En Villavicencio el tiempo es ciertamente otro. Desde allí nos llegan una bonita crónica y mucha fot

         Como todo lo que se experimenta por primera vez, este campamento ha sido algo especial, quizás irrepetible para muchos de nosotros. Un conjunto de emociones calaron en el corazón de los 35 jóvenes pavonianos participantes, desde el primer día que llegamos al Centro Juvenil Pavoni el 10 de diciembre. Allí nos esperaba la mesa puesta y un suculento sancocho preparado en la hoguera con todo el cariño de los jóvenes llaneros. Después los saludos y un pequeño descanso para reconocer el terreno y comenzar a relacionarnos entre todos. Por la tarde, los chicos de Villavicencio nos tenían preparado un juego de pistas por toda la parroquia. El sol calentaba con furia, pero eso no fue impedimento para que nos divirtiéramos de lo lindo y conociéramos algo de la realidad de la parroquia San Marcos en la que está enclavaba la comunidad pavoniana. Por la noche, después de ir juntos a la misa parroquial y de preparar, siempre con leña y al aire libre, un poquito de comida, hicimos una fogata con juegos y risas. Recordemos que  era el día del FUEGO y había que rendirle pleitesía. En uno de esos juegos nocturnos Xiomara se abrazó tanto a un palo de limón que el palo no se aguantó y la dio un pico en la cara y desgraciadamente tuvimos la primera lesionada, pero al final, gracias a Dios, no fue tan grave y descubrimos así el apoyo y la preocupación de todos por nuestra compañera. A pesar del susto, por la noche algunos no resistieron la tentación de echar la primera rumbeadita.

A la mañana siguiente había que celebrar el día del AGUA y por eso subimos todos en una pequeña colectiva con destino al Jardín Botánico de Villavicencio. Estuvo bonito el sendero, pero lo que más nos gustó fueron las pozas de agua natural y cristalina donde nos refrescamos y recochamos a lo grande. Al regresar, aunque estábamos algo cansados, fuimos a misa y por la noche algunos vieron una película y otros jugaron pingpong, voleibol o simplemente charlaron tranquilos.

El sábado fue el día de la TIERRA. Por la mañana hicimos un retiro para honrar a nuestra Madre Tierra. El símbolo utilizado fue el del árbol seco en el que íbamos colocando símbolos de esperanza. Como reflexionamos por parejas, no se nos hizo tan duro ese momento de silencio. Después plantamos un jardín en el patio (¡por cierto  creo que han prendido casi todas las maticas que enterramos!) y así terminó la mañana. Por la tarde estuvimos tranquilos en el Centro juvenil y por la noche nos fuimos a ver la iluminación de Villavo. La colectiva se convirtió en una discoteca y en una fiesta y la iluminación de “la Bella” encantó a todos. Allí algunos novios veteranos sintieron como su corazón palpitaba aún más fuerte.

El domingo fue el día de descanso y el DÍA DEL SEÑOR. Nos levantamos un poco más tarde y, después del almuerzo, fuimos a una finquita cercana a darnos un chapuzón. Regresamos para la eucaristía dominical de las 6 p.m. y nuestro aporte a la comunidad fue una bonita danza “la gata golosa” que bailaron las chicas de Bogotá con los chicos llaneros en el momento de la comunión. A más de una mamá de estos chicos se le cayeron lagrimitas de emoción.

El lunes madrugamos un poco para salir al campo y respirar un poco de aire puro. Ese día celebramos el día del VIENTO. Fue una caminata algo dura, cuatro horas, con pruebas, penitencias, montaña, puentes colgantes,… pero a cambio el Señor nos regaló un sol espléndido que nos permitió disfrutar de un paisaje inimitable. Por la noche, llegó lo más esperado por todos, la gran rumba final. Lo que ocurre es que algunos estábamos tan cansados que no nos quedaron muchas ganas de bailar.

Y así llegó el martes. Día de despedidas, tristeza, lágrimas y sentimientos a flor de piel. Antes de marchar quisimos dejar la casa bien recogidita, como la encontramos, tomamos direcciones, teléfonos, e-mail, etc. Y después de un fuerte abrazo nos despedimos diciendo ¡Hasta el próximo campamento!

Algunos ya están haciendo planes para encontrarse en Bogotá o en Villavo; otros quizás ya no se vuelvan a encontrar, pero lo que sí es seguro es que esta experiencia ha calado muy hondo en nuestras vidas y que merece la pena repetirla para el próximo año.

Como mensaje conclusivo, pienso que este campamento ha sido una acción de gracias gozosa al Dios Creador y protector. Jesucristo, nuestro Señor, es la QUINTAESENCIA, que necesitamos los jóvenes para encontrar el sentido a nuestra vida y María es el AGUA PURA  que calma nuestra sed de Dios.

Un saludo especial a todos los monitores que hicieron posible este campamento y a nuestro Dios que regaló unos días muy bellos a estos jóvenes pavonianos.