La pasada semana la Cruz de los Jóvenes y el icono de María estuvieron en Cáceres

Era la mañana gélida del sábado 22 de enero cuando me encontraba expectante para recibir la llegada de la Cruz de los jóvenes (Cruz e icono que recorren los caminos de España con motivo de la JMJ que se celebrará el próximo mes de agosto en Madrid). Según pasaba el tiempo, cada vez éramos más y eso hacía sentir que la Cruz llega a todos.

Primero llegaron las cofradías con sus estandartes y a lo lejos se veía venir la Cruz tumbada, era algo emocionante (… y en este momento de la redacción de este artículo, aún me siguen entrando escalofríos al recordarlo). Todos con la Cruz y la Cruz para todos. A pesar de los discursos institucionales, llegó algo que no supe valorar en ese momento. Dos personas discapacitadas hablaron de su testimonio. La primera y más emocionante un discapacitado en sillas de ruedas desde nacimiento, no podía con el calor y el amor que recibía de nosotros, era tan grande que le impedía hablar. Nunca tan pocas palabras dijeron tanto.

El segundo también de nacimiento, nos habló de cómo entendía la Cruz de los jóvenes, de su paso por el hospital. Que no le tuviéramos pena, que a pesar que la Cruz pueda suponer el sufrimiento de Jesús, para él ha sido un alivio en su enfermedad y discapacidad.

Ya por la tarde, tuvimos el lujo de cantar en la Eucaristía que el cabildo de la Concatedral  celebraba con motivo de la visita de la Cruz a nuestra diócesis de Coria-Cáceres. Ahí estaba la Cruz y ahí estaba el coro “Alborada” amenizando la celebración con ese espíritu joven que nos caracteriza. La sorpresa y la emoción llegarían al final cuando el p. Fernando (encargado de la pastoral juvenil) nos hacía el regalo de concedernos el honor de poder trasladar la Cruz y el icono de la Virgen, desde la Concatedral de Sta. María hasta la furgoneta que la trasladaría al colegio de las Josefinas de Cáceres. Fue un momento vivido con mucha emoción en un clima de silencio y oración en el que nos sentimos unidos a tantos jóvenes y no tan jóvenes, que en otras partes del mundo la habían llevado entre sus manos.

La Cruz para mí representa el mismo sufrimiento, pero con amor, igual que cuando Jesús la llevaba al Calvario. Nunca tanto amor pudiera manifestarse con tanto sufrimiento. A mí me tocó un cachito ¡pero… qué cachito! Un compromiso de que día a día he de llevarla con amor y con sufrimiento en algunos momentos y siempre detrás de Jesús, pegado a Él. Y nunca dejaré que la hierba crezca en el camino que separa la Cruz de Jesús en el Calvario con mi cruz tras Él.

Los jóvenes tenemos un Norte, una Cruz donde mirar, no es un ídolo con pies de barro. Es Dios que nos llama al perdón y a la conversión. Yo sigo la Cruz porque nadie ni nada me ha aportado tanto amor y tanta paz en el corazón. Es estar en comunión con Jesús. Él murió por nosotros y con su resurrección nos liberó del pecado. Que la Cruz siempre esté en mi hombro como así está Jesús siempre en nuestros corazones.