Desde Filipinas, con la Consulta general en el punto de mira

Queridos hermanos, religiosos y laicos de la familia pavoniana:

 

Escribo esta carta desde Filipinas donde me encuentro visitando nuestra comunidad de Antipolo. En esta comunidad como ya sabemos, hay tres hermanos de votos perpetuos, seis hermanos de votos temporales, dos novicios, dos postulantes y 13 seminaristas. Es una comunidad joven, viva y con muy buenas perspectivas de futuro. La parroquia San Ludovico Pavoni es también muy viva y la participación de la gente en la pastoral y la liturgia es muy numerosa. Se ha comenzado a construir el templo que será sede de la parroquia, la construcción irá al ritmo del dinero disponible para este fin. Debemos dar gracias a Dios por la presencia pavoniana en estas tierras y por las vocaciones que el Señor nos envía aquí.

 

El próximo mes de abril celebraremos la Consulta general pedida en el último Capítulo. En esta Consulta intentaremos reflexionar y sacar conclusiones y llegar a formular propuestas concretas para nuestro futuro. Los tres esquemas con los temas a tratar les habéis recibido en vuestras comunidades:

-          Pastoral juvenil y vocacional en la familia pavoniana;

-          Reconversión-reorganización-redimensionamiento de las actividades;

-          Articulación geográfica de la Congregación

Creo que es un momento muy importante para nosotros y nuestro futuro. No se trata de buscar soluciones para nuestra supervivencia, sino de descubrir cómo podemos responder mejor a los retos del mundo de hoy, desde nuestro carisma. Exhorto a todos, religiosos y laicos,  a trabajar, a reflexionar sobre estos temas en las diferentes comunidades, para llegar a conclusiones y propuestas de cara a vivir mejor nuestra espiritualidad y carisma. Todos sabemos que el futuro está en manos de Dios, pero depende también de nuestro esfuerzo y disponibilidad, de nuestra capacidad para descubrir lo que Él quiere de nuestra familia en este momento concreto de la historia. No es tiempo de quedarnos en análisis más o menos acertados o en meras elucubraciones, es tiempo de encontrar caminos concretos por donde continuar.

 

No hace mucho tiempo, ha sido dado a conocer el tema del próximo Sínodo de los Obispos que se celebrará en el año 2018. El tema es muy nuestro: “los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Ya ha sido publicado el documento preparatorio, procuremos tenerlo, leerlo, compartirlo entre nosotros, para poder dar nuestra aportación a través de los cauces que se nos indicarán desde las distintas parroquias. No dejemos escapar esta oportunidad tan importante para nosotros, los jóvenes, su mundo, su situación, su presente y su futuro, deben ser nuestra preocupación y ocupación constantes.

 

Como sabemos, este año lo estamos dedicando a reflexionar sobre la pastoral juvenil y vocacional, quiero compartir con todos algunas ideas que nos pueden ayudar. Son actitudes que, también según Papa Francisco, son claves para ser visibles e interpelantes.

 

1)      Caminar con la gente, caminar con los jóvenes

 

Cuando a Papa Francisco se le pregunta, por qué repite tanto lo de “una Iglesia en salida”, contesta que no es una idea ni una fijación suya, sino que la Iglesia nació en salida. Los apóstoles estaban encerrados por miedo y cuando llega el Espíritu Santo, salen a comunicar su experiencia de Cristo vivo, presente y actuante en medio de su pueblo. Salir para estar cerca de la gente, de los jóvenes, para cuidar de ellos, para tocar con la mano sus heridas, sus dificultades y problemas, sus proyectos e ilusiones. Trabajar por la gente, por los jóvenes, no es suficientemente pavoniano, es necesario trabajar con la gente, con los jóvenes. Salir de nuestros propios esquemas y encontrar a los jóvenes allí donde están, adecuarnos a sus tiempos, a sus ritmos, a su lenguaje, a su manera de ver la vida. Somos conscientes que no todos podemos hacer esto debido a diferentes circunstancias. En nuestras comunidades debería haber siempre alguien que hiciera de enlace con los jóvenes del territorio, alguien que estuviera en contacto con los jóvenes de la parroquia, con las asociaciones juveniles del barrio o del pueblo. Alguien que, participando en la pastoral juvenil de la parroquia y de la diócesis, tuviera una presencia en la pastoral universitaria. ¿Es posible esto entre nosotros, o nos conformamos con esperar a que los jóvenes vengan a nosotros? Los jóvenes encontrarán atractiva una comunidad o grupo que sabe acoger sus propuestas y aportaciones, que sabe pasar tiempo con ellos para escucharles y compartir sus alegrías y esperanzas, sus tristezas y angustias. No podemos conformarnos con ser meros funcionarios o benefactores de los jóvenes, debemos ser cercanos y compañeros de camino, poner en el centro de nuestra existencia a los jóvenes y no nuestros propios intereses personales o colectivos. En nuestro caminar con los jóvenes, debemos estar atentos para no caer en dos tentaciones concretas:

-          El clericalismo, que quiere decir: yo aquí, la gente y los jóvenes allí”. No me mezclo con, no soy de, no camino con, camino sobre…

-          El espíritu de la mundanidad, que nos hace asumir valores y actitudes mundanas en nuestra misión. Los jóvenes no esperan que les demos lo que les da el mundo, esperan que les demos la novedad de Jesús encarnado en nuestro testimonio de vida. Nos debe mover siempre el espíritu de Jesús, su mensaje, el espíritu de la verdad y la pasión por la humanidad. La mundanidad nos anestesia. El anestesiado no tiene contacto con la gente, está escondido de la realidad, no se moja, vive su vida en paralelo a la gente. El anestesiado crea distancia en su corazón, una distancia mayor que  la medida en kilómetros, así podemos estar entre los jóvenes pero a años luz de ellos. Nuestro santo fundador es un ejemplo, fue sensible a las necesidades de los jóvenes y se posicionó entre ellos e hizo de su vida una entrega para evitar el naufragio de tantos de ellos.

 

2)      Tomar conciencia de que somos sembradores

 

Esta actitud es muy importante en el trabajo pastoral con jóvenes. Muchas veces nos hemos acostumbrado a exigir frutos y si estos no vienen, dejamos de sembrar y nos sentamos al borde del camino, viendo pasar la vida y el tiempo y lamentándonos continuamente de lo difícil que es el mundo juvenil actual para nosotros. Somos tantas veces espectadores críticos y profetas pesimistas de la situación  y no actores activos! Lo nuestro es sembrar, otros recogerán los frutos al tiempo oportuno. El sembrador es aquel que, siguiendo el evangelio sabe tener paciencia y esperar los frutos. La seguridad de la cosecha está en Dios que hace crecer y dar frutos. Dice el Papa que la historia de la Iglesia no la construyeron solamente los grandes proyectos de papas, obispos, teólogos, religiosos/as, sino la vida cotidiana de los Santos. Ellos supieron sembrar, supieron quemar la propia vida para que el evangelio fuera algo concreto y vivido. Seremos santos, si intentamos que el evangelio vaya adelante. Esto es sembrar, hacer que el evangelio vaya impregnando nuestro corazón, el corazón del mundo en la cotidianidad de la vida. Sembrar el evangelio es ir contra corriente, ya que su propuesta de vida es escandalosa para el mundo. El sembrador es aquel que arriesga, que confía, que espera. El sembrador no sufre el síndrome del acomodado, del que lo tiene todo claro, del que está seguro de lo que tiene o no tiene que hacer, del que no admite que nadie le proponga algo fuera de lo de siempre. El sembrador no se parapeta detrás de una estructura en la cual se siente cómodo, ya que no le obliga a comprometerse mucho y le defiende del contacto con la gente, es aquel que se deja interpelar por cualquier cambio o propuesta que venga  del evangelio. Cuánto podemos aprender de la santidad de la gente sencilla y humilde, de los padres de familia, de los abuelos, de los trabajadores, de los que dedican su vida a crear un mundo mejor… Estos son los sembradores del evangelio en lo cotidiano de la vida, estas personas hacen del evangelio no una teoría, sino una norma concreta de vida.

 

3)      Generadores de unidad y comunión a través del diálogo y la comunicación en un mundo conectado

 

Vivimos en un mundo donde las nuevas tecnologías de la comunicación van cobrando una importancia vital. No se entiende el mundo de los jóvenes sin este componente. Son una generación conectada. Nosotros debemos utilizar también estos medios sino queremos estar desconectados de los jóvenes o fuera de su mundo. Podemos constatar también que, a pesar de ser un mundo conectado, la soledad, el individualismo y la superficialidad son una realidad. El ser humano de todos los tiempos tiene necesidad de comunicarse. Es fundamental para el crecimiento de la persona la comunicación y el diálogo constructivo. La comunicación es divina. Dios se comunica. Dios se comunicó con nosotros a través de la historia. Dios no quedó aislado. Dios nos habló y acompaño, y nos retó y nos hizo cambiar de ruta y nos sigue acompañando. Dios se involucra comunicándose con la Palabra y con su carne. Comunicarse es también humano pues Dios se comunicó humanamente. No podemos perder en la comunicación lo carnal, lo humano para tener una comunicación sólo virtual y líquida. Que tristeza da ver hermanos que, a veces viviendo en la misma casa, se comunican por mensajes telefónicos o por Email, que tristeza ver pavonianos que sólo entran en contacto con jóvenes por los medios de comunicación y tienen miedo al contacto real con su vida y su mundo. No podemos dejar que las nuevas tecnologías nos roben el contacto humano, la palabra directa, la mirada, la cercanía… Sin demonizar las nuevas tecnologías, debemos servirnos también de ellas para estar conectados con el mundo de los jóvenes. Cuantas veces criticamos a los jóvenes por usar en demasía los nuevos medios de comunicación, pero cuanto tiempo nos roba a la comunicación y el diálogo el ordenador personal, la televisión personal, el móvil de última generación, la Tablet…

En una entrevista que han hecho al Papa en un periódico Español, le preguntan por el papel mediador de la Iglesia en los conflictos mundiales. Hace una distinción clara entre mediador e intermediario. El intermediario es el que pone de acuerdo a las partes y saca siempre algún beneficio, en cambio el mediador es el que se pone al servicio de las partes y hace que ganen las partes aunque él pierda. El mediador siempre crea puentes, no para él, sino para que caminen los otros y se produzca el encuentro. Nosotros estamos llamados a ser mediadores. Mediadores entre Dios y los jóvenes, mediadores entre los jóvenes y nuestros hermanos, mediadores entre los jóvenes y la comunidad cristiana, mediadores entre nuestros hermanos de comunidad, de provincia, de Congregación. Si el diálogo y la comunicación son fundamentales entre los pueblos, cuanto más en la Iglesia y en nuestra familia. Quizá uno de los aspectos más atrayentes de nuestra familia debiera ser el diálogo y la comunicación en ese espíritu de familia tan característico querido por San Ludovico Pavoni. ¿Procuramos conservarlo y vivirlo también hoy, o por el contrario lo hemos ido perdiendo por el camino y queda en los escritos o como un mero deseo?.¿Será que nos hemos contagiado del individualismo, de la indiferencia, de la superficialidad y de la falta de comunicación que tanto criticamos del mundo actual? ¿Cuánto tiempo dedicamos al diálogo fraterno, al tiempo de recreo comunitario, a períodos de vacaciones como familia, a convivencias con jóvenes…? ¿Será que somos unos perfectos extraños los unos para los otros?

 

4)      Agenda del mes

  • 1 : Inicio de las actividades en Brasil y Colombia;
  • Hasta el 4 estaré visitando la comunidad de Antipolo;
  • 2: jornada mundial de la vida consagrada;
  • 11: fiesta de la Virgen de Lurdes;
  • 25-26: encuentro de la familia pavoniana de la provincia Italiana;
  • 26: a las 17:30 en la catedral de Milán, Eucaristía de acción de gracias por la canonización del Fundador presidida por el Cardenal Ángel Scola.

 

Pongo nuestro camino bajo la protección de la Virgen Inmaculada, nuestra querida Madre y de San Ludovico Pavoni. Desde Antipolo, envío para todos, un abrazo fraterno y siempre agradecido.

 

Antipolo, 31 de enero de 2016

 

                                                                                  Ricardo Pinilla Collantes