Después del viaje a Burkina Fasso

Queridos hermanos, religiosos y laicos de la familia pavoniana:

     Hace unos días regresé de Burkina Faso de visitar la comunidad pavoniana y la actividad que allí se lleva a cabo. Doy gracias a Dios por permitirme vivir estas experiencias que me hacen tocar con la mano la encarnación del carisma pavoniano en estas nuevas realidades y me hacen sentir que formo parte de una familia viva y que ayuda a vivir.

     La realidad de Burkina está marcada por una gran pobreza de medios materiales y por inciertas esperanzas sobre un futuro mejor y de mayor prosperidad.

     Nuestra comunidad está compuesta por cuatro hermanos, tres italianos de votos perpetuos y un Burkinabé de votos temporales. Las perspectivas vocacionales son buenas y hay jóvenes dispuestos a escuchar y tomar en serio la llamada de Dios a la vida pavoniana. En el mes de septiembre próximo comenzará a funcionar, si Dios quiere, el aspirantado. En estos momentos tenemos un postulante que debería comenzar el noviciado en septiembre próximo y se está siguiendo a algún joven con inquietudes vocacionales. Nuestra actividad consiste, en un colegio de unos 130 alumnos de los cuales la mayor parte son sordos y 56 son internos. Unos son sordos de nacimiento y otros debido a la meningitis. ¿Cómo es posible que en el siglo XXI no lleguen las vacunas a los más pobres y donde hay más riesgo de contraer la infección por este virus? ¿Cómo es posible que exista un índice de mortalidad infantil tan grande? ¿Cómo es posible que si un niño no supera un curso en dos años consecutivos, debe quedar fuera del sistema escolar y no puede seguir estudiando? Estos niños sordos cuando terminen los años de primaria, ¿dónde podrán hacer la secundaria? ¿Quién les ayudará? ¿Cómo será después su reinserción en una sociedad donde se tiende a marginar estas personas? Son muchas las preguntas que me he hecho en estos días transcurridos en Burkina. Es cierto que estas situaciones no son únicas, todos nosotros vemos allí donde nos encontramos, situaciones de necesidad, marginados y descartados de esta sociedad de consumo. Todos los días escuchamos y vemos en los medios de comunicación la cantidad de refugiados y prófugos que llegan a las naciones de Europa en busca de una oportunidad para vivir dignamente. Todos sabemos la cantidad de menores no acompañados que desaparecen cada día en ese mercado imparable que es la trata de personas.

     Todos nos encontramos cada día con personas solas, tristes y sin esperanza, niños, adolescentes y jóvenes que por las circunstancias de la vida están desorientados y no encuentran personas en las que apoyarse, debido también a una rebeldía interior fruto de un vacío y descontento interior. Jóvenes que quieren tomar el rumbo de sus vidas y aparte de no saber como hacerlo, no encuentran facilidades en una sociedad que les utiliza para sus intereses.

     El papa Francisco en el mensaje para la cuaresma de este año nos alerta sobre la ceguera que el mal produce en nosotros y que nos impide ver al hermano, al pobre y necesitado que debe ser para nosotros un don y no alguien invisible.

     ¿De que manera nos pueden interpelar a los pavonianos de hoy todas estas situaciones? ¿Qué respuestas podemos dar desde nuestra pobreza de recursos?

 

Cuaresma, tiempo favorable para cultivar la cultura del encuentro y huir de la cultura de la indiferencia.

     La Iglesia nos pone delante este tiempo para que aprendamos a abrir los ojos y a mirar.

—Mirar a Dios. Mirarlo como Padre, como alguien que nunca me deja, que me perdona, que me acoge, que me ama inmensamente porque soy su hijo predilecto. No mirarlo como algo aprendido o algo rutinario, sino como alguien experimentado cada día, luz y guía de mi caminar muchas veces vacilante.

—Mirar a Cristo, ponerlo en el centro de nuestro corazón y de nuestra vida. Aprender de él a escuchar la voluntad del Padre, a estar cercano a los demás, a escuchar, a compadecernos, a socorrer, a servir, a morir por los otros, a amar incluso a los enemigos.

—Mirar al hombre como hermano. Por hombre entiendo toda persona que se cruza en nuestra vida. Mirar al hermano de comunidad, al laico que comparte mi espiritualidad y mi carisma, al que me encuentro por la calle, en el trabajo que hago, al que acude a mi en busca de consejo o compañía… Mirar a las personas como hijas del mismo Padre, mirarlas con el amor y la misericordia que las mira Dios.

—Mirar a los niños, adolescentes y jóvenes con predilección y “amarlos como a las pupilas de nuestros ojos”, sabiendo que son la porción predilecta del Señor. Ayudarles en su crecimiento, en su formación, ser para ellos punto de referencia con un testimonio de vida alegre y entregada.

—Mirar al pobre y necesitado, sabiendo que estamos mirando al mismo Cristo. Abrirnos al pobre y necesitado nos da vida; cerrarnos a él nos trae la muerte en nuestro propio egoísmo. Abrirnos al pobre y necesitado nos ayuda a encontrarnos con Dios, en los cuales él está.

—Mirar al mundo con confianza, como lo mira Dios. Este es el mundo de Dios, este es nuestro mundo, en él debemos dar razón de nuestra esperanza, a él debemos ayudar a volver a Dios con nuestro testimonio de una vida entregada a la causa del Reino.

—Mirar a nuestra familia con esperanza, cariño y disponibilidad. Desterremos esa mirada de pesimismo, de crítica destructiva que no nos deja darnos cuenta de la acción de Dios en ella a través de nuestro santo fundador. Gocemos de la señal que Dios nos ha lanzado con la canonización de san Ludovico Pavoni. No enterremos a san Ludovico, mantengámoslo vivo con nuestra vida entregada de buena gana a favor de los niños, adolescentes y jóvenes más necesitados.

—Mirarnos a nosotros mismos. Pedir al Señor la humildad, la sencillez, la disponibilidad, la capacidad de autocrítica y revisión personal, el deseo de metanoia, de fraternidad y comunión. Saber que así como yo soy predilecto del Señor, también los otros lo son. Saber que así como yo tengo necesidad de perdón y comprensión, los otros también. En definitiva, saber que no soy el centro del mundo ni la medida de todo, sino solamente un “pobre pecador mirado con ojos de misericordia por Dios nuestro Padre”.

     Deseo a todos que este camino cuaresmal nos ayude a convertirnos a Dios y a los hermanos y, escuchando, meditando y poniendo en práctica la Palabra de Dios, podamos ser presencia de su amor y su misericordia a ejemplo de san Ludovico Pavoni.

     Aprovechemos también este tiempo para prepararnos bien a la Consulta general. Es un empeño y responsabilidad de todos.

 

Agenda del mes

-       4-5 de marzo: reunión del Consejo de administración general en Lonigo;

-       7-10 de marzo: visitaré las comunidades de Brescia;

-       10-11 de marzo: asamblea de los religiosos de la provincia Brasileña en Belo Horizonte;

-       13-16 de marzo: visitaré la comunidad de Monza;

-       19 de marzo: fiesta social de los exalumnos de Trento;

-       20-30 de marzo: visitaré las comunidades de Méjico;

-       30-9 de abril: visitaré las comunidades de Colombia.

 

     Pongo el camino de nuestra familia bajo la protección de la Virgen Inmaculada, nuestra querida madre y de san Ludovico Pavoni, nuestro fundador.

     Un abrazo fraterno y siempre agradecido

Ricardo Pinilla Collantes

 

Tradate, 2 de marzo de 2017