana Santa repleta de actividades.

Así, la noche del Jueves Santo, y recordando la última cena de Jesús con sus discípulos, nosotros quisimos reunirnos también en una cena muy familiar, donde primero reflexionamos sobre este emotivo e importante momento, leyendo un texto precioso sobre el amor fraterno y, un poco después, dimos cuenta de unos ricos alimentos que, entre todos, habíamos preparado. Las risas y juegos de muchos de los niños que han nacido ya en el grupo aportaron la nota de fiesta y color de la celebración.

Ya el Viernes Santo, durante la tarde, algunos amigos del grupo estuvimos disfrutando juntos de una película sobre la pasión y muerte de Jesús.

Y el Sábado Santo, con la idea de alejarnos un poco del bullicio que estos días inundaban las calles de todas las ciudades, unos pocos decidimos alejarnos por unas pocas horas a un pueblo cercano muy querido y familiar para nosotros. Nuestro deseo era encontrar un poco de calma para revisar nuestra vida y también reforzar un poco más el cariño y la amistad y ambas pruebas fueron superadas con gran éxito.

Al fin y al cabo, si cada uno de nosotros se esfuerza por cambiar y ser mejor persona, nuestro ambiente alrededor también mejorará, como cuando tiramos una piedra al agua en calma, formando una ola expansiva que, en mayor o menor medida, puede llegar a mucha gente.

Lo importante es descubrir el sentido de nuestra vida que, en el fondo, no es otro que amar y ser mejor persona. ¿Qué no sabes qué hacer con tu vida? La mejor profesión es precisamente ésta: dedicar cada una de tus jornadas a amar a todos los que te rodean, a luchar por mejorar cada día y, en definitiva, a ser “profesionalmente feliz”; esta actitud ante la vida tiene una gran ventaja: perdonar no te costará ningún esfuerzo, pues todo aquél que tiene buen corazón lo hará de forma natural y espontánea. Otra ventaja es que nunca te sentirás solo, ya que cada día puede ser un regalo que Dios nos ofrece para encender y llevar nuestra luz a los que viven en tinieblas y remar avanzando siempre hacia delante, uniendo nuestras fuerzas con los que van en nuestra misma barca.

Jesús pidió a sus discípulos que entregasen su vida sólo por y para el amor y aún hoy nos sigue enseñando que la mejor Semana Santa es aquélla en la que nos hemos acercado y ayudado a alguien que sufre de verdad, nos hemos sentado a su lado y le hemos acompañado, aunque, para ello, nos hayamos perdido más de una procesión, ya que el mejor paso de la Semana Santa es lograr hacer sonreír a quien lo está pasando mal.

Y así quedó reflejado en el testamento especial que Jesús nos dejó  al morir, tal como vimos en un power-point. Él no tenía posesiones ni bienes materiales, pero nos dejó su mejor herencia, cosas tan hermosas como “la estrella”, para orientar a todos aquéllos que se encuentren perdidos, su “pesebre”, para los que no tienen donde refugiarse del frío, la “cruz”, para los que están dispuestos a cargar con ella y aprender a aceptarla con humor y con amor, pero también su “Palabra”, su alegría, su sencillez y humildad, para que aprendamos de Él a vivir mejor.

Ya por la noche, tuvimos el privilegio de celebrar la Vigilia Pascual con unas religiosas de un convento de nuestra ciudad (las Clarisas) con las que pudimos compartir oraciones, música y mucha alegría, especialmente al finalizar dicha celebración y disfrutar juntos de la presencia y simpatía de uno de los más pequeñines de nuestro grupo (Miguel hijo de Pedro y Alicia).

Y, como colofón de estas fiestas tan especiales, el Domingo de Resurrección reflexionamos juntos sobre la importancia de dejar a un lado los lamentos y tristezas, para recargarnos de fuerza y optimismo y poder emprender, así, la inmensa tarea que aún queda por hacer.

Una merienda compartida puso el punto y final a una Semana Santa especial y cargada de emotividad.