En la clausura del Año de la Vida Consagrada

Queridos hermanos religiosos y laicos de la Familia pavoniana:

     Escribo esta carta desde Roma donde estoy participando en el Encuentro Internacional de religiosos y religiosas titulado “Vida Consagrada en comunión”, que finalizará el día 2 de febrero, fiesta de la presentación y jornada de la vida consagrada, con la Eucaristía presidida por el Papa Francisco y que clausurará el año dedicado a la Vida Consagrada. Puedo decir que están siendo días muy intensos y muy enriquecedores para profundizar sobre el camino de la Vida Consagrada en el mundo y en la Iglesia de hoy.

     Tengo aun en la memoria la muerte inesperada del hno. Ezio Tonini en tierras Eritreas. Doy gracias al Señor por su entrega y dedicación con espíritu pavoniano para hacer realidad nuestro carisma allí. Al mismo tiempo creo que nuestros hermanos de Eritrea y la población de Asmara han quedado un poco huérfanos. Con vosotros pido para ellos la bendición de Dios, la protección de la Virgen Inmaculada y de nuestro Beato Padre Ludovico Pavoni, así como la intercesión del hno. Ezio, del P. Ghiti y de hno. Giorgio Tarter que ya gozan del favor de Dios.

     Estamos viviendo el año de la misión pavoniana encomendada a la Familia pavoniana. En las tres provincias se está llevando a cabo un camino de discernimiento para descubrir lo que quiere hoy Dios de nosotros, expresado a través de los desafíos actuales. Este discernimiento debemos llevarlo a cabo abriéndonos a la acción del Espíritu que sigue indicando caminos nuevos. Abrirnos a los caminos del Espíritu significa estar dispuestos a un cambio, a una renovación, a una conversión. No podemos seguir como si el Espíritu no soplase. Esta conversión no debe ser sólo externa, sino que tiene que ir a las raíces de nuestra opción de vida. El camino de discernimiento ha de tener en cuenta algunas actitudes:

 

Evangelizar nuestra vida. Dejarse rehacer por Dios

     Evangelizar significa, impregnar de evangelio nuestra existencia. Poner a Cristo en el centro, ser hombres y mujeres cristiformes, ser comunidades reunidas en torno a Jesús para aprender a ser discípulos.

-       Cada uno personalmente debe dejarse evangelizar. ¿Cuántos espacios de nuestra vida personal no son evangélicos y no están iluminados por Cristo?; ¿cuántas de nuestras actitudes personales no son evangélicas?; ¿cuánto necesitamos dejarnos seducir de nuevo?; ¿seguimos enamorados de Cristo?; ¿tenemos un corazón duro y frío o aun tiene capacidad de asombrarse, de maravillarse ante las obras que Dios hace en nosotros combatiendo así la rutina?

-       Debemos evangelizar nuestras relaciones comunitarias y con los laicos. El evangelio hará que: nuestras relaciones sean humanas ya que donde no hay humanidad no hay santidad, que en nuestras relaciones se den el afecto y la amistad sana, el aprecio recíproco, el respeto hacia la intimidad del otro. Debemos evangelizar las críticas, los celos, las calumnias, los chismes que no hacen bien a nuestras relaciones; debemos evangelizar la falta de valores humanos, la falta de misericordia, la ley del embudo: ancho para mí y mis amigos, estrecho para los demás. La vida fraterna es un test para ver si somos de verdad discípulos de Cristo.

     A veces sentimos el peso del clericalismo en la Iglesia y en la vida religiosa, el antídoto es fortalecer las relaciones horizontales, la fraternidad.

     Los jóvenes y la gente no necesitan ver en nosotros comunidades perfectas, pero sí auténticas, que viven en verdad, que saben reconocer sus límites y con humildad y sinceridad se ayudan sin juzgarse.

-       La evangelización nos llevará a poner en práctica la sinodalidad, la corresponsabilidad, a cuidarnos los unos a los otros, a soñar juntos, a proyectar juntos, a estar juntos en actitud de salida, a tener el diálogo como método…

 

En camino con una Iglesia en salida

     La autorreferencialidad, la cerrazón en nuestros pequeños mundos, en nuestros problemas nos está empobreciendo y a veces haciendo que nuestra respuesta a la vocación recibida sea mediocre. Debemos salir a caminar con la gente, a aprender de la gente, a compartir sus preocupaciones y también sus ilusiones. Salir a caminar con los creyentes de nuestras parroquias, de nuestro territorio.

     Debemos salir, interesarnos por lo que hacen otras familias religiosas con un carisma similar para posibles colaboraciones, hoy la intercongregacionalidad es el camino.

     Debemos salir a colaborar con organizaciones del territorio y apoyar su acción en favor de los jóvenes pobres desde nuestro carisma.

     Debemos salir al encuentro de los desplazados, de los refugiados. Hay quien dice que la opción por los pobres, la acogida de los inmigrantes es el criterio de discernimiento de la autenticidad de nuestra vida. Si no podemos abrir estructuras de acogida nosotros, dar nuestro tiempo a otras organizaciones eclesiales o de solidaridad que lo hacen.

     Superar el aislamiento comunitario, la cerrazón en nuestras provincias (provincialismo), en nuestros países; salir a apoyar las nuevas presencias, abrir espacios de vida en otros contextos. El abrirse y salir nos enriquece, nos ayuda a abrir la mente y el corazón, nos ayuda a aprender de los otros. Estoy convencido que no todos podrán hacer este esfuerzo pero, al menos, no impidan con su pesimismo que otros lo puedan intentar. En definitiva, salir a las periferias geográficas y existenciales y llevar a Jesucristo.

 

Nuestro puesto en un mundo plural a nivel social, cultural y religioso

     Estamos discerniendo cuál es nuestro sitio, guiados por el Espíritu que nos va indicando, si nos dejamos. Ante este discernimiento debemos tener las siguientes actitudes:

-     que sean discernimientos hechos en comunión;

-     coraje y libertad. Ir contra corriente;

-     asumir riesgos;

-     no dar por eterna ninguna presencia ni ninguna estructura;

-     saber leer los signos de los tiempos y escuchar la llamada de las nuevas pobrezas, las llamadas de los jóvenes pobres de un mundo en continuo cambio;

-     saber que nuestra tarea es evangelizar con la Iglesia desde nuestro carisma...

 

En formaciòn continua y permanente

     “La renovaciòn de la Vida Consagrada depende principalmente de la formaciòn (VC 68)

     El objetivo de la formación es “asimilar los sentimientos de Cristo hacia el Padre” (VC 65), o como decía nuestro Fundador “conformar la propia existencia, en cuanto sea posible, a la del Divino Maestro Jesús”. Si esto es así, ¿quién de nosotros no necesita formación?; ¿quién piensa ya como Jesús?; ¿quién ha adquirido ya en plenitud las actitudes de Jesús?; ¿quién vive como él vivió? Debemos tener la suficiente humildad como para reconocer que no podemos conducir nuestra vida de forma autosuficiente, que estamos siempre haciéndonos, que necesitamos siempre de renovación, que la santidad es un proceso de toda la vida. El conformismo, el creer que ya hemos llegado, el creernos ya buenos y santos, o personas sin remedio... nos lleva a la mediocridad, a vivir una doble vida y a la incapacidad para soñar caminos nuevos, de escuchar el soplo del Espíritu y el grito de los pobres.

     Este es el camino de toda renovación, de toda reorganización, redimensionamiento. Si no se hace de esta manera global, no servirá de nada, será sólo maquillaje, apariencia.

     No es tarde. Somos capaces si nos fiamos de la acción de Dios en todos nosotros. Basta no cerrarnos a lo nuevo que Dios está pidiendo hoy a la Vida Consagrada.

     Esta mañana he podido saludar a Papa Francisco, en ese saludo he presentado al vicario de Cristo el camino de nuestra Familia pavoniana.

     Pongo el camino de toda nuestra familia bajo la protección de la Virgen Inmaculada y del Beato Ludovico Pavoni.

     Un abrazo fraterno y siempre agradecido.

 

Roma, 1 de febrero de 2016

 

Ricardo Pinilla Collantes