Breve crónica de lo mucho vivido en la Pererinación de Confianza por toda la tierra

Del 28 de diciembre al 1 de enero, un grupo de jóvenes Saiano y aledaños, han participado en la Peregrinación de Confianza por toda la tierra, organizada por la Comunidad de Taizé. Fue una idea del hno. Roger que cada ciudad europea y cada ciudad del mundo, fuese al menos por unos días Taizé y viviese los valores que allí se viven, la precariedad, la aventura, la oración, el encuentro, el diálogo, la acogida... y sobre todo la confianza. Una idea brillante sin duda, que esta vez convirtió Rótterdam en un hervidero de jóvenes que varias veces al día colapsaban el metro y todos los servicios púlbicos y tomaron literalmente, las calles de esta hermosa ciudad.

Nosotros nos apuntamos hace ya un mes, y con mucha ilusión y un poco de angustia fuimos preparando la pequeña mochila, ya que no cabían las cosas como es menester. En fin, la noche antes pocos durmieron. La casa de Valladolid nos acogió pero algunos no aprovecharon suficientemente la cama. Y por la mañana, rápidos a Villanubla con la confianza de que el avión despegaría a pesar del temporal que azotó días antes a toda Europa del norte. Aterrizamos en Weeze, cerca de Düsseldorf en Alemania y un Sebastián y su servicio de Taxi Cox nos acercó hasta el Ahoy de Rótterdam. El paisaje invernizo, con mucha nieve y alguna ventisca, nos hacía temer lo peor. Preparados veníamos. Al llegar, después de una pequeña espera, nos hicieron la acogida unos jóvenes de Murcia que estaban allí desde hacía dos días, con una invitación muy cordial y sincera a vivir estos días en confianza, a abrirnos a la aventura y a dejarnos sorprender. Nos decían: cuando no os entiendan, poned una enorme sonrisa, que es un lenguaje universal. Y así lo hicimos. Enseguida vino otro susto: unos debían ir a dormir a La Haya (Den Haag) y otros coger la línea de metro de Nesseland para ir a una iglesia protestante llamada Open Hoff. Los sorteos, el mosqueo... y llegamos. Las familias que nos acogieron fueron encantadoras y  nos brindaron todo tipo de atenciones. La pena fue que tuvimos que separarnos y hacer las binas mezclando uno más avezado en el inglés y otro que hablara román paladín. La aventura estaba servida y así, cada vez que nos encontrábamos, todos querían contar su experiencia en la casa, cómo era su familia, lo que habían hecho... desde enseñar a bailar pasodobles, hasta participar en el servicio de fin de año de la Iglesia Protestante Holandesa... en fin, un batiburrillo de comidas, experiencias, personas... y mucha, mucha alegría por la experiencia que estábamos viviendo. La mañana la pasábamos en las iglesias de acogida y comíamos en el Ahoy. Por la tarde, con algún taller o por nuestra cuenta, conocimos La Haya, el Arca de Noé, el puerto, el estadio, el centro de Rotterdam, la catedral calvinista... y por la noche, después de la oración de la tarde, de nuevo a las familias, que nos estaban esperando ansiosas de saber qué habíamos hecho durante el día.
La cobertura que los medios de comunicación holandeses dieron a la noticia, fue realmente admirable: todos los días salíamos en la prensa, en la televisión... y las familias de acogida seguían las noticias emocionadas. Así hasta la noche de fin de año, la cena de nochevieja, las delicatesen holandesas, la oración por la paz... y la intemerata de fuegos artificiales y cohetes. Nosotros, las uvas, como es de ley, y después esta sorpresa atronadora. Estuvimos bailando y cantando en la Fiesta de las Naciones hasta altas horas de la madrugada, los españoles, cómo no, cantando y bailando la Macarena, coreada por lituanos, polacos, franceses, croatas... con acentos surtidos.

Nos fuimos con mucha pena de Rótterdam, pero la aventura seguía para nosotros. Sin saber muy bien cómo y dónde íbamos a dormir o comer, partimos hacia Utrech. Marvillosa catedral y torre, hermosas calles. Una ciudad mágica que nuevamente nos deparó dulces pero separados sueños: unos en el albergue público, un poco bohemio y marihuanero, y otros en medio del bosque, en la casa de la bruja. El día siguiente, a Amsterdam, preciosa ciudad que nos recorrimos varias veces, una con el guía español (un cromo realmente) y otras tantas buscando alojamiento y comida. Los sacramentinos nos brindaron una estupenda acogida, finalmente nos dejaron celebrar la eucaristía en una de las capillas católicas "secretas" de Amsterdam, y nos permitieron dejar allí las mochilas. El albergue, maravilloso, las calles y canales de la ciudad, de ensueño, el barrio Rojo, la plaza Rembradt, el barrio judío, el puerto, el Nemo, la estación... No nos cansábamos de pasear por esta hermosa ciudad, con una magia y encanto especial.

Un recuerdo y un agradecimiento especial a las familias que nos acogieron. Gracias y que Dios os pague tantas atenciones. Un recuerdo especial para el dominicano Carlos, para Alejandra y su esposo, para los murcianos tan majos, para los sacramentinos, y para toda la gente que hizo de esta aventura un viaje delicioso para el recuerdo y la nostalgia. Nos dijo el hno. Alois, que el próximo año será el Encuentro Europeo en Berlín. Allí estaremos mientras el cuerpo aguante, formando parte de esta hermosa peregrinación de confianza.

Para los adictos, saianos, viajeros, etc. que no piensen que hemos colgado todas las fotos. Hay así como unas 200 más, algunas muy curiosas, pero por motivos obvios no las publicamos. Que las pidan a través de la web y se las haremos llegar.