Queridos hermanos, religiosos y laicos de la Familia pavoniana:
Durante este mes de julio he pasado una semana en nuestra casa de Génova. He intentado compartir de manera sencilla la vida cotidiana de nuestros hermanos ancianos y enfermos. Me venían a la mente los rostros de otros hermanos ancianos que viven en nuestras comunidades, sea en Italia que en Brasil. Me venían a la mente los rostros de tantos laicos pavonianos que, a pesar de la edad, siguen testimoniando un gran amor al Fundador y a la Congregación. Desde esta experiencia, quiero compartir con todos unas reflexiones sobre la etapa de la ancianidad de nuestros religiosos y laicos.
“Hijo mío, socorre a tu padre en su vejez y no le causes tristeza mientras viva. Aunque pierda su lucidez, sé indulgente con él; no lo desprecies, tú que estás en pleno vigor. La ayuda prestada a un padre no caerá en el olvido y te servirá de reparación por tus pecados. Cuando estés en la aflicción, el Señor se acordará de ti, y se disolverán tus pecados como la escarcha con el calor. El que abandona a su padre es como un blasfemo y el que irrita a su madre es maldecido por el Señor”. (Eclo 3, 12-14)
El Papa Francisco ha hablado en muchas ocasiones sobre la importancia que tienen los ancianos en la sociedad y en el propio núcleo familiar. Pienso que son ideas que pueden iluminar también a nuestra Familia pavoniana en este aspecto.
- “El anciano no es un extraterrestre. El anciano somos nosotros: dentro de poco, dentro de mucho, inevitablemente, aunque no pensemos en ello. Y, si no aprendemos a tratar bien a los ancianos, así nos tratarán a nosotros”
- “¡Que importantes son los abuelos en la vida de la familia para comunicar ese patrimonio de humanidad y de fe que es esencial para toda sociedad!”
- “Los abuelos son la sabiduría de la familia, son la sabiduría de un pueblo. Y un pueblo que no escucha a los abuelos es un pueblo que muere”.
- “¡Es un gran don para la Iglesia, la oración de los abuelos y de los ancianos!, ¡es una riqueza! Una gran inyección de sabiduría también para la entera sociedad humana: sobre todo para aquella que está demasiado ocupada, demasiado absorbida, demasiado distraída”
- “Los abuelos tienen una capacidad para comprender las situaciones más difíciles: ¡una gran capacidad! Y cuando rezan por estas situaciones, su oración es más fuerte ¡es poderosa!”
- “Qué bello es el aliento que el anciano logra transmitir al joven en busca del sentido de la fe y de la vida! Es verdaderamente la misión de los abuelos, la vocación de los ancianos. Las palabras de los abuelos tienen algo de especial para los jóvenes. Y ellos lo saben.”
- “Los ancianos son una riqueza, no se pueden ignorar, porque esta civilización seguirá adelante sólo si sabe respetar su sensatez y su sabiduría”
- “¡Es feo ver a los ancianos descartados, es una cosa fea, es pecado!”
En las Eucaristías celebradas en la Basílica de San Pedro, el día 2 de febrero, día de la Vida Consagrada, el Papa también hablaba a la vida religiosa sobre esto, comentando el pasaje del encuentro de la familia de Nazaret con Simeón y Ana:
-“Aquel fue también un encuentro entre los jóvenes y los ancianos. ¡Es un encuentro singular entre observancia y profecía. También en la vida consagrada se vive el encuentro entre los jóvenes y los ancianos, entre observancia y profecía. ¡No las veamos como dos realidades que se contraponen! Dejemos más bien que el Espíritu Santo anime a ambas, y la señal de esto es la alegría: la alegría de observar, de caminar en una regla de vida; y la alegría de estar guiados por el Espíritu, jamás rígidos, jamás cerrados, siempre abiertos a la voz de Dios que habla, que abre, que conduce, que nos invita a ir hacia el horizonte. Hace bien a los ancianos comunicar la sabiduría a los jóvenes y hace bien a los jóvenes recoger este patrimonio de experiencia y de sabiduría, y llevarlo adelante – no para guardarlo en un museo, sino para llevarlo adelante. Por el bien de las respectivas familias religiosas y de toda la Iglesia.
- En este encuentro, los ancianos reciben de los jóvenes, y los jóvenes de los ancianos. María y José encuentran en el templo las raíces del pueblo y encuentran también las raíces de la fe. Así los dos jóvenes, encontrándose con los ancianos, se encuentran a sí mismos.
- En ese encuentro los jóvenes descubren su misión y los ancianos realizan sus sueños. Y todo esto porque en el centro del encuentro está Jesús. Los jóvenes están llamados a abrir nuevas puertas, los ancianos tienen las llaves.
- Y la juventud de un instituto está en ir a las raíces, escuchando a los ancianos. No hay futuro sin este encuentro entre ancianos y jóvenes; no hay crecimiento sin raíces y no hay florecimiento sin brotes nuevos. Nunca profecía sin memoria, nunca memoria sin profecía; y siempre encontrarse.
- Es la manera de escapar a una vida asfixiada, dominada por los lamentos, la amargura y las inevitables decepciones. Encontrarse en Jesús como hermanos y hermanas, jóvenes y ancianos, para superar la retórica estéril de los «viejos tiempos pasados», para acabar con el «aquí no hay nada bueno». Si Jesús y los hermanos se encuentran todos los días, el corazón no se polariza en el pasado o el futuro, sino que vive el hoy de Dios en paz con todos.
Viendo la realidad de nuestra familia en algunas partes del mundo y leyendo estas reflexiones del Papa, creo que debemos profundizar en algunas actitudes en nuestra convivencia familiar y comunitaria.
- Los jóvenes deben tener una actitud de agradecimiento y admiración hacia los ancianos. Ellos representan la memoria, son los transmisores del carisma, de la pavonianidad. Son ejemplo de pasión educativa, amor a la Congregación y al Fundador. Son ejemplo de fidelidad, constancia, perseverancia y generosidad. Son nuestras raíces; no habrá frutos, si nos faltan las raíces. Son ejemplos a imitar en muchas cosas. Ellos siguen rezando diariamente, y ofreciendo sus limitaciones y sufrimientos por la santidad de nuestra Familia pavoniana.
- Los ancianos deben estar abiertos a la novedad de los jóvenes, ellos tienen las fuerzas, la energía, el coraje y la valentía, el entusiasmo, el optimismo. Deben huir del pesimismo, la irritabilidad, la instalación en la queja, la crítica excesiva y cultivar la confianza y la estima por los jóvenes, ellos son el futuro de nuestra familia.
Debemos, también en esto, cultivar la cultura del encuentro, de la ternura, huir de la cultura de la indiferencia. Caminar juntos como familia, quiere decir aceptarnos y querernos más allá de la edad, de la mentalidad y de la cultura que cada uno tiene.
Hablando de nuestros religiosos ancianos, yo soy partidario de que permanezcan en las comunidades mientras se valgan por sí mismos. En nuestras comunidades ellos tienen que encontrar amor y cariño de familia, comprensión, escucha, espacios de autorrealización en la misión en la medida de sus posibilidades (sentirse útiles); no deben encontrar individualismo, aislamiento y pasividad.
Cuando los hermanos ya no pueden estar más en las comunidades, son enviados a la casa para ancianos: en Italia, Génova, en Brasil, Vitoria. Son comunidades diferentes por las características de sus miembros. Comunidades donde cada uno intenta llevar lo mejor posible sus limitaciones y enfermedades, donde se aprende la tolerancia y aceptación de los que han perdido la cabeza, donde afloran las manías personales, donde se intenta dar sentido a la vida consagrada y pavoniana fuera de la actividad, donde se reza mucho por el mundo, la Iglesia y la Familia pavoniana. Ellos necesitan de nosotros y nosotros de ellos para ser fieles a nuestra vocación. Hago un llamamiento a religiosos y laicos para que no olvidemos a nuestros hermanos ancianos: que vayamos a visitarlos en la medida de nuestras posibilidades, para que así se sientan conectados al camino de nuestra familia y no al margen de ella.
Nuestra familia, como toda la vida consagrada, está volcada en el cuidado de sus miembros ancianos, frágiles o en situación de dependencia. Esto plantea grandes retos a las Congregaciones: la visión que se tiene del envejecimiento, el modelo de atención a prestar, la sostenibilidad económica de las casas de ancianos, la necesidad de apoyarse en los laicos…
Algunos os preguntaréis, por qué el tema de esta carta. Varias de nuestras comunidades están compuestas por religiosos ancianos, todos tenemos familiares y amigos ancianos. En una sociedad donde, quien no produce y no consume, es descartado, nosotros debemos estar atentos a que esta actitud no anide en nuestro corazón, debemos saber ser fraternos y hermanos más allá de la edad y de la misión que uno realiza. Quiere ser también un homenaje y una expresión de agradecimiento a todos nuestros hermanos y hermanas ancianos.
No quiero terminar esta carta sin felicitar a los religiosos y laicos que están atentos al cuidado de los ancianos. Lo hago con palabras del Papa Francisco: “Los que cuidan a los mayores con amor, colaboran al bien de la sociedad”. No podemos pasar por alto en felicitar a todas las personas que realizan una honorable labor de dedicarse al cuidado de los ancianos en todos los ambientes, sea en sus hogares, casas de retiros u hospitales. Un aplauso a todos ellos, por dedicarse a este servicio de amor, con entrega y dedicación como lo es el atender a los abuelitos, a quererlos y apoyarlos en su vejez, ya que, como dice un viejo dicho: “para allá vamos todos”
AGENDA DEL MES
- 26-1 septiembre: Ejercicios espirituales en Lonigo para religiosos y laicos de la provincia Italiana;
- 27-31: ejercicios espirituales en el Paular para algunos religiosos de la provincia Española, otros les harán en otras fechas y lugares.
Pongo el camino de nuestra familia bajo la protección de la Virgen Inmaculada y de San Ludovico Pavoni.
Un abrazo fraterno y siempre agradecido
Ricardo Pinilla Collantes
Galleguillos de Campos (LE), 31 de julio de 2018