Queridos hermanos, religiosos y laicos de la familia pavoniana:
1) En el momento de escribir esta carta, ha sido publicado el “Instrumentum laboris” del próximo Sínodo dedicado a “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, creo que para nosotros es de obligada lectura, reflexión y condivisión. El Sínodo es una oportunidad, una gracia y un don del Espíritu Santo que no debemos dejar escapar, para sensibilizarnos más con el mundo juvenil, para escuchar a los jóvenes, para darles espacio en nuestras vidas y en nuestra familia, y para dedicarnos por entero a acompañarlos, ya que como dice el fundador, debemos “concebir hacia ellos las más bellas esperanzas”.
2) En este mes de julio, nuestros jóvenes religiosos harán una experiencia de formación en Filipinas. Soy consciente de que esto supone un coste económico para la Congregación en los tiempos difíciles que atravesamos en este campo. Creo que todo lo que se invierta en formación hay que darlo por bien empleado y creo también, que será una buena experiencia de:
- Conocimiento reciproco que repercutirá en un mayor sentido de pertenencia a la misma familia y en la visión global de la Congregación;
- Conocimiento de la realidad asiática, donde se encuentran 6 de cada 10 jóvenes del mundo. Esto ayudará a una apertura de mente y de corazón. No olvidemos que conocer otras sociedades, otras culturas, otras maneras de ser Iglesia y vida religiosa, puede ayudarnos a vivir mejor nuestra vocación y misión allí donde cada uno está;
- Conocimiento de las condiciones en que viven tantas personas necesitadas de nuestro planeta, esto seguramente ayudará a vivir el voto de pobreza en solidaridad y justicia con los más pobres.
- Agradezco a p. Giorgio y p. Gildo el trabajo que han hecho para preparar con esmero este encuentro y a la comunidad de Antipolo por su acogida y disponibilidad.
3) Durante el último Consejo general hemos aprobado los proyectos trienales de las tres provincias: Brasil, Italia y España. Todos ellos contienen las líneas maestras que nos guiarán en estos dos años que preceden a la celebración del Capítulo general de 2020. Espero y deseo que no se queden en letra muerta o en un documento más que acumulamos en nuestras estanterías, sino que intentemos ponerlo en práctica con la aportación de todos. Es un instrumento más que nos ayudará, si queremos, a ser mejores pavonianos y a vivir nuestra vocación con alegría y autenticidad. Bien sabemos que, la vida religiosa hoy, no es importante sólo por lo que hace, por sus actividades, por sus estructuras grandes o pequeñas, sino por cómo se posiciona ante la sociedad, como encara las pobrezas que padecen tantas personas, como escucha y acompaña los proyectos, las esperanzas, los fracasos, los sufrimientos de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. La vida religiosa es profética y puede despertar al mundo si es capaz de ser compañera de camino de los más necesitados, si con su manera de vivir es luz y guía desde una experiencia vital de un Dios amor, si sabe salir de sí misma, de sus seguridades y de su zona de confort para ir al encuentro de los demás, si tiene entrañas de misericordia y de ternura con aquellos que no encuentran acogida y comprensión en otro sitio, si es testigo de una vida de fraternidad y comunión y si sabe mostrar que sólo Dios es el único bien y que el dinero, el poder y la fama no forman parte de su patrimonio.
Todos los expertos en vida religiosa están hablando de un cambio de época, de una manera nueva de vivir la vida religiosa en un mundo secularizado y en una Iglesia misionera. Debemos insistir sobre la necesidad de la formación continua para encontrar caminos nuevos, para encontrar nuestra identidad y nuestro puesto. Nuestro Documento capitular nos da pistas de actuación para responder a las preguntas: ¿Qué tenemos que hacer? (n. 9) y ¿qué debemos ser) (n. 30). Nos haría mucho bien y nos ayudaría volver a leer y profundizar el Documento.
4) El DC en el n. 41.4.3 nos habla de: “Intensificar la formación continua de los Superiores y Vicesuperiores locales para que sean guías seguras y competentes de la comunidad y de los colaboradores, capaces de un estilo de servicio que facilite la comunión, anime la vida espiritual, estimule la misión.”. Para llevar a cabo este proceso de renovación, no necesitamos líderes que sean solamente buenos gestores y organizadores de comunidades y obras apostólicas, necesitamos líderes:
- Que tienen como modelo a Jesucristo en la tarea encomendada. “No he venido para ser servido sino para servir y dar la vida en rescate por muchos” (Mt 20, 17 ss)
- Equilibrados y maduros, profundamente creyentes, profundamente humanos, de gran profundidad espiritual, Con capacidad para indicarnos caminos nuevos;
- Hombres de espesor evangélico, que viven y saben contagiar en la vida cotidiana la pasión por el Reino, que han descubierto que el centro de su vida es Dios y sienten la necesidad de descentrarse para centrarse en El, que con su modo de vivir y actuar son signo de misericordia y bondad, que no se identifican con el rol, sino que sobre todo son buscadores de Dios, cuya tarea no se fundamenta en el poder, sino en el servicio, que asumen su ministerio con humildad y disponibilidad. “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27). Hermanos entre hermanos, acompañando el camino, compartiendo ansias y fatigas, animando la esperanza e indicando el camino en las encrucijadas de la vida;
- Maestros y guías. Que sepan potenciar los dones personales de los hermanos, aceptando la diversidad como riqueza, que saben leer la realidad junto a los demás con mirada profunda, que saben interpretar los acontecimientos sin miedo y aceptando que otros piensen distinto, que toman la iniciativa y abren espacios para un trabajo compartido con todos, respetando sus límites y potenciando sus posibilidades, que no excluyen a nadie, porque todos son importantes en un proyecto común, que saben caminar delante, en medio y detrás de los hermanos y hermanas, que son creíbles por su testimonio de vida y generan confianza a pesar de sus límites, que son buscadores audaces, humanos y auténticos, flexibles y tenaces, que son expresión de la cultura del encuentro.
- Servidores de la profecía. Con sus actitudes y opciones saben acoger los signos que invitan al cambio, a tener una mirada profética, a tener una visión de futuro, a una cercanía a los pobres, a ser signos de la fraternidad superando la tentación del clericalismo;
- Con valentía para “salir y hacer salir”. Saben acoger la invitación a ir a las periferias geográficas y existenciales partiendo del evangelio y huyendo de la tentación de la rigidez institucional y de la autorreferencialidad.
- Capaces de compartir y ayudar a compartir la espiritualidad y carisma con los laicos y con la Iglesia local. Que hacen todo lo posible para que su comunidad sea atrayente vocacionalmente.
- Compañeros de camino y sanadores. Expertos en compasión, que saben acoger a tantos hermanos y laicos que sufren. Ayudan a que nuestras comunidades sean terapéuticas, verdaderos lugares de acogida y sanadoras para aquellos que caminan heridos, cansados y perdidos. Capaces de favorecer un estilo de relaciones basadas en la acogida incondicional, el respeto y el perdón recíproco;
- Con capacidad de escucha, que sepan perder tiempo con los hermanos y laicos, que no juzgan desde lo alto pues son conscientes de sus propias debilidades, con capacidad de empatía para saber orientar, que sepan afrontar los problemas y no descuiden su responsabilidad, expertos en resolver los conflictos con amabilidad y bondad.
Todos sabemos que la autoridad se recibe con el nombramiento, pero la autoridad moral se gana con el testimonio de una vida coherente y auténtica. El servicio de autoridad descrito no se puede conseguir con las solas fuerzas o sólo con la buena voluntad, es necesaria la ayuda de Dios. La Rv 264 y 581 nos invita a rezar y sostener con nuestra colaboración responsable y con nuestro amor y obediencia a los superiores. Nuestra vida y misión es responsabilidad de todos, no solamente del superior. La Rv en los n. 297-302 habla de la corresponsabilidad dentro de la comunidad local.
Ciertamente, leyendo esto, cada superior pensará que no está a la altura del servicio encomendado. Quiero recordar a todos los superiores el n. 6 del DC que nos dice que se puede responder al Señor y a los desafíos de los tiempos, solamente por aproximación. Dios que da la misión, da también la gracia para llevarla adelante, pues cuenta con nuestros límites y pecados.
5) Agenda del mes de julio
6-12: Visitaré la comunidad de Génova;
8-25: Formación permanente de los religiosos jóvenes en Filipinas;
21: Primera profesión de los novicios Norlie y Louis en Antipolo;
22-28: Ejercicios espirituales en Pontedilegno para religiosos y laicos de la Provincia Italiana;
28 julio al 23 agosto: Estaré en España
Pongo el camino de toda nuestra familia bajo la protección de nuestra querida Madre la Virgen Inmaculada y de San Ludovico Pavoni, nuestro fundador.
Un abrazo fraterno y siempre agradecido
Ricardo Pinilla Collantes
Tradate, 30 de junio de 2018