Con un deseo de feliz año y de paz y compromiso para todos los días

En estos primeros días del año, recién estrenado un nuevo calendario y aún frescos los propósitos que cada uno se prometió cumplir al tomarse las uvas, me sigo haciendo la misma pregunta: ¿por qué, cuándo disfrutas tanto de algo que estás viviendo, tiene que pasar tan rápido el tiempo?

Es el sentimiento mezclado de pena y rabia, al comprobar lo deprisa que han pasado estas Navidades, cuando en nuestra memoria aún permanecen la presencia del Belén y las luces de colores de nuestras calles, que nos traen un recuerdo nostálgico de estos días vividos y, en mi caso, saboreados y disfrutados a tope.

En esta ocasión, una vez más y, al igual que me ocurrió en las Navidades anteriores, cuando me preguntan qué tal he vivido estas fiestas, me siento feliz y orgullosa de poder contestar, con una gran sonrisa, un sincero: “muy bien”, ya que, de nuevo, es una gran satisfacción poder decir que, gracias a todas las actividades de las que tenemos la oportunidad de disfrutar en Cáceres, a través del grupo Alborada, nuestra Navidad no queda reducida a una simple carrera por todos los establecimientos, soportando largas colas de gente en busca del mejor regalo, ni grandes comilonas que sólo llenan el estómago, pero muchas veces vacían el corazón.

Cualquiera que hubiese querido acercarse a la casa pavoniana de Cáceres durante estas fechas navideñas, se hubiese dado cuenta rápidamente que allí ha habido mucha vida y alegría.

Todos los días, desde el día de Navidad hasta, incluso, pasados Reyes, el Belén de de la casa se encendía y unos cuantos amigos del grupo Alborada nos reuníamos a su alrededor para escuchar alguna bonita reflexión o un villancico de Navidad. Después, cada día le tocaba a alguien diferente encender una bengala, expresando un deseo o compartiendo con los demás en voz alta sus pensamientos sobre el significado de estas fiestas.

Jesús nació pequeño, pobre y humilde, quizás para hacernos entender que aquéllos que están más solos y abandonados son sus preferidos, cuidándoles siempre con especial predilección e invitándonos a todos nosotros a hacer lo mismo.

Por esta razón, también, en estas Navidades, hemos querido llevar nuestra música y un mensaje de fe, amor y paz a algunos rincones de la ciudad en los que viven personas que, en estas fechas, sienten aún con más dolor su soledad y sufrimiento.

Así, en dos residencias de ancianos a las que acudimos, la melodía de unos cuantos villancicos y las sonrisas despiertas de los más pequeños del grupo, hicieron las delicias de todos los que nos escucharon. Al despedirnos, con un calendario del nuevo año en sus manos, que les habíamos regalado como recuerdo, su saludo alegre y emocionado nos confirmó que nuestra visita había merecido la pena, y mucho.

También fue bonito y muy emotivo el poder entrar en la cárcel para compartir con los presos una Eucaristía de Navidad. Para algunos de ellos, el encuentro supuso una luz en medio de tanta oscuridad y un rato de alegría y esperanza entre tanto sentimiento de tristeza y fracaso.

Tampoco nos hemos olvidado, en estos días, de la gente sin hogar, con quienes hemos seguido compartiendo algún café y buenos ratos de compañía.

Personas todas ellas a las que hemos tenido la suerte de acercarnos y disfrutar a su lado de una auténtica y especial Navidad.

Pero la tarea aún no ha acabado, ya que es mucho lo que queda por hacer y mucha gente a la que podemos y debemos ayudar.

El nacimiento de Jesús en la Navidad ha sido sólo un cargarnos de pilas e ilusiones renovadas, un alto en el camino para reponer fuerzas y ponernos manos a la obra con más ganas que nunca.

Para ello, seguiremos unidos en la fe, la ilusión y la amistad.