Sobre la Jornada de la Vida Consagrada y la importancia de María en el camino del Capítulo

Queridos hermanos, religiosos y laicos de la Familia Pavoniana:

El día 2 de febrero celebramos la jornada mundial de la Vida Consagrada. Quiero aprovechar el lema que para esta jornada ha escogido la Conferencia Episcopal Española y que ha hecho suyo la CONFER (Conferencia Española de Religiosos): “La Vida Consagrada con María, esperanza de un mundo sufriente”.

En un mundo herido por las guerras, el terrorismo, la pobreza, las injusticias y desigualdades, el fenómeno de la inmigración, la desestructuración de la familia, la falta de trabajo para adultos y, sobre todo, para los jóvenes, la falta de oportunidades, donde se están registrando fenómenos de racismo y antisemitismo, etc., los religiosos estamos llamados a ser profetas de esperanza. En una Iglesia cuya credibilidad está muy debilitada, donde la falta de comunión es un antitestimonio, donde la opción preferencial por los pobres no se ve muy clara, donde las generaciones jóvenes no logran encontrar su espacio, etc., los religiosos estamos llamados a ser profetas de esperanza. La Familia Pavoniana está llamada en el momento actual a ser profecía de esperanza para el mundo de los niños, adolescentes y jóvenes en dificultad. ¿Cómo ser profetas de esperanza, cuando a veces nos falta a nosotros esta virtud? ¿Cómo dejar de vivir angustiados por nuestros problemas y dificultades para mirar con esperanza el futuro? Debemos intensificar en nosotros esta virtud tan necesaria para enfrentar un futuro como familia.

Estamos en tiempo de preparación del Capítulo general. Todos sabemos, y está escrito en nuestra Regla de vida, que es un momento importante para nuestra familia: “Es un tiempo fuerte de autoconciencia de la Con­gregación, la cual se interroga sobre la fideli­dad al ideal evangélico de vida consagrada y apostó­lica querido por nuestro Fundador. Así se convierte en acontecimiento de salvación y celebración peni­tencial que nos llama a convertirnos a los caminos del Señor y a configurarnos más profunda­mente con el Cristo resucitado”.(RV 252) Debemos afrontar su preparación y desarrollo con esperanza, convencidos de que nuestra Familia es obra de Dios y está en sus manos, pero también depende de nosotros, de nuestra apertura a las novedades que Él puede hacer nacer a través de la acción del Espíritu Santo. María nos enseña algunas actitudes que nos pueden ayudar a fortalecer nuestra esperanza.

-     Saber escuchar. Entrando en su presencia, el Ángel dice: “alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1,27) Escuchar es mucho más que oír, escuchar es implicarnos personal y comunitariamente y poner en practica lo que nos viene dicho o sugerido, escuchar nos ayuda a pasar de una actitud pasiva a una actitud activa, nos ayuda a ponernos en camino, a convertirnos. Debemos escuchar a:

  • Dios. Él siempre tiene una palabra nueva para nosotros. El Papa Francisco ha establecido la jornada de la Palabra de Dios; en las reflexiones que las comunidades han hecho llegar como preparación al Capítulo, insisten en la importancia de la Palabra en la oración y meditación personal y comunitaria, y en la liturgia. A través de la Palabra escuchada, meditada y compartida, encontramos la voluntad de Dios. Escuchar a Dios nos hace fortalecer nuestra esperanza, él es la fuente de la esperanza. La Palabra de Dios es viva y eficaz. María es ejemplo de escucha y, aun no entendiendo, hace la voluntad de Dios.
  • Los hermanos y laicos de la comunidad. En todos está sembrada la semilla del Reino, todos son presencia de Dios, todos son palabra de Dios, a través de ellos, Dios muestra también su voluntad. Escuchar su historia, su vida, sus deseos y necesidades, tener empatía con nuestros hermanos, nos ayudará a reavivar nuestra esperanza. Escuchar las opiniones de los demás, sus puntos de vista y hasta las críticas constructivas, nos haría mucho bien.
  • Los pobres y necesitados. Dios está sobre todo en sus pobres. Dios socorre a los pobres, ellos son la carne de Cristo sufriente. Ellos nos ayudan a descubrir cada día que la esperanza no se funda en el tener y acumular, sino en Dios. Los pobres de espíritu son aquellos que ponen toda su vida en manos de Dios.
  • Los niños, adolescentes y jóvenes más necesitados. Ellos fueron la voz de Dios para San Ludovico Pavoni; escuchándoles, descubrió “el plan que le pareció dictado por el cielo”. Nuestra misión como pavonianos es dar esperanza y garantía de futuro a estos niños, adolescentes y jóvenes más vulnerables. Necesitamos hacernos compañeros de su vida y ayudarles a descubrir la belleza de una vida entregada con generosidad para el bien del mundo y de la Iglesia desde la misión que Dios les confía. Necesitan ver en nosotros motivos para esperar.

-     Saber ver. “No les queda vino”, “haced lo que él os diga” ( Jn 2, 3.5) A veces, caminamos por este mundo tan ocupados en mirarnos a nosotros mismos, con nuestras “cositas” y nuestras preocupaciones, que nos sucede como al rico Epulón, que no se enteró de la presencia del pobre Lázaro. No le atendió, porque no lo vio, estaba muy ocupado en satisfacerse a sí mismo. Necesitamos salir para ver tantas situaciones de sufrimiento y necesidad que existen a nuestro alrededor, tanta soledad, tanto vacío existencial, tantas personas que no encuentran sentido a la vida, tanta violencia familiar, tantos derechos de la persona pisoteados, tantos niños sin niñez, tantos jóvenes que han caído en el mundo de las adicciones, tantas personas ignoradas, no amadas y, por tanto, insensibles para amar.

-     Salir. “En aquellos días María se levantó y fue deprisa a una región de la montaña, a una ciudad de Judá. Entrando en casa de Zacarías, saludo a Isabel” (Lc 1,39-40). Necesitamos salir para encontrarnos con los otros, para encontrarnos con las situaciones que hacen sufrir a tanta gente hoy. Necesitamos posicionarnos como profetas de esperanza y ayudar a dar sentido a tanto sufrimiento. Debemos salir para ser bendición y presencia de Dios para aquellos que más lo necesitan. El mundo, los jóvenes necesitan que nosotros seamos portadores de luz en medio de tanta oscuridad.

-     Rezar “Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hech 1, 14). Todo parecía perdido, la muerte de Jesús era un fracaso, la esperanza faltaba y, aunque había algunos que decían que había resucitado y algunos lo habían visto, él se había ido definitivamente de su presencia. Las dudas sobre el cumplimiento del plan de Dios eran grandes. No obstante todo este ambiente, seguían rezando unidos para recibir la fuerza de lo alto, el defensor, el Paráclito prometido con el cual habrían entendido todo. A nosotros nos pasa lo mismo, flaqueamos, tenemos dudas sobre el futuro que nos espera. Debemos pedir al Padre, por intercesión de nuestro Santo Fundador, que aumente nuestra fe, nuestra confianza en él y nuestra esperanza. Que Dios nos dé el consuelo y la tranquilidad de sabernos en sus manos. Sepamos que Dios nos ayuda, si nosotros le dejamos y si ponemos todo de nuestra parte.

El día 22 de febrero será ordenado sacerdote Jean Pierre Rompo, de Burkina Faso. Es el primer sacerdote pavoniano de ese  país. Alegrémonos y demos gracias a Dios, con él y por él, y acompañémosle con nuestra cercanía y oración.

Agenda del mes

-     1: Termino la visita fraterna a la comunidad de Brescia;

-     2: Celebración de la Jornada mundial de la Vida Consagrada;

-     4-8: Visitaré la comunidad de Trento;

-     12: p. Gildo regresa de su visita a las comunidades de Méjico y Colombia;

-     20-25: Junto al p. Battista participaré a la Ordenación sacerdotal del p. Jean Pierre Lompo, en la parroquia de Saaba (Burkina Faso);

-     20-23: 12ª Asamblea de la Familia Pavoniana de la Provincia Italiana en Lonigo;

-     21-23: Formación permanente de la Provincia Española;

Pongo el camino de nuestra familia bajo la protección de la Virgen Inmaculada, nuestra querida Madre, y de San Ludovico Pavoni, nuestro Padre Fundador.

Un abrazo fraterno y siempre agradecido,

            Ricardo Pinilla Collantes                    

Brescia, 31 de enero de 2020