Llegados sanos y salvos 13 peregrinos de Santiago, agradecen al Apóstol la significativa experiencia

Diez días fuera de casa. Atrás quedan unos 230 km. Hemos llegado a Santiago, a nuestra meta, y es hora de “volver a”, volver a la antigua vida, a la rutina diaria. La ciudad del Apóstol impresionante, a nuestros pies, abierta en todo su misterio, llena de vida.

En la Praza das Praterías, la gente se agolpa para ver unos funambuleros, que como en tiempos remotos, entretienen a peregrinos y viajeros haciendo de la ciudad una fiesta eterna. Siempre parece domingo en Santiago. Llevamos diez andando, durmiendo en el suelo entre la multitud, durmiendo en cementerios, en bóvedas de iglesias, en pabellones... Volver a dormir en mi cama, en mi habitación, comer en una mesa, con todo en orden... ¿cómo hacerlo?.  Echo de menos los ronquidos, gente hablando en sueños, los “sonidos” de la noche y del sueño de estos hermanos.

Y toda esa ropa en mi armario: ¿para qué? Me doy cuenta de que todo lo necesario para vivir feliz cabe en una mochila. Me costará volver a la comodidad de la vida que llevamos. Creo que ahora veo las cosas de forma más crítica, más esencial.

Me he dado una vuelta por la calle y veo a la gente distinta. ¿Ha cambiado o he cambiado yo? Quizá haya cambiado mi forma de ver a la gente.

Me encanta la gente que ha caminado conmigo. La intensidad de la experiencia ha hecho que nos sintiéramos en la misma barca. Su compañía es casi una necesidad.

Sin quererlo, hemos hecho camino al andar, las quejas, ampollas y dolores, se han convertido en agradecimiento. Al final ya nadie se quejaba, porque el Camino es sanador y cambia la forma de ver la vida. Cuando he entrado en la Catedral de Santiago y mi mirada se cruzó con la de otros caminantes, vi tanta profundidad en sus ojos que me sentí dichoso, supe que sentíamos lo mismo. Comprendí tantas cosas... Emocionante la llegada al Monte del Gozo, y echar la vista atrás por le visor de las fotografías, a tantas jornadas agotadoras, al sol a la lluvia, a las fuentes, a los repechitos, a las buenas personas que hemos encontrado... Brian, Yes, Patrick (Piter para los amigos), Juan, Guillermo, Mauro y demás madrileños, don Bernardino y Santiago, Andrea y sus chicos de Génova, hospitaleros y hospitaleras a lo largo y ancho del camino, buena gente, buen rollo, buenos recuerdos... Emocionante echar la vista atrás y sobre todo adelante, y ver las torres del Obradoiro por la calle Concheiros, y rezar el credo en la tumba del Apóstol, y abrazarle en nombre de tantas personas... Emocionante recibir la Compostela, y seguir caminando por las calles de esta ciudad maravillosa. Ya no hay temor, ni cansancio, ni agotamiento... sólo alegría. He descubierto que “El Camino” no ha acabado aquí, la llegada a Santiago es sólo el comienzo. Todo empieza ahora, el camino es la Vida. El Camino ha sido metáfora de tantas situaciones. Gracias amigos, gracias Santiago.

Unos romanos, en la estación de Santiago nos recomendaban hacer la Ruta Inglesa, y el Camino Primitivo... y ¡cuántos caminos por recorrer! Que el Señor de la Vida, nos siga regalando caminos y sugerencias y fuerzas para recorrerlos. Ser en la vida romero, sólo romero que cruza siempre por caminos nuevos...