Una semana en Taizé, del 25 de julio al 1 de agosto

         La comunidad de Taizé, a través de voluntarios y permanentes, nos recibió con los brazos abiertos, radiante de jóvenes y de vida. Siempre sorprende esta comunidad que vive la confianza y la reconciliación como máximas de la vida monástica, abierta a todos los pueblos y todas las culturas, especialmente a aquellos que padecen conflictos. En la formación de la nueva Europa y en la apertura del Este, ha sido sin duda decisiva su aportación. En la colina de Taizé, se vive la paz, la fiesta, el silencio y el encuentro. Unos 3800 jóvenes y menos jóvenes que había el jueves y viernes, son los testigos de que el encuentro y el entendimiento es posible, y que la lengua del amor y la solidaridad llega más lejos incluso que el inglés. Nuestros jóvenes han participado encantados, progresivamente se han ido metiendo en la experiencia, hasta que ésta les ha cogido. Han disfrutado por las noches en el Oyak, pero también en la cola de la comida, en los grupos, en las tiendas intentando coger el sueño, y también en la oración. La intensidad, el número, el silencio, el canto... impresionan de tal manera, que nadie puede quedarse impasible. Todavía en el autobús de regreso y estos días que han seguido a la experiencia, a alguno no se le va de la cabeza alguna melodía, que nos persigue como la huella de Dios en nuestras vidas. Nos despedimos de esta comunidad tan plural de Taizé, en medio de una gran tormenta que hizo a todos refugiarse donde pudieron, y nos despedimos con ganas de volver, por haber dejado un trozo de corazón en esa maravillosa iglesia de la Reconciliación. No sabemos cuándo será posible repetir la experiencia, pero ganas de hacerlo no faltan. Nos quedamos ahora con ese rumor de ángeles de las melodías de Taizé, preparando la Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar el próximo mes de agosto, dentro de un año, en Madrid. Allí nos encontraremos de nuevo con otro aluvión de jóvenes, los mismos jóvenes, que buscan el sentido de la vida, y que lo buscan en las raíces cristianas de la vieja Europa.