Sobre el Adviento, la Navidad y la Inmaculada

Queridos hermanos, religiosos y laicos de la Familia Pavoniana:

Estamos en tiempo de adviento. La Iglesia, como Madre y Maestra, nos ofrece este tiempo para ayudarnos a mantener viva la esperanza. Es esta una virtud muy importante en los tiempos que corren. No es fácil creer y experimentar las palabras del profeta Isaías: “No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo, mirad que realizo algo nuevo, ya esta brotando, ¿no lo notáis?” (Is 43,18-19). Cómo seguir creyendo que Dios hace nuevas todas las cosas a través de su criatura, el hombre, en un mundo dividido y lleno de conflictos bélicos, donde las personas deben abandonar sus tierras y sus gentes para construir un futuro mejor con una vida digna, donde el dinero y la riqueza es más importante que la persona y la dignidad humana, donde se sigue explotando a los niños y a las mujeres, donde la trata de personas es un hecho extendido, donde el neocolonialismo está destruyendo parte de los recursos naturales del planeta, o sea, la casa común. Un mundo donde el consumismo, el hedonismo y el individualismo dominantes están matando el sueño de un proyecto de fraternidad entre los pueblos, querido por Dios. Cómo mantener la esperanza dentro de una Iglesia, a quien le cuesta tanto volver al evangelio y ser misionera y buena noticia para los más pobres y necesitados; una Iglesia que tantas veces es percibida con ansias de poder, de placer y de poseer; a la que cuesta salir de sus esquemas y de sus seguridades; que tantas veces se cree un fin en sí misma y no un medio para construir el Reino de Dios. Cómo vivir la esperanza dentro de una Vida Religiosa, que sigue buscando su identidad y su lugar en este mundo y en esta Iglesia. Una Vida Religiosa, a la que cuesta tanto volver a lo esencial, dejar los esquemas del pasado y discernir lo que el Señor y el Espíritu le esta pidiendo en este momento de la historia, así como ser la imagen de Cristo pobre, casto y obediente; a quien le cuesta tanto despertar al mundo a través de la profecía; a quien le cuesta abrirse y caminar como y con el Pueblo de Dios; a la que cuesta entender que es a través de la minoridad, de la debilidad y de la pobreza de recursos, como puede ser significativa hoy.

El profeta Isaías nos indica algunas actitudes para vivir bien este tiempo de adviento y mantener viva la esperanza:

a)      “Escuchadme, naciones, pueblos prestadme oídos” (Is 51,4). Escuchar la voz de Dios, que se convierte para nosotros en luz y guía. Cuánta falta nos hace pararnos y escuchar lo que Dios nos está diciendo en esta época de la historia. Leer y meditar su Palabra, con un corazón abierto a lo que el Espíritu nos sugiere, nos hará mucho bien. No basta con oír su Palabra: es necesario escuchar, abrir la mente y el corazón para que nos vaya transformando. Escuchar la voz de los jóvenes más necesitados, escuchar el grito de los pobres: en ellos nos habla Dios y nos transmite su voluntad, como le sucedió a S. Ludovico Pavoni. En todas las personas, con las que nos encontramos en la vida, está plantada la semilla del Reino; escuchemos con atención el mensaje de Dios para nosotros en el grito de todos los que sufren.

b)      “Levantad vuestros ojos al cielo” (Is 51,6). Mirar con los ojos del cuerpo, pero sobre todo con los ojos del corazón. Mirar con amor, con admiración y asombro, con compasión, todo lo que les está aconteciendo a hombres y mujeres que nos rodean. Cuánta soledad, cuánto sufrimiento, cuánto dolor, cuánta desorientación, cuánta esclavitud, cuánto vacío existencial, cuánta vida sin sentido, cuánto egoísmo, cuánta pobreza e indignidad…existen a nuestro alrededor; y nosotros, a veces, sin enterarnos, muy ocupados en nuestras cuitas. Que el Señor nos ayude a mirar y ver como mira y ve él mismo, nuestro Dios.

c)      “No temáis la afrenta del hombre, no desmayéis por sus ultrajes” (Is 51, 7). El miedo es el enemigo de los sueños, de la apertura a la novedad y a las sorpresas de Dios. El miedo nos paraliza, nos incapacita para salir de nosotros mismos, de nuestras seguridades, de nuestras manías y comodidades. El miedo nos incapacita para abrirnos a los demás y compartir con ellos vida y misión. El miedo a ser vistos como realmente somos, a comprometernos, a desinstalarnos, a tener que arriesgar, a perder nuestras seguridades para fiarnos de Dios y de los demás, nos hace ir creando una máscara y un escudo, que poco a poco no dejan que ni Dios, ni los demás, ni los acontecimientos lleguen a tocar nuestro corazón, convirtiéndonos a veces en personas insensibles y ajenas a lo que les sucede a los demás.

d)     “Volverán los rescatados del Señor, entrarán en Sión con cánticos de júbilo, alegría perpetua a la cabeza, siguiéndolos gozo y alegría” (Is 51,11). El mundo de hoy necesita sonreír, necesita la verdadera alegría para afrontar las dificultades y sinsabores de la vida. Nosotros, cristianos y religiosos, necesitamos la alegría que viene del Dios-con-nosotros, para no ser profetas de pesimismo y portadores de desgracias. Necesitamos la alegría verdadera para dar esperanza a este mundo. Donde hay religiosos, hay alegría, dice el Papa Francisco. Cuánta falta le hace a este mundo, y a los jóvenes en especial, ilusión, ganas de vivir, mirar al futuro como oportunidad. Demos al mundo la alegría de nuestra experiencia de Cristo, y de una vocación que se hace entrega desinteresada, generosidad abundante y disponibilidad absoluta.

e)      “Despierta, despierta, ponte en pie, Jerusalén” (Is 51, 17). A veces da la impresión de que estamos anestesiados, paralizados, dormidos, acomodados…, como si la fe y el seguimiento del Señor fuera una enorme y pesada cruz,  con la que no podemos, en vez de ser una suerte que nos ha tocado en gracia. Necesitamos despabilar y ser indicadores de caminos, de sueños, de esperanzas, de utopías. Nosotros, pavonianos, necesitamos cada vez más ser osados y atrevidos, tener coraje y empujar con fuerza, como en un parto, para que pueda nacer a nuestro alrededor la novedad de Dios. A veces nos sucede como a los fieles de Laodicea, a los cuales se les dice: “Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca” (Ap 3,15-16).

 

En este camino de adviento, aparece María como modelo y ejemplo. Celebraremos el día de nuestra patrona, la Virgen Inmaculada bajo cuya protección el Fundador puso a su familia. Aprendamos de María a ser personas habitadas por Dios, para ser portadores de Jesús, buena noticia para los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

La celebración de la Navidad nos recordarà que Dios se encarna por amor a la humanidad, sin encarnación no hay salvación. Debemos nosotros encarnar nuestra fe y nuestra vocación en el mundo de hoy. Debemos aprender a vivir como pavonianos en el hoy, pero no debemos disolvernos y confundirnos con el mundo. Estamos llamados a ir contracorriente, a ser voces proféticas que encarnan los valores del Reino, sin miedo, con libertad, con alegría y con mucha capacidad de amar. El mundo, especialmente el de los jóvenes, nos necesita, necesita que riamos y lloremos con ellos, necesitan testigos de sencillez, de autenticidad, de paciencia, necesita que gastemos tiempo con ellos, acompañándolos y escuchándolos.

Los días 27-29 de noviembre he participado en la reunión de superiores generales (USG), que culminó con el encuentro con el Papa Francisco. El tema era “La vida religiosa en el siglo XXI”, de esto os hablaré en la próxima carta.

 

Agenda del mes

-          6-18: visitaré la comunidad de Saaba en Burkina Faso;

-          8: Fiesta de la Inmaculada, renovarán votos en Brasil, Eritrea, Filipinas e Italia. Así mismo, en diversas partes los laicos renovarán sus promesas como asociados o agregados. Recemos por la perseverancia y fidelidad de todos.

-          25: Natividad del Señor

-          27 dic.-5 enero: Pasaré el fin del año con mi familia en España.

Feliz adviento, feliz día de la Inmaculada y feliz Navidad y año nuevo para todos. Que la Virgen Inmaculada, nuestra querida Madre y nuestro santo fundador, S. Ludovico Pavoni, acompañen y protejan el camino de nuestra familia.

 

                                                                                   Ricardo Pinilla Collantes