Queridos hermanos religiosos y laicos de la familia pavoniana:
Escribo esta carta teniendo delante la basílica de San Pedro en Roma; a los pies del apóstol he puesto el camino de nuestra Familia, para que nos dejemos guiar por la fuerza del Espíritu del Señor.
Tiempo de adviento: tiempo de espera activa.
El Señor vino: Dios hizo realidad su amor y predilección a la humanidad enviando a su propio Hijo en un momento concreto de la historia, tomó nuestra condición humana. El sabe lo que es ser hombre y todo lo que eso conlleva.
El Señor viene: cada día “llama a nuestra puerta; si le abrimos entrará y se quedará con nosotros”. Viene a través de su Palabra leída, meditada y compartida en la Eucaristía, fuerza para el camino de seguimiento; en el sacramento de la reconciliación, cuando somos conscientes de la necesidad de la gracia, el perdón y la misericordia de Dios; en los acontecimientos y signos de los tiempos y en los hermanos y hermanas que vamos encontrando en el camino de la vida.
El Señor vendrá: al final de los tiempos para acoger todo lo creado y presentarlo al Padre.
La liturgia y la Palabra de Dios nos urgen a que este tiempo sea un tiempo de espera activo. Debemos trabajar cotidianamente para que el Señor sea definitivamente el centro de nuestras vidas como el Salvador, el que da sentido a nuestro caminar. La espera activa nos hace estar vigilantes, atentos, con los ojos y el corazón bien abiertos. Los profetas, especialmente Isaías, nos invitan a preparar los caminos y el corazón para que Dios pueda plantarse en nosotros. El Señor viene si nosotros le dejamos. Preparémonos para su venida no sólo a nivel personal, sino como pueblo, como comunidad, como familia.
Debemos preguntarnos: ¿Cuando el Señor llegue nos encontrará unidos o sólo reunidos? ¿La fe, la esperanza y la caridad qué nivel tienen en mí y en mi comunidad? ¿Qué valles tengo que rellenar y qué colinas tengo que abajar en mí y en mi comunidad para allanar el camino del Señor? ¿Estamos dispuestos a dejar a entrar al Señor en nuestras vidas para que él sea el valor absoluto, o queremos seguir siendo autosuficientes?
En este tiempo de adviento nos guía y acompaña nuestra querida Madre María, la Virgen Inmaculada. A ella encomendó el camino de nuestra familia nuestro padre Fundador. En este día renovamos de una manera o de otra nuestra consagración a Dios y a los hermanos. Que ella nos tenga a todos bajo su manto. Bajo el manto de la Virgen siempre se está bien.
Adquiramos y profundicemos las actitudes de María: la escucha atenta a Dios y a los hermanos, la aceptación de la voluntad de Dios aun no entendiendo, la disponibilidad a la voluntad de Dios, la alegría de salir de nosotros mismos a testimoniar las grandezas que Dios hace en nosotros y a través nuestro…
¿Cómo escuchamos y compartimos la Palabra, convencidos de que Dios nos sigue hablando hoy? ¿Qué disponibilidad mostramos a la hora de salir al encuentro del otro, del diferente, para instaurar la cultura de la ternura y desterrar la de la indiferencia? ¿Nos sentimos dichosos en nuestra vocación? ¿Qué nos hace mediocres, rutinarios, poco interpelantes, sin capacidad de atracción? En definitiva, ¿qué nos hace poco proféticos? ¿Puedo decir que mi comunidad es profética para los que nos rodean?
Tiempo de Navidad. Dios deja a su Hijo en el mundo
y para el mundo.
En este mes celebraremos el acontecimiento más original de nuestra fe: Dios se hace hombre posibilitando al hombre participar de la divinidad, dicho de otra manera «lo infinito se hace finito, para que lo finito pueda llegar a ser infinito». ¡Qué amor tan grande el de Dios! Ayudemos a nacer a Dios en todas nuestras realidades, que nuestro corazón y el corazón de toda nuestra familia sea Belén para el mundo y la Iglesia de hoy.
El mundo y la Iglesia necesitan que nosotros seamos Belén, que seamos luz. «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz». Seremos luz, buena noticia, alegría para todo el pueblo si:
Recomendaría que en las comunidades que sea posible, junto con los laicos, se hiciera una celebración comunitaria de la penitencia para prepararnos bien a la celebración de la Navidad, si esta se hace con la Iglesia local; daríamos testimonio y seríamos visibles para el mundo y el pueblo cristiano que camina en nuestro territorio.
El Papa Francisco ha convocado el Año de la vida consagrada. La vida consagrada es necesaria para el mundo y para la Iglesia de hoy. Aprovechemos este acontecimiento para:
- darnos a conocer y dar a conocer la riqueza de nuestro carisma;
- salir de nuestros esquemas fijos y cerrados;
- abrirnos a la Iglesia local y al mundo; no tengamos miedo, salgamos;
- intensificar la pastoral vocacional, siendo coherentes con lo que hemos profesado;
- colaborar con otras congregaciones masculinas o femeninas;
- estar en medio de los muchachos y jóvenes, no sólo en teoría sino en la práctica, sabiendo que ser para los jóvenes es estar con los jóvenes.
- ser testimonio de caridad y fraternidad, de dedicación y entrega. Lo repito una vez más: nuestras asignaturas pendientes son la fraternidad y la inserción efectiva entre los muchachos y jóvenes.
En el día de la Inmaculada renovarán su profesión los hermanos de votos temporales en: Méjico, Colombia, Brasil, Eritrea, Filipinas e Italia. En Eritrea el hno. Samuel hará su profesión perpetua. Asimismo, los religiosos de votos perpetuos harán su renovación devocional y los laicos asociados o agregados sus promesas. Recemos los unos por los otros para que seamos fieles.
Comunico también que el Consejo general, después de haber hablado con los superiores provinciales y los formadores respectivos, ha decidió hacer un noviciado internacional (exceptuando Eritrea, por motivos obvios) en Italia bajo la guía del p. Lorenzo Agosti como maestro de novicios. La casa está aún por definir.
Que la Virgen Inmaculada y nuestro Beato Padre Beato Ludovico Pavoni nos protejan y acompañen.
Un saludo fraterno y siempre agradecido.
Ricardo Pinilla Collantes
Roma, 30 de noviembre de 2014