En el inicio del bicentenario del Instituto de San Bernabé

Queridos hermanos, religiosos y laicos de la Familia pavoniana:

Estamos terminando el año 2020. Tenemos que agradecer a Dios las cosas buenas que hemos podido hacer y los beneficios que de él hemos recibido. Es una ocasión para pedir perdón por el mal que hayamos hecho o por el bien que hemos dejado de hacer. Ha sido un año en el que la humanidad ha sufrido las consecuencias de una larga pandemia. Como sabemos, muchas personas han perdido seres queridos, otras están recuperándose de las secuelas causadas por la enfermedad. También nosotros hemos sido golpeados por esta pandemia y, aunque no hemos perdido religiosos, como ha sucedido en otras congregaciones, sí hemos perdido algunos laicos: a estos les encomendamos a la misericordia de Dios. Seguimos rezando por los religiosos y laicos pavonianos que están recuperándose. En el momento en que escribo esta carta, recibo la noticia de que el p. Agustín Galavotti, ingresado en el hospital de Génova, está grave. Recemos por él y pongámosle bajo la protección de nuestro santo Fundador.

Esta pandemia ha trastocado todos nuestros planes y proyectos personales, familiares, comunitarios y generales. No hemos podido celebrar el Capítulo general en el mes de julio como estaba previsto; lo convocaremos de nuevo en el mes de febrero, y esperemos poder celebrarlo en el mes de julio próximo. Toda esta situación ha hecho crecer en nosotros:

  • La confianza en la Providencia de Dios que nos habla también a través de estos signos de los tiempos. Hemos experimentado que estamos en sus manos, con él lo podemos todo, y sin él no podemos hacer nada;
  • El sentido de unidad y fraternidad: hemos comprendido que nos necesitamos los unos a los otros, a pesar de nuestras diferencias;
  • La cercanía y solidaridad con los que más sufren esta pandemia, expresada a través de nuestras actividades y otras iniciativas solidarias;
  • La conciencia de nuestra pequeñez e insignificancia. Pensábamos que podíamos con todo, que lo controlábamos todo, pero hemos caído en la cuenta de que no es así, y que somos muy vulnerables;
  • La esperanza en un futuro mejor construido, juntos en fraternidad y alegría.  No es resignación, sino confianza, alegría y esperanza fundadas en el Dios con nosotros.

El año 2021 recordamos y celebramos el bicentenario del nacimiento del Instituto San Bernabé, fruto de la fe de S. Ludovico Pavoni, una fe que se ha hecho activa a través de una caridad creativa. Tenemos muchos estudios y reflexiones sobre el Instituto de S. Bernabé, haríamos bien en leer, reflexionar y compartir algunos de estos escritos a lo largo de este año. Creo que para ser pavonianos, religiosos sacerdotes, religiosos laicos o laicos pavonianos, como nos quería nuestro Fundador, debemos mirar y aprender de él en el Instituto S. Bernabé. Es en el Instituto de S. Bernabé donde encontramos el Pavoni más real y genuino, donde descubrimos su intuición y el núcleo del carisma que nos ha dejado en herencia. No se trata de repetir las actividades que llevó a cabo nuestro Fundador, se trata de imitarle y encarnar el carisma en la actualidad.

En el Instituto de S. Bernabé Pavoni descubre la manera concreta de seguir a Jesús. El Instituto de S. Bernabé es para él el lugar y la mediación de la salvación de Dios. El Instituto de S. Bernabé es para él la manera de poner en práctica el evangelio y de hacer realidad el mensaje de amor y misericordia que Jesús trae de parte de Dios para el mundo de los muchachos y jóvenes más necesitados. Sabemos que Pavoni funda la Congregación y se hace religioso, no porque creyese que este estado de vida era mejor que otros, sino para garantizar la continuidad del proyecto iniciado en S. Bernabé. Nosotros optamos por ser religiosos o laicos pavonianos, porque estamos apasionados por el mundo de los jóvenes, porque creemos que entregar la vida por ellos, es la mejor manera de servir a Dios. Esto lo entendieron muy bien nuestros hermanos ancianos, ellos entregaron su vida a Dios desde el silencio y el trabajo generoso, desde una presencia efectiva con los muchachos. No hacían muchos discursos o disertaciones sobre los jóvenes, pero les hablaban con la vida de cada día entregada por ellos, viviendo con ellos. En El Instituto de S. Bernabé descubrimos la verdadera identidad del pavoniano. Mirando a Pavoni en S. Bernabé descubrimos que, si queremos ser significativos como él lo fue, tenemos que:

  • estar atentos a las necesidades de los jóvenes de hoy, descubrir sus anhelos y esperanzas y salir a su encuentro. No tenemos que teorizar sobre el mundo juvenil, sino ponernos manos a la obra y trabajar con y para los jóvenes. Ellos son la voz de Dios para nosotros, como lo fue para nuestro padre Fundador. Hablamos mucho de los muchachos y jóvenes más necesitados y decimos que hemos nacido para ellos, pero ¿estamos atentos a sus necesidades? ¿Sabemos cuales son sus esperanzas, sus proyectos y sus preocupaciones?
  • Ser sensibles ante la realidad juvenil de hoy. Nuestro corazón paterno tiene que sufrir ante “el naufragio” de tantos muchachos y jóvenes de hoy. Tenemos que convertirnos en compañeros de su camino, es más, tenemos que convertirnos en su familia. No se puede ser pavonianos sin tener un corazón sensible hacia los jóvenes ¿Nos consideramos familia de los jóvenes? ¿Nos preocupa su mundo o nos molestan? ¿Dejamos que los jóvenes nos saquen de nuestros espacios de confort, de nuestras comodidades y manías? ¿Abrimos las puertas del corazón y de la casa a los jóvenes?
  • Saber que este proyecto no es nuestro, sino que es el proyecto de Dios, el proyecto dictado por el cielo. Estamos enfrascados en una reestructuración o redimensionamiento de nuestras presencias: ¿lo hacemos sabiendo que el proyecto es de Dios, o pensamos que es nuestro? ¿Qué es lo que quiere Dios de los pavonianos hoy? ¿Qué quieren los jóvenes de los pavonianos hoy? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a entregar todo lo que somos y tenemos por ellos?
  • Saber que la finalidad de dejar todo: familia, proyectos personales, aspiraciones humanas etc., es gastarnos para ayudar a crecer y a progresar a los jóvenes como personas y como hijos de Dios. Ser religioso o laico pavoniano es un modo de ser para los muchachos y jóvenes más necesitados y “amarlos como a la pupila de nuestros ojos”. Debemos formarnos y formar a nuestros jóvenes religiosos para estar con los muchachos y jóvenes más necesitados. Me causa tristeza cuando veo pavonianos jóvenes y menos jóvenes que hablan mucho de los jóvenes necesitados, pero ellos viven opíparamente, se convierten en maestros y doctores de los jóvenes, pero son incapaces de implicarse con ellos, son incapaces de perder sus comodidades y privilegios para compartir la vida con ellos. Esto conlleva esfuerzo, constancia, presencia efectiva y no solamente buenas palabras o buenos consejos.

Creo que este bicentenario es una buena ocasión para hacer un discernimiento sobre nuestra identidad como pavonianos en la actualidad. Nuestra razón de ser en el mundo y en la Iglesia, es la dedicación a los muchachos y jóvenes más necesitados; si no hacemos eso, no estamos siendo fieles a nuestro fundador. No me gustaría que este bicentenario estuviese lleno de buenas palabras, de eslóganes más o menos rimbombantes de cara a la galería: aprovechemos para purificar nuestro modo de ser pavonianos en la actualidad, es decir aprovechemos para reapropiarnos de la pasión educativa que nos ha transmitido nuestro fundador en San Bernabé.

Pongo en las manos de Dios nuestra familia y este año nuevo que comienza. Invoco para todos nosotros la protección de nuestra querida Madre María y de nuestro Santo fundador, San Ludovico Pavoni. Feliz año nuevo para todos, que sea un año vivido con entusiasmo, alegría y esperanza. Que nuestra familia sea bendición para todos los que encontraremos en nuestro camino, como lo fue San Ludovico Pavoni para los muchachos y jóvenes de San Bernabé.

Un abrazo fraterno y agradecido para todos y cada uno de los religiosos y laicos pavonianos y para los muchachos y jóvenes a los cuales dedicamos nuestra vida.

 

Tradate, 31 de diciembre de 2020

 

                                                                       Ricardo Pinilla Collantes