Con la mirada puesta en el próximo Capítulo general

Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana,

     María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acon­tecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida coti­diana de cada uno y de todos (EG 288).

     El Papa Francisco habla de María de este modo, casi al final de la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual.

     El 31 de mayo celebramos en la liturgia la fiesta de la Visitación de María, y ahora nos estamos preparando para concluir el tiempo pascual con la solemnidad de Pentecostés.

     María es ejemplo sobre el modo de reconocer la presencia del Espíri­tu de Dios en la vida de cada día. El Espíritu de Dios actúa siempre. Nos toca a nosotros reconocer y ser dóciles a su acción, como hizo María.

     Con esta luz leemos lo que hemos vivido y estamos viviendo en este momento particular del camino de la Congregación.

 

Hacia el Capítulo general

     Durante los meses pasados hemos aportado nuestras ideas y experien­cias para la preparación del Capítulo general, que celebrare­mos dentro de pocas semanas.

     Estoy convencido de que nos ha animado el amor a nuestra voca­ción y a la Congregación. Solo si nos hemos dejado mover por este senti­miento de amor, nuestra contribución será valiosa para el buen resulta­do del Capítulo general y, por tanto, para el futuro de la Con­gregación.

     Junto a esas aportaciones, para el buen resultado del Capítulo gene­ra­l también y todavía más importante será la oración con que hemos acom­pañado y seguimos acompañando este tiempo de prepara­ción, y que se­guiremos elevando al Señor ahora y en los próximos días.

 

Orar y amar

     El hombre, decía el santo cura de Ars, tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar

     Aquí se resume lo que es el centro de nuestra vida de fe y de nues­tra misión. Orar, poniendo toda nuestra confianza en el Señor Jesús.

     Y amar con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas, como nos recuerda Jesús (cf. Mc 12,30). Es un amor que envuelve completamente a la persona en todas sus dimen­sio­nes.

     El Capítulo general será el resultado de lo que hemos preparado y de lo que hemos rezado y amado. Todo junto.

     Alguno tiene y tendrá mayores responsabilidades, pero todos, sin ex­cluir a nadie, tienen su parte; cooperan con sus propias aportacio­nes: o positivamente o (y no quisiera creerlo de nadie) negativamen­te.

 

Si el Señor … y si nosotros 

     Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles (salmo 127/126).

     El hombre mira las apariencias pero el Señor mira el corazón (1Sam 16,7).

     Son citas de la palabra de Dios que se complementan, que nos di­cen la verdad más profunda de la realidad y que iluminan nuestras decisio­nes.

     El Capítulo general será el espejo de lo que somos, de lo que cree­mos, de lo que realizamos, de lo que deseamos.

     Será un espejo que nos proyecta hacia el futuro y que nos empuja a mi­rar dentro de nosotros y a nuestro alrededor y a liberar las mejo­res energías y recursos que poseemos.

     Nosotros, como personas, como comunidad, como Congregación, como Familia pavoniana.

     Nosotros, llenos de la gracia de Dios y dóciles a su Espíritu.

     Nosotros, insertos en este tiempo, con sus desafíos y sus oportunida­des, con sus provocaciones y sus esperanzas y gritos.

     Nosotros, llamados a volver a nosotros mismos y llamados a sa­lir, a ir, a dar testimonio, a llevar el amor del Señor, que antes hemos ex­pe­rimentado y acogido.

     Llevarlo a los pobres y a los jóvenes, a los jóvenes más expuestos a la precariedad de la vida, compartiendo sus ansias y deseos, sus as­pira­ciones y sueños, sus preocupaciones y miedos.

 

El presente de Dios y nuestro presente

     Son más importantes nuestro presente y nuestro futuro.

     Son más importantes lo que somos en el presente y lo que seremos en el futuro.

     El Capítulo general será un puntal de lo que estamos construyen­do.

     Tendrá incidencia en la medida en que ahora vivamos con el deseo de vi­vir en el futuro con una adhesión mayor al proyecto de Dios. Con alegría. Hoy. Por parte de cada uno y por parte de todos.

     El presente de Dios y el nuestro: análogos y unidos a la historia; una historia que siempre es la misma y que continuamente está cam­bian­do.

     Saber y querer lo que permanece inmutable y lo que se ha de reno­var.

 

Corazón y manos

     ¿Qué quieres que haga, Señor? ¿Qué quieres que hagamos, Señor?

     Estamos en tu corazón; somos tu corazón.

     Estamos en tus manos; somos tus manos.

     Ilumina, Señor, nuestro camino.

     Sé tú la fuerza que nos sostiene en nuestro presente.

     Haz que estemos, como María y como el padre Pavoni, llenos de con­fianza en tu palabra; haznos ser dóciles a tu voz y estar disponi­bles a tu proyecto.

 

El fuego del Espíritu de Dios

     Estamos preparándonos para celebrar la solemnidad de Pentecos­tés.

     Invoquemos intensamente al Espíritu del Señor para que siga acom­pa­ñando a la Congregación en estas últimas semanas de prepara­ción del Capítulo general.

     Con esta finalidad celebraremos una reunión del Consejo general du­ran­te los próximos días (del 3 al 5 de junio). Después mandaré algu­nas comunicaciones sobre el Capítulo general, cuya convocación, como ya se sabe, se fijó para la tarde del 6 de julio, en nuestra casa de Ponte di Legno (Brescia).

     Imploremos al Espíritu del Señor que nos llene a todos, religio­sos y laicos de la Familia pavoniana, del fuego de su amor.

     Solo así, si nos dejamos llenar de la gracia y del amor del Señor, sere­mos capaces de dar, directa o indirectamente, nuestras aportacio­nes para el buen resultado del Capítulo general.

     El Espíritu es la luz de la mente, llama del corazón, fuerza de las ma­nos.

     Es sostén en las pruebas, esperanza en las dificultades, serenidad en las preocupaciones.

     Ven, Espíritu Santo, llena nuestros corazones,

     enciende en nosotros el fuego de tu amor.

 

     Con vosotros, queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana, comparto estos pensamientos, estas convicciones, estas oraciones. Que nos acompañen cada día.

     Y a todos os envío mi saludo, con el deseo de todo bien en el Se­ñor.

p. Lorenzo Agosti

 

Tradate, 1 de junio de 2014, Ascensión del Señor