Queridos hermanos, religiosos y laicos de la Familia pavoniana:
La pandemia del coronavirus sigue golpeando fuertemente a toda la humanidad. Mientras en algunos países sigue el ritmo de contagios, en Europa nos encontramos inmersos en una segunda ola, que esta dificultando de nuevo el desarrollo “normal de la vida” y las actividades. Sigamos respetando las normas que nos vienen dadas desde los gobiernos y los especialistas en epidemiología. No caigamos en la desesperanza, y mucho menos nos dejemos llevar por el miedo y el pánico. Tomemos posturas equilibradas, huyamos de la exageración que nos aparta del camino de los hermanos y de aquellos que más nos necesitan. Cuidémonos unos a otros para que esta pandemia no nos venza, de esto debemos salir todos unidos, más fuertes y más hermanos. El Señor, por intercesión de San Ludovico Pavoni, nos ayude a vivir estos tiempos de incertidumbre, inseguridad y desconcierto desde la caridad y la cercanía a las personas y a tantas situaciones difíciles que esta pandemia está provocando. Debemos aprender a vivir en esta nueva situación, sabiendo que nuestros planes y proyectos pueden verse afectados. La paciencia, la prudencia, la esperanza y la valentía son virtudes necesarias en estos tiempos. Aseguro mi cercanía y mi oración a aquellos hermanos, religiosos y laicos que estén o puedan estar contagiados, esperando que los síntomas sean lo más leve posibles.
El día 3 de octubre, en Asís, el Papa Francisco firmaba y entregaba al mundo entero su tercera Encíclica, “Fratelli tutti. Sobre la fraternidad y la amistad social”. Es una Encíclica de obligada lectura para todos los hombres y mujeres de buena voluntad, más aun para los cristianos y para la Vida Consagrada. El Papa hace una llamada a cada persona, a cada asociación, a cada organismo internacional, a cada gobierno, a cada país, a trabajar por un mundo mejor, donde los derechos humanos y la dignidad de toda persona sean respetados y donde se generen relaciones solidarias en la búsqueda del bien común. El Papa, partiendo de la parábola del Buen Samaritano (Lc 10,25-37), propone la “compasión” y “aprojimarse” (hacerse próximo) para hacernos cargo los unos de los otros, especialmente de los más débiles y necesitados. Propone el Papa trabajar por la paz, rechazando con decisión la pena de muerte y la guerra. Para construir la paz es necesaria la justicia y la cultura del encuentro, que nos lleven a la acogida y aceptación de todos. La persona y su dignidad debe estar por encima de ideologías y políticas reduccionistas, donde se pone en el centro la economía, la ley de mercado, el dinero y las ganancias, generando de esta forma “descartados” y personas de primera y segunda categoría, que pueden ser tratadas como mercancías que se compran y venden. La paz supone la superación de la pobreza y sus causas, la lucha por derribar las estructuras que la generan y la incorporación de todos a la vida social, económica y política. El Papa insiste sobre algunos medios para alcanzar este mundo más fraterno y más humano: el diálogo abierto y sincero, la amistad social, la reconciliación y el perdón. En el último capítulo, recalca que todas las religiones deben contribuir a alcanzar la fraternidad, la justicia y la paz. La religión no debe ser utilizada para dividir, sino para unir y contribuir a la creaciòn de un mundo más fraterno.
Nosotros, religiosos y laicos de la Familia pavoniana, debemos aportar nuestro granito de arena en la construcción de este mundo más fraterno, más humano y más justo. Nuestro testimonio de fraternidad y de comunión, unido a nuestra opción por los muchachos y jóvenes más desfavorecidos dentro de nuestras actividades, debe ser la expresión palpable de que luchamos por un mundo mejor para todos.
Para hacer realidad este sueño de fraternidad universal, Papa Francisco está convencido de la importancia de la educación. Ha convocado “Un pacto educativo global”. Nuestro padre Fundador ha sido definido como “un gran educador”: así lo describe S. Juan Pablo II el día de su beatificación: “Él supo elaborar un método educativo que se basa en los medios típicos de la pedagogía preventiva, como son la religión y la razón, amor y dulzura, vigilancia y conocimiento”. Es importante que estemos atentos al desarrollo y las propuestas de este pacto global educativo, para sensibilizarnos y para dar nuestra aportación como educadores pavonianos. El Papa insiste en que “educar es un acto de esperanza”. Debemos ayudar a los muchachos y jóvenes a ser personas maduras, capaces de vivir en y para la sociedad. Parte el Papa de un proverbio africano que dice: “para educar a un muchacho es necesaria una aldea entera”. Tenemos que construir esta aldea para educar el futuro. Tenemos que tener la osadía de formar personas disponibles para ponerse al servicio de la sociedad. La educación debe ser creadora de paz, justicia, acogida de todos los pueblos de la familia humana, y de diálogo entre las diversas religiones. El Papa Francisco, a través de su magisterio, ha dado las claves para la misión educativa:
- “ Se hace necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores” (EG 64);
- Educar en la centralidad de la persona humana. “cada persona es digna de nuestra entrega. No por su aspecto físico, por sus capacidades, por su lenguaje, por su mentalidad o por las satisfacciones que nos brinde, sino porque es obra de Dios, criatura suya... si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida” (EG 274);
- Entender que el diálogo kerigma-historia implica transformación. “Una auténtica fe —que nunca es cómoda e individualista— siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra” (EG 183);
- Educar para el cuidado de la casa común y para escuchar el grito de la madre tierra y de los pobres. (Laudato Si’);
- Educar para formar la conciencia moral desde la libertad. “La formación moral debería realizarse siempre con métodos activos y con un diálogo educativo que incorpore la sensibilidad y el lenguaje propio de los hijos. Además, esta formación debe realizarse de modo inductivo, de tal manera que el hijo pueda llegar a descubrir por sí mismo la importancia de determinados valores, principios y normas, en lugar de imponérselos como verdades irrefutables” (AL 264). Esto nos debe de sonar a nuestro método educativo: “ayudar al muchacho a actuar más por amor y convencimiento que por temor”;
- Proponer al muchacho el espíritu de las Bienaventuranzas, para llegar a ser verdaderamente feliz y dar sentido a la vida (GE);
- De lectura obligatoria para nosotros pavonianos, que nos dedicamos a los jóvenes, es la Encíclica “Christus Vivit”. En ella se nos alienta a abrirnos al mundo de los jóvenes, a su mentalidad, a su lenguaje, a los retos que hoy nos lanzan. Nos urge a hacer una opción preferencial por los que más lo necesitan, por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta. Y también debemos ayudar a los jóvenes a integrar los saberes de la cabeza, el corazón y las manos. Cuando el Papa habla a los formadores de los seminarios, nos pone en guardia ante el peligro de formar “mosntruos”, gente con mucha cabeza, poco corazón y poca acción y capacidad de entrega.
- La educación debe buscar un camino que haga posible una auténtica ciudadanía global. La globalización nos hace más cercanos, pero no más hermanos. Estamos más solos que nunca en un mundo masificado. “El sentido de la mejor tarea educativa: cultivar sin desarraigar, hacer crecer sin debilitar la identidad, promover sin invadir. Así como hay potencialidades en la naturaleza que podrían perderse para siempre, lo mismo puede ocurrir con culturas que tienen un mensaje todavía no escuchado y que hoy están amenazadas más que nunca”. (QA 28)
He querido compartir con todos vosotros en esta carta estas dos realidades, que están en el candelero en el momento actual: “Fratelli tutti” y “Pacto educativo global”. Estoy convencido de que nosotros, como familia cuyo carisma es la educación y promoción de los muchachos y jóvenes, tenemos que estar atentos, aprender y sensibilizarnos cada vez màs con estos acontecimientos eclesiales y mundiales. Nosotros acompañamos y entramos en contacto en nuestra misión con muchos muchachos y jóvenes, a ellos debemos educar para que sean artífices de un mundo mejor, más fraterno, más humano. Un mundo donde todas las personas, sin distinción, podamos vivir con la dignidad de personas e hijos de Dios.
Estamos asistiendo a una oposición al Papa Francisco por parte de algunos grupos eclesiales, capitaneados por miembros de la jerarquía, y secundados por algunos fieles laicos. Estos se sirven de algunos medios de comunicación que, sacando de contexto, interpretando y tergiversando algunas declaraciones del Papa, ponen en su boca afirmaciones que él no ha dicho. Esta es una trama orquestada con la que tratan de demostrar que el Papa va contra la Palabra revelada, contra la tradición y el magisterio de la Iglesia, presentándole como un hereje o como el que quiere destruir la Iglesia de Cristo. Todos sabemos, y ellos también lo saben, que esto no es verdad y que cada uno se sirve de las palabras del Papa para afirmarse en sus propias convicciones, desde intereses partidistas. En español diríamos que, “cada uno arrima el ascua a su sardina, o lleva el agua a su molino”. Su intención es bastante clara, desprestigiar al Papa y a la Iglesia. Pido encarecidamente a religiosos y laicos no caer en este juego, a veces burdo y mezquino, con publicaciones que secundan este movimiento. Recuerdo el amor a la Iglesia y al Papa que nos ha transmitido nuestro fundador y cuanto dice nuestra Regla de Vida: “Particularmente expresamos una actitud de amor filial al Papa, corazón de la unidad eclesial, al que debemos obedecer incluso en virtud del voto de obediencia” (RV 147)
Durante el mes de noviembre celebraremos la Solemnidad de todos los Santos. Ayudémonos unos a otros a ser santos, y ayudemos también a nuestros muchachos y jóvenes a caminar hacia la santidad. Tenemos el ejemplo de Carlos Acutis, beatificado recientemente en Asís. Celebraremos también el día de todos los fieles difuntos. Celebremos la Eucaristía por los pavonianos, religiosos y laicos, que nos han precedido, por nuestros amigos y familiares, por cuantos mueren a causa del egoísmo humano (guerras, terrorismo, hambre, falta de medicamentos...), los que han muerto a causa de esta pandemia u otras enfermedades, para que el Señor de la misericordia les conceda a todos gozar del Reino eterno y de su presencia para siempre.
La situación que estamos viviendo, y la prudencia, me dan a entender que de momento tampoco podré visitar ninguna de nuestras comunidades de Italia. Esperemos tiempos mejores y más seguros para todos.
Recuerdo que el 29 de noviembre comienza la novena de la Inmaculada.
Pongo el camino de nuestra familia y la situación que la humanidad está atravesando bajo la protección de la Virgen Inmaculada, nuestra querida Madre, y de San Ludovico Pavoni, nuestro santo Fundador.
Un abrazo fraterno y siempre agradecido,
Ricardo Pinilla Collantes
Tradate, 30 de octubre de 2020