Invitándonos a mantener la esperanza

Queridos hermanos, religiosos y laicos de la Familia pavoniana:

Recibiréis esta carta cuando estamos inmersos de lleno en la pandemia del Coronavirus. Estamos viviendo momentos de incertidumbre, de inseguridad, de miedo y ansiedad. Confinados en nuestras propias casas, para no exponernos al contagio y, lo que es más importante, no exponer a los demás, sobre todo a las personas de riesgo. Se nos está haciendo largo y pesado este tiempo. Pensamos cómo será lo que venga después y los problemas de todo tipo, incluido el económico, que esta situación está generando y generará en el futuro.

Nosotros no podemos sentirnos ausentes en estos momentos en que tantas personas están sufriendo por la enfermedad o por la soledad que este virus está generando. Debemos hacernos presentes a través de:

-          Nuestra cercanía. Nos hacemos cercanos, con nuestra oración por los que han muerto, a sus  familiares y amigos. Lo hacemos con nuestra oración, con nuestra palabra y nuestro cariño, a tantas personas contagiadas y enfermas debido a este virus. Una llamada, un mensaje, una palabra de aliento y solidaridad, sea nuestro modo de posicionarnos en estos momentos.

-          Nuestro agradecimiento. Pienso en tantas personas, entre ellas religiosos y laicos pavonianos, que siguen ejerciendo su actividad en los hospitales, residencias de ancianos, hogares tutelados, comunidades terapéuticas, asistencia a domicilio, abuelos y otros familiares que se hacen cargo de los más pequeños mientras los padres trabajan, profesores y educadores que siguen su tarea educativa a través de los medios… A ellos vaya el aplauso que cada día, desde ventanas y balcones, las personas de bien hacen.

-          Nuestro recuerdo. Recordar es hacer presente a alguien y llevarlo en nuestro corazón. Nos acordamos de todos los emigrantes que están en centros gestionados por ONGs u otras entidades, que no tienen aquí familia ni apoyo, que se encuentran como desterrados. Nos acordamos de nuestros hermanos, religiosos y laicos pavonianos ancianos y enfermos, de nuestros familiares: todos ellos tienen una cierta edad y son vulnerables a este virus. Nos acordamos de las personas encarceladas y hacinadas en nuestras prisiones y que son presa fácil del contagio. Nos acordamos de nuestros misioneros, religiosos y laicos que se encuentran dando la vida por los más necesitados fuera de su país, en tierras donde el virus está golpeando y los medios sanitarios e higiénicos no están tan desarrollados como en nuestras tierras. Nos acordamos y estamos cerca de tantos pobres  y descartados generados por esta sociedad ávida de riqueza, de poder y de fama, que caminan en América, Asia, África y Oceanía y que viven en condiciones precarias, y donde el virus puede hacer estragos como de hecho lo hacen ya otro tipo de enfermedades. Nos acordamos de los niños, muchachos y jóvenes, que hacen camino con nosotros en nuestras escuelas, parroquias y demás actividades…En fin, la lista sería muy grande, pues hay muchas personas vulnerables debido a  sus condiciones personales o porque las hace vulnerables esta sociedad.

-          Nuestra oración. Nos unimos al Papa Francisco y a los líderes de otras religiones para alzar nuestro grito, que es el grito de la humanidad, a ese Dios que acompaña nuestras vidas, para que nos eche una mano en esta situación. A la Virgen María, Madre de todos los hombres, especialmente de los más pobres, confiamos esta pobre y débil humanidad: ella nos tenga a todos bajo su manto.

 

Estos días nos están llegando mensajes de todo tipo; unos nos animan a estar alegres en medio de esta situación, otros nos estimulan a resistir y a tener viva la confianza y la esperanza, muchos de ellos nos invitan a alzar los ojos al Señor de la vida en una oración confiada, a ponernos en sus manos. Son muchos, entre ellos el Papa Francisco, los que nos instan a aprender de esta situación y salir fortalecidos de ella. Ojalá aprendamos a respetar más nuestro planeta, a escuchar la voz de la madre tierra; ojalá aprendamos a querernos y cuidarnos un poco más unos a otros; ojalá desterremos la cultura de la indiferencia y crezca en nosotros la cultura del encuentro y la ternura; ojalá abramos nuestro corazón a los más pobres, a los descartados de nuestra sociedad. Que el sentirnos ahora nosotros pequeños y necesitados, nos abra a la solidaridad y la fraternidad. Pensemos en construir un futuro mejor, donde el hombre sea hermano y no rival, donde experimentemos que necesitamos los unos de los otros para ser más felices. Ojalá esta situación se convierta para nosotros en una cura de humildad y nos demos cuenta de que no somos autónomos, sino que necesitamos la referencia de Dios, que al final es la referencia del Amor con mayúsculas, aquel que es capaz de dar la vida por la humanidad.

 

El día 1 de abril celebramos la fiesta de la vida cerca de Dios de nuestro Santo fundador, Ludovico Pavoni. Tenemos que celebrarla bien, aunque no podamos juntarnos para ello. Ahí tenemos un ejemplo a seguir. El vivió una época difícil de la historia, experimentó la epidemia de tantos niños y jóvenes pobres, huérfanos, explotados en el trabajo, sordos y hasta los que sufrieron el cólera. Esta situación de naufragio “hería sobremanera su corazón sensible”. Se hace providencia para ellos, hasta morir para ponerlos a salvo después de la subida al calvario de Saiano. Por eso, hoy celebramos que “donde muere un Santo, nace siempre algo grande”: su obra, que llega hasta nuestros días. Morir para dar vida al estilo de Jesús, al estilo de Pavoni.

La celebración de la Semana Santa se presenta complicada, no podremos celebrarla ni con ni para otras personas. Procuremos celebrarla como hermanos en las comunidades y a través de la televisión en nuestras casas. Celebremos el gran amor que Dios tiene a la humanidad, mientras recordamos a tantas personas que hoy suben con la cruz camino del calvario a causa de este virus y otras circunstancias. Dios sigue muriendo y resucitando por todos hoy, Dios sigue apostando por la humanidad, él nunca nos abandona ni se echa atrás.

La marcha pavoniana de la Provincia Italiana ha quedado suspendida, las pascuas juveniles han quedado suspendidas, mi visita fraterna a la Provincia Española y a algunas comunidades de Italia han quedado suspendidas: paciencia, confianza y esperanza; repito una vez más que, después de la tormenta, viene la calma. Dios, por intercesión de S. Ludovico Pavoni, nos ayudará a superar esta situación. ¡ÁNIMO!

Comunico que nuestros hermanos, religiosos y laicos, están bien, aunque alguno haya pasado la experiencia del coronavirus y ya estén mucho mejor. Damos gracias a Dios por ello.

Pongo el camino de nuestra familia y esta situación mundial de pandemia bajo la protección de la Virgen Inmaculada, nuestra querida Madre, y de San Ludovico Pavoni.

Un abrazo fraterno y siempre agradecido.

 

Tradate, 31 de marzo de 2020

                                                                                  Ricardo Pinilla Collantes