Una reflexión sobre los jóvenes en vísperas del Sínodo

Queridos hermanos, religiosos y laicos de la familia pavoniana:

Escribo esta carta después de haber participado a la asamblea semestral de superiores generales en Roma. El tema ha sido: “In ascolto dei Giovanni. Per una vita consacrata generativa”. Esta asamblea nos preparaba y mentalizaba sobre el próximo sínodo de los obispos que, como sabemos tiene como tema “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Pienso que va a ser una ocasión para rejuvenecer el rostro de la Iglesia y, dentro de ella, el de la vida religiosa.

Se constata que la Iglesia tiene una preocupación por el descenso de la práctica religiosa, por la secularización galopante de la sociedad que está aprendiendo a vivir sin Dios, y por el alejamiento de los jóvenes. Al mismo tiempo, se constata también que a la Iglesia le cuesta mucho conectar con el mundo de los jóvenes y salir a su encuentro, allí donde estén. Se dice que la Iglesia es la gran ausente del mundo juvenil. Esto me hace reflexionar sobre lo que ya he escrito otras veces: nosotros también estamos muy ausentes del mundo juvenil, a pesar de que nacimos para ellos, y nuestra misión es caminar con ellos y llevarles a Cristo.

Los jóvenes de hoy son inquietos y buscan personas que les acompañen en el camino y les ayuden a encontrar el sentido de su vida. No buscan maestros que les den lecciones o les intenten hacer como ellos, sino personas que sean capaces de caminar con ellos, compartiendo sus ansias e inquietudes. A veces, nos acercamos a los jóvenes sólo para pescar, para que se hagan pavonianos, muy preocupados por la supervivencia de nuestra institución. A veces, escuchamos frases como esta: “tal actividad no ha servido para nada, pues no ha sacado ningún fraile, ni una sola vocación”. No nos fijamos en la formación, el apoyo y la ayuda que se ha dado y se da a tantos muchachos y jóvenes, para que vivan la vida como vocación, es decir para que vivan como buenos cristianos y buenos ciudadanos. Dedicar tiempo a los jóvenes nunca es tiempo perdido, aunque no salga ninguna vocación. Las vocaciones, lo sabemos, son un don de Dios y crecen allí donde hay un testimonio personal y comunitario de una vida vivida con alegría, en fraternidad y dedicada a los más necesitados. Recordemos cuanto dice la RV 221: “nuestra pastoral voca­cional consiste, ante todo, en un modo de ser antes que en actividades particulares. La fidelidad a Cristo, vivida gozo­samente, el ejemplo de unidad fraterna y colabo­ración cordial, la entrega a nuestra mi­sión en la Igle­sia, el testimonio de una respuesta evangélica y oportuna a las necesida­des del mundo, y la oración perseverante obtendrán del Señor que mande otros obreros a trabajar con noso­tros en su campo”. Otras veces nos acercamos o hablamos de ellos para criticarlos, juzgarlos y condenarlos y decimos que no tienen valores ni moral. Nos cuesta entender su lenguaje y aceptar la visión que tienen de la Iglesia y de la vida religiosa. Debemos estar abiertos a sus críticas y sugerencias, salir de nuestra rutina, de nuestra comodidad, de nuestros esquemas de vida y organización demasiado rígidos; quizá ellos nos puedan ayudar a vivir nuestra vocación con mayor alegría, entusiasmo y radicalidad. No tengamos miedo a que nos desestabilicen, o mejor, nos descentren de nosotros mismos y nos centren en Dios y su proyecto para nuestra familia. Para esto debemos dejarles entrar en nuestra vida, dejarles espacios de participación y de condivisión.

¿Qué buscan los jóvenes en la Iglesia y en la vida religiosa?

-     Hombres y mujeres que buscan hacer la voluntad de Dios, no la propia, de profundidad espiritual, de oración y celebración.

-     Hombres y mujeres fraternos, que dan un testimonio de comunión y de amor auténticos.

-     Hombres y mujeres coherentes, que se esfuerzan cada día en poner en práctica aquello que predican y profesan.

-     Hombres y mujeres felices de seguir a Jesucristo y de la vocación recibida.

-     Hombres y mujeres auténticos, que son libres y transparentan la verdad con su vida.

-     Hombres y mujeres que, desde el mensaje del evangelio, son compasivos y misericordiosos, y saben hacerse prójimos de los más débiles. Que optan por los más pobres y necesitados, como hace Dios.

-     Hombres y mujeres de una gran confianza en la providencia, no apegados al poder ni al dinero.

-     Comunidades abiertas, acogedoras, con entrañas de madre.

-     Hombres y mujeres, capaces de salir a las periferias existenciales y geográficas, para llevar la alegría y la liberación del evangelio.

¡Cuánto camino de conversión y purificación nos falta aún! No nos desanimemos y pongámonos manos a la obra, que con la gracia de Dios lo podemos todo.

Me impactó, por eso lo comparto con todos vosotros, la interpretación que uno de los ponentes hizo del pasaje evangélico de Zaqueo (Lc 19, 1 ss). Decía que Zaqueo representa a la vida religiosa. Somos de edad adulta, en algunos casos anciana, no somos pobres, intentamos ver y encontrar a Jesús pero tenemos dificultades a causa de tantas tareas y cosas que ocupan nuestro día a día, con tantas preocupaciones y distracciones. Necesitamos un sicómoro que nos ayude en esta tarea, quizá los jóvenes sean nuestro sicómoro y nos ayuden a encontrar esa mirada de Jesús que nos llama a bajar de nuestras seguridades, de nuestras comodidades, de nuestros proyectos personales, a deshacernos de tantas cosas que nos desorientan y convertirnos a él definitivamente, encontrándonos de esta manera con aquel que un día nos enamoró y por el cual dejamos todo.

Otro de los ponentes, el profesor de la Universidad católica de Brescia, facultad de Magisterio, D. Diego Mesa, nos habló de algunos aspectos demográficos de los jóvenes del mundo. Fue muy curioso constatar cómo, seis de cada diez jóvenes, están en Asia, el continente más densamente poblado, y casi dos de cada diez en África, el continente más joven. Poco menos de un joven de cada diez está en América Latina. Los jóvenes de América del norte, Europa y Oceanía juntos constituyen poco más de una décima parte del total.

Nuestro Documento capitular en el n. 41. nos dice: Asegurar un adecuado sostén a las comunidades de reciente fundación para su consolidación”. Es verdad que somos una Congregación pequeña pero bastante extendida, esto es motivo para dar gracias a Dios y a los religiosos y laicos que lo han hecho y lo hacen posible. No se trata de abandonar el bien que se hace en cada sitio, se trata de discernir donde están los muchachos y jóvenes más necesitados, se trata de tener una visión global de la familia y acudir a apoyar las realidades más débiles. Un tema importante es la formación de los seminaristas y jóvenes religiosos que debemos cuidar e invertir en ella. Creo sinceramente que, de cara al futuro, puede haber una expansión en Asia desde Filipinas, y en la África francófona desde Burkina: eso dependerá de la colaboración de todos y de la disponibilidad de todos. A veces nos da miedo el idioma, las diferencias culturales… Creo que es necesario arriesgar y tener coraje y valentía, unidos a una gran confianza en Dios, en los hermanos y en los laicos. Ponemos como siempre el futuro en las manos de Dios, que va guiando nuestra historia y nuestra familia.

 

Agenda del mes de junio

-          2: Asamblea de los religiosos de la provincia de Brasil;

-          3: Encuentro de los ex alumnos de Génova;

-          10: Encuentro de los ex alumnos de Brescia;

-          17: Encuentro de los encargados del Oratorio de Brescia desde 1960 hasta el día de hoy.

Pongo el camino de toda nuestra familia bajo la protección de la Virgen Inmaculada, nuestra querida Madre, y de nuestro Santo fundador, San Ludovico Pavoni.

Un abrazo fraterno y siempre agradecido

 

                                                                            Ricardo Pinilla Collantes

Tradate, 1 de junio de 2018