Del 22 al 25 de de julio, un grupo de jóvenes y animadores Saiano se acercaron a París y Taizé

        La idea de vivir la experiencia de una semana en Taizé, surgió en nosotros durante el verano pasado. Casi por casualidad, llegamos allí, y nos gustó tanto el ambiente, la forma de trabajar, la sencillez, el canto, el lugar y la oración, que nos dijimos: hay que traer a los jóvenes. Todos los demás detalles del viaje, se han ido concretando por medio de la Providencia de Dios, tan querida por el padre Pavoni. Por eso la experiencia ha sido un canto a la confianza en Dios y en los demás, a la interioridad, a la pluralidad, a la reciprocidad... todos dones del Espíritu de Jesús. Nos llamaba la atención los primeros días la belleza y armonía de París, sus calles, plazas, la Tour Eiffel siempre detrás de nosotros, vigilante y cómplice. Gracias a las religiosas de María Inmaculada y sobre todo a las hermanas Sacramentinas de París, conseguimos alojamiento durante esos dos días preciosos, y además a 5 minutos del Trocadero, en un lugar muy céntrico de París. El Louvre, La Madeleine, Montmartre y Le Sacre Coeur, el Arco del Triunfo, los barrios del Pigalle y Latino, las fuentes, las plazas, Notre Dame y la Sainte Châpelle... todo nos dejó boquiabiertos, con ganas de volver a esta ciudad tan cara, pero tan luminosa y llena de vida y de arte. Cada rincón nos decía algo, cada piedra, cada esquina... los más valientes fueron hasta un cementerio a buscar la tumba de Edith Piaf, otros disfrutaron con las compras, y otros tomando un café en una bulliciosa terraza del barrio Latino. Conseguimos la gesta de ver París en dos días, con sus museos incluidos, pero todavía nos quedaba una gesta mayor, que era la de llegar a Taizé y pasar allí una semana de calma, encuentro, sorpresas y porqué no, un poco de hambre.

            Publicamos las fotos de la experiencia y la crónica en dos etapas. Esta primera habla de la maravillosa visita a París, y de camino hacia Taizé a la villa de Dijon, donde se encuentra la tumba de Juan sin Miedo que por lo visto era familia de Felipe el Hermoso. Una pequeña ciudad, muy acogedora y muy bonita. El título ‘París me mata’, alude a cómo quedamos y cómo quedaron los pies después de la apasionante carrera por el Louvre y las calles de París, efectivamente mataos.

            Desde estas líneas agradecemos tantas atenciones de la Divina Providencia, que estos días previos a Taizé se expresó de numerosas maneras, sobre todo a través de las hermanas Sacramentinas, que nos dejaron la llave de su casa y nos dieron todo tipo de facilidades.