Queridos hermanos, religiosos y laicos de la Familia pavoniana:
En el momento de escribir esta carta, pienso en nuestros hermanos, religiosos y laicos, que están viviendo momentos difíciles a causa del coronavirus. Estamos experimentando el azote de los contagios. Varios hermanos, religiosos y laicos, están sufriendo las consecuencias de esta pandemia. Algunos lo están pasando sin síntomas, otros con síntomas leves y otros, hospitalizados o no, están experimentando y sufriendo síntomas de gravedad. Los contagios han llegado también a nuestra casa de Génova, donde residen nuestros hermanos ancianos y enfermos. Pido para todos los que están en esta situación, sean religiosos o laicos, la protección de la Virgen Inmaculada y de nuestro Santo fundador, Ludovico Pavoni.
La primera ola de la pandemia nos pilló por sorpresa. Jamás hubiéramos imaginado que una cosa tan pequeña pudiera poner de rodillas a toda la humanidad, y trastocar todos los planes y proyectos. Ha puesto de rodillas a las sociedades más pobres, ya de por sí postradas a causa de otras muchas enfermedades y miserias que no les permiten vivir con dignidad. Ha puesto de rodillas a las sociedades más avanzadas y con más recursos, sociedades que creían tener todo controlado a base de dinero y tecnología. Esta primera ola causó en nosotros perplejidad, incertidumbre y miedo, mientras acompañábamos, según las posibilidades que teníamos, a las personas que sufrían las pérdidas de personas cercanas y queridas, a las personas que sufrían las consecuencias de un sistema en crisis en todos los sentidos. Como familia pavoniana en esta primera ola, no habíamos sido tocados gravemente, aunque sí habíamos perdido a algunos seres queridos y cercanos a nosotros. Esto nos ha hecho elevar una oración de agradecimiento a Dios. En esta segunda ola, además de la perplejidad, la incertidumbre y el miedo, nos invade una sensación de cansancio, común a toda la humanidad, por no ver el fin de esta pandemia que nos hace percibir la inutilidad de proyectos a corto y largo plazo, que agrava nuestra situación de incertidumbre. Nuestra oración sigue siendo confiada, sabiendo que todo está en las manos de Dios.
Constatamos que esta pandemia está poniendo de manifiesto, y sacando a la luz, la crisis que el mundo está atravesando. Crisis social manifestada en una “cultura de la indiferencia fría y globalizada” (FT 30) que nos incapacita para sentir el dolor ajeno. Crisis económica manifestada en una cultura del consumismo y el descarte, “objeto del descarte no es sólo el alimento o los bienes superfluos, sino también a menudo los seres humanos” (FT 19). Crisis ecológica manifestada en una mentalidad extractivista y tecnocrática. Crisis política manifestada en un mundo fragmentado.
Papa Francisco, como pastor de la Iglesia Católica y como líder indiscutible a nivel mundial, consciente de esta crisis mundial que ahora saca a la luz con fuerza la crisis sanitaria provocada por la Covid19, nos va marcando el camino a seguir. Imbuido de la espiritualidad de San Francisco de Asís, ha regalado a toda la Iglesia y creo que a todo el mundo, tres escritos fundamentales:
1.- Evangelii Gaudium: “Ve y repara mi Iglesia”. Iglesia en salida.
2.- Laudato Si’: “Alabado seas mi Señor”. Cuidado de la casa común.
3.- Fratelli Tutti: “Todos hermanos y hermanas”. Fraternidad universal
Tiempo de adviento
En medio de esta situación la Iglesia nos vuelve a ofrecer el tiempo del adviento. No es un adviento más, es un adviento marcado por esta crisis mundial, de la cual también participamos nosotros y que está sacando a la luz nuestras fragilidades, nuestro estado de cansancio, de desánimo, de desconfianza y de incertidumbre ante el futuro… El adviento se nos presenta como tiempo para “devolver la esperanza y obrar una conversión”. Con el profeta Isaías, sabemos que es un tiempo para soñar algo nuevo. Algo nuevo es posible si lo soñamos juntos, religiosos y laicos, si lo soñamos juntos con toda la Iglesia y con todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo. “Es muy importante soñar juntos […] Solos nos arriesgamos a tener espejismos, y podemos ver lo que no hay, los sueños se construyen juntos” (FT 8). Debemos descubrir el valor de estar juntos (FT 229), debemos encontrar “espacios para dialogar y actuar juntos para el bien común y la promoción de los más pobres” (FT 282). Debemos caminar juntos (FT 129) hacia un “crecimiento genuino e integral de las personas” (FT 113). “Podemos buscar juntos la verdad en el diálogo, en la conversación calmada o en la discusión apasionada” (FT 50), para llevar adelante un proyecto compartido (152). Aprendamos a vivir juntos “en armonía y paz, sin por ello tener que ser todos iguales” (FT 100)
Soñemos con un sano realismo que solamente el evangelio puede ofrecer. No un realismo “cínico” que nos lleva a afirmar: “estamos mal, no se puede hacer nada”. Ese es un realismo asfixiante. El realismo del que habla el Papa, no nos impide ver las dificultades y problemas que tenemos; tampoco puede impedirnos soñar, pensar y trabajar por un mundo nuevo, una Iglesia diferente y una vida religiosa y pavoniana cada vez más joven y fructífera. El realismo tiene que ir siempre de la mano de la esperanza, sin esperanza no hay futuro, ni tampoco presente. La esperanza a la que nos invita el Papa en Fratelli Tutti es esta: “Invito a la esperanza, que «nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor. […] La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna». Caminemos en esperanza” (FT 55).
El tiempo de adviento nos prepara para celebrar el misterio de la encarnación. Dios, que siempre está buscando al hombre, se hace el encontradizo a través del Hijo. Jesús haciéndose hombre, hace realidad el gran encuentro de Dios con su criatura.
Llamados a mostrar la Encarnación hoy
Encarnar la fe, quiere decir, realizar la misión de Jesús: “Amar sin condiciones a los hombres, especialmente a los más necesitados, hasta entregar la propia vida por ellos”. Esto es evangelio, esto es ser cristiano, esto es ser religioso, esto es ser pavonianos. Para hacer realidad esto. Debemos cultivar la cultura del encuentro, de la fraternidad, ser constructores de puentes y no de muros, la cultura de la ternura y la compasión, la cultura de hacernos prójimos tocando con mano la carne de los pobres (arremangarse, ponerse el mandil, arrodillarse), el diálogo hecho empatía, la caridad y el servicio como actitudes fundamentales. Estas actitudes harán que nos vean como profetas verdaderos y coherentes, no como falsos profetas o como aquellos que juegan a ser profetas.
Ejemplos a imitar
En este tiempo de adviento nos pueden guiar dos figuras muy queridas por nosotros: María de Nazaret y San Ludovico Pavoni.
María de Nazaret: Mujer sencilla y humilde, generosa y disponible, “Hágase en mí según tu palabra”. Mujer que facilita el encuentro de Dios con los hombres. Mujer que aun no entendiendo, sigue al Hijo hasta el final, hasta las últimas consecuencias, lo sigue en las “duras y en las maduras”, porque su fe es inquebrantable y su confianza infinita. Mujer que escucha la Palabra y la pone en práctica, y por eso es calificada por su Hijo como bendita. Mujer que merece el reconocimiento de Dios y de la Iglesia, y ser coronada como Reina y Señora de todo lo creado.
San Ludovico Pavoni: Hombre de Dios. Hombre que renunció a sí mismo, a los honores del mundo y de la Iglesia y se hizo pan partido y compartido para los muchachos y jóvenes más necesitados de su tiempo, convirtiéndose en Providencia de Dios para ellos. Padre de corazón sensible y tierno, que sufre el naufragio de los jóvenes, concibiendo para ellos las “más bellas esperanzas”. Hombre que se anonada y, urgido por el amor de Cristo, voluntariamente y de buena gana, hace de su vida un canto de amor y caridad para “aquella porción predilecta del Señor que son los muchachos y jóvenes más pobres”. No me cansaré de repetirme a mí mismo y a los demás que, venerar y admirar al padre Pavoni, es hacer hoy lo que él hizo en su tiempo. Hoy nadie compra mediocridad, tibieza, humo, apariencias, hoy se compra verdad y coherencia.
Ojala vivamos este adviento y esta navidad con estas actitudes, entonces seremos buena noticia para todo el mundo, como lo fue Jesús en el pesebre de Belén.
Agenda del mes
- 7 diciembre: en Villavicencio, comienza el noviciado el joven colombiano Alexis.
- 8 de diciembre: fiesta de la Inmaculada. Profesión perpetua en Filipinas del h. Ziad. Renovación de los votos en Italia, Brasil, Eritrea, Filipinas. Renovación de las promesas de los laicos de la Familia pavoniana. Recemos por todos ellos y por su perseverancia.
- 12 de diciembre: en Filipinas, ordenación diaconal de los hermanos Ziad y Tom
Feliz adviento, feliz día de la Inmaculada y feliz Navidad y año nuevo para todos. Que la Virgen Inmaculada, nuestra querida Madre y nuestro santo fundador, S. Ludovico Pavoni, acompañen y protejan el camino de nuestra familia.
Sigamos rezando por las personas enfermas a causa del coronavirus u otras enfermedades.
Ricardo Pinilla Collantes
Tradate, 30 de noviembre de 2020