Desde el Grupo Alborada de Cáceres nos hacen una invitación singular

Tras el sonido del despertador cada mañana empieza, para la mayoría de nosotros, una carrera frenética y vertiginosa por llegar a tiempo y cumplir con todas nuestras múltiples tareas y obligaciones, que ocuparán casi toda nuestra jornada, hasta casi el final del día: estudios, trabajos, reuniones…y otras muchas actividades que engrosan las páginas de nuestras abultadas agendas.

En muchas ocasiones llegamos agotados cada noche a la cama, deseando que llegue rápido el tan esperado fin de semana o, aún mejor, las soñadas vacaciones.

Pero, al llegar ese tan merecido descanso, volvemos a llenar nuestras maratonianas jornadas con múltiples actividades que ocupan todo nuestro tiempo libre.

Sin embargo, ¿nos hemos preguntado alguna vez si toda esta carrera por apurar el tiempo al máximo tiene algún sentido? ¿Realmente nos sentimos dueños de nuestro tiempo y de nuestra vida?

Conscientes de la importancia de detenerse y aparcar el reloj cada cierto tiempo, agradecer todo lo que tenemos o, simplemente, recargar pilas, el grupo Alborada de Cáceres, durante el pasado Sábado 21 de Noviembre, quisimos hacer un paréntesis en nuestros compromisos y decidimos alejarnos de la ciudad para pasar un día de convivencia en Montánchez, lugar muy querido por todos nosotros, por la cantidad de hermosos recuerdos de otras convivencias y campamentos que se acumulan en nuestra mente de cada uno de sus rincones.

Una vez allí y tras escuchar algunas interesantes reflexiones sobre este tema del “Silencio” de la mano del p. Gianni, nos dispersamos todos por diferentes rincones de la casa y del patio para hacer la experiencia de permanecer a solas durante casi una hora, ayudados por un bonito texto que previamente se nos había repartido. Una hora no parece demasiado tiempo o, para quien no está acostumbrado, puede llegar incluso a parecer eterno, pero sí fue suficiente para calmar nuestra mente, entrar en armonía con la naturaleza que nos rodeaba y dejar aparcadas por un rato nuestras preocupaciones.

Todos, en mayor o menor medida, supimos sacar buen provecho de esta iniciativa, como así quedó reflejado en las opiniones que pudimos compartir al final.

En nuestra sociedad, nos dimos cuenta que a muchas personas les asusta el silencio y les inquieta siquiera la experiencia de quedarse tan sólo unos minutos a solas con ellos mismos: prefieren el ruido, donde ocultan sus problemas, esconden sus frustraciones y se convencen de haber encontrado la auténtica felicidad.

El silencio puede resultar duro e incómodo si no se está familiarizado a él, pero, bien aprovechado, puede llegar a ser muy constructivo y gratificante.

A menudo olvidamos que el silencio es el mejor camino para encontrarnos a nosotros mismos y descubrir el verdadero sentido de todo lo que tenemos y lo que hacemos.

El hombre de hoy necesita silencio, para defenderse de ese afán por imponer un estilo de vida consumista y lleno de intereses. Silencio para volver a encontrar la paz perdida, silencio para poner en orden nuestras ideas y nuestra escala de valores, silencio para volver a redescubrir y escuchar viejos sonidos ya perdidos en nuestra memoria: el canto de los pájaros, la caída de una hoja, el murmullo del viento, el suspiro de una persona preocupada…, tantos y tantos sonidos que hace tiempo los hemos quedado relegados a un segundo plano, mostrándonos insensibles e indiferentes ante su presencia.

Al fin y al cabo, es el único camino para mantener firme el control de nuestra vida y la mejor “medicina” para curar tantas situaciones de ansiedad y estrés que se cuelan en muchas de nuestras jornadas.     

 

Blanca Murillo

Grupo Alborada - Cáceres


Galería de fotos