Breve crónica de lo mucho vivido en Polonia, en la pasada nochevieja

La experiencia prometía... Pasar cinco días con miles de jóvenes de toda Europa y de otros lugares, descubrir la Iglesia como fermento de comunión en la familia humana, descubrir un pueblo y una ciudad a través de encuentros personales, preparar un porvenir de paz más allá de los muros que nos separan, rezar juntos a  través del canto y del silencio, ser acogido por las familias y las parroquias de Poznan y de la región, buscar un sentido a tu vida y a vivir del Evangelio en medio de los desafíos de nuestro tiempo... y sobre todo comenzar una « Peregrinación de Confianza » en nuestra propia vida. Realmente nos consideramos unos privilegiados los cinco magníficos que tuvimos ocasión de vivir este Encuentro que organiza anualmente la comunidad ecuménica de Taizé, esta vez en Poznan (Polonia).

El 27 de diciembre por la noche ya estábamos todos en Majadahonda para dormir, con cierto susto, muchas expectativas, y una mochila demasiado llena de cosas. Comenzamos a pesar los bultos, ya que la compañía Ryanair no nos dejaba volar con más de 10 kg. y un volumen determinado, y a aflojar un poco el peso del equipaje. Otros viajeros nos avían avisado de lo peligroso que era viajar con más peso o volumen de la cuenta. Al llegar a Alicante, como teníamos tiempo dimos un paseo precioso por la playa y el centro histórico, posando para la prensa como mandan los cánones, y con la tentación de darnos un baño en el Mediterráneo, siempre espléndido.

El 28 por la tarde salimos hacia Wroclaw. La recepción de la ciudad fue de todo menos calurosa. Una ventisca de nieve y granizo, un frío helador y una noche cerrada nos dieron la bienvenida. Localizamos el autobús que nos llevaría a la estación, pero faltaba tiempo y dimos una vuelta por el aeropuerto. La verdad es que el temporal nos asustó un poco, y el autobús iba tan lleno que no pudimos ni acercarnos al conductor para pagar. Buscamos alojamiento en un albergue, sacamos los billetes para el día siguiente, cenamos algo... e hicimos noche en esta hermosa y fría ciudad también llamada la Venecia polaca por los numerosos puentes que atraviesan el río Odra. Otro de los trámites necesarios para quien aterriza es el cambio de euros en zlotys. El cambio está bastante bien y cunden mucho los zlotys, aunque como no se conoce bien la moneda la tendencia siempre es a ahorrar.

De madrugada, siempre corriendo cogimos el tren rumbo Poznan. A medida que nos acercábamos íbamos viendo más y más jóvenes, hasta llegar a 30.000, que fueron los participantes en este Encuentro. El ambiente, que no el clima, se iba caldeando, y por todas partes se veían carteles informativos del encuentro de Taizé.

En Poznan nos dimos cuenta de que todo estaba perfectamente organizado; nos fueron mandando de un lugar a otro, hasta que el tren nos llevó a Kostrzyn, un pueblo grande a media hora de Poznan. Allí nos esperaba la familia Pirogowicz, Grazyna y Sygmunt y sus hijos. Decían que en su juventud habían hecho un viaje parecido y que les habían acogido muy bien, y que nunca tuvieron ocasión de devolver el favor, y por eso nos acogían a los cinco en su casa. Realmente exquisita la acogida y los detalles para con nosotros, el esfuerzo de toda la familia por hablar inglés y por podernos entender... Nos faltan palabras para agradecerles tantas atenciones, la espera del tren, los viajes, los gestos... También tenemos que recordar al sacerdote de la parroquia, Maciej o Matías, que nos trató muy bien y nos hizo la estancia más fácil y agradable, hablando un italiano bastante bueno.

El Encuentro europeo de jóvenes de Taizé tuvo lugar en el MTP, la Feria de Muestras al lado de la estación de trenes de Poznan, lo que hacía que tuviéramos que caminar poco. En el MTP tenían lugar los actos principales: a las 12 h. el almuerzo, a las 13 h. la oración, por la tarde los talleres, a las 17,30 h. la cena y a las 19 h. la oración del atardecer. Para que os hagáis una idea, hay que decir que en esta época en Polonia, a las 16,30 o 17 h. es ya de noche.

Especialmente significativa fue la oración de la tarde del día 31, donde nos dieron a todos una velita encendida mientras cantábamos “Cristo Jesús que las tinieblas en mí no tengan voz”. Por las mañanas teníamos la oración a las 8,30 h. en los lugares de acogida. En Kostrzyn estábamos hospedados unos 200 jóvenes de Ucrania, Bosnia, Suiza, Francia, Bélgica, Lituania, España y diversos lugares de Polonia. También nos llamó la atención la forma de celebrar el cambio de año (la Nochevieja), haciendo una oración por la paz en el mundo, especialmente en los países que más sufren. Al sonar las doce campanadas, globos, besos y saludos y actuaciones de los diferentes países en una hermosa “fiesta de las naciones”. Algunos valencianos no pudieron resistir la tentación de comer las doce uvas que traían perfectamente envasadas en una lata. En la fiesta de fin de año, delicias culinarias de los habitantes de Kostrinz, canapés con diversos patés, eso sí, todos con pepinillo, salsas tártaras y otras delicatesen polacas. La bollería suculenta con bizcochos y otros dulces a base de yogurt y queso, sin olvidarnos de los donuts macizos con mermelada. En fin, que estuvimos bailando y cantando hasta las 2, hora poco habitual para los polacos.

Realmente fue impresionante ver a tantos jóvenes juntos, rezando, en silencio, cantando los mismos cantos, aún siendo de diferentes nacionalidades e idiomas. Una vez más la comunidad ecuménica de Taizé nos demostró que es posible entendernos y hacer una Europa unida, construir puentes con las piedras de los muros, y crear una cultura de la reconciliación y del encuentro. Ellos mismos nos pidieron que en el Encuentro no utilizáramos símbolos nacionalistas que subrayaran lo particular o específico de cada país. Esa meta de la reconciliación y del encuentro, trazada desde su origen por el hno. Roger, sigue siendo el motor que mueve esta comunidad así como a tantos jóvenes que se reúnen en torno a ella. Impresionante fue también ver comer a tanto personal en menos de una hora, el reparto de la comida, el funcionamiento a nivel práctico... realmente admirable.

Siempre bajo la nieve y con cierta pena, el 2 de enero dejamos Poznan y fuimos en tren a Torun, una hermosa ciudad medieval, patrimonio de la humanidad, llena de monumentos, torres, iglesias... Sobre esto de las iglesias nos llamó mucho la atención la piedad y religiosidad del pueblo polaco. Las iglesias llenas, los jóvenes participando a pesar del frío que hacía. En Torum vimos la casa-museo de Mikolaj Kopernik, subimos a la torre del reloj del mercado, visitamos la catedral de los Santos Juanes donde está la Tuba Dei, la iglesia de la Virgen María,  el castillo teutónico, la famosa torre inclinada con su recuerdo moral. Nos llamó la atención la anchura del río Vístula a su paso por Torum, y cómo bajaban los cascotes de hielo por el río a modo de icebergs.  Celebramos la eucaristía en la iglesia de Santiago, rodeados de monaguillos y acólitos, siendo este templo el lugar donde más frío pasamos.

Wroclaw nos recibió y nos despidió también con nieve. No podía ser de otra manera. En esta ciudad, hicimos una comida típica polaca (aunque ya habíamos degustado algunas cosas en casa de los Pirogowicz), y probamos la famosa barszcz, o sopa roja hecha con remolacha, los no menos famoso ‘pierogis’ en la plaza del Mercado de Wroclaw, una especie de ravioli rellenos de carne y verdura, el Gulasz o carne de cerdo muy bien arreglada, y de postre unos crêpes de requesón y chocolate, para quitar el hipo a cualquiera. Regamos estos suculentos platos con un rico vodka para sobrevivir al frío de la noche. En Wroclaw paseamos mucho e hicimos las últimas compras, hasta que llegamos al aeropuerto, siempre con el miedo del sobrepeso y los cacheos.

En fin, un viaje para contar y para repetir por supuesto, que nos recuerda lo pequeño que es el mundo, lo cerca que estamos los unos de los otros, y lo fácil que es entenderse cuando hay voluntad de hacerlo, y sobre todo el anhelo de reconciliación y de encuentro que hay en el corazón del ser humano. En verano volveremos a acercarnos a Taizé en Francia, cerca de Lyón en una convocatoria especial de la FPE y de la PJV para participar una semana de la vida de esta comunidad ecuménica. Una vez explorado el territorio tampoco descartamos organizar una excursión a Czestochowa, Wadowice tierra de Juan Pablo II, y Krakow o Cracovia, pero eso lo anunciaremos con suficiente antelación ya que la convocatoria merece la pena.