Echando un vistazo al sexenio y con la mirada puesta en el Capítulo general

Queridos hermanos y laicos de la familia pavoniana,

     «“Fuertes con la fortaleza de Dios” (CP 69) damos futuro a la misión pavoniana». Este es el título del Documento capitular de 2008, que nos ha acompañado durante estos últimos seis años, ha iluminado y animado nuestro camino y nos ha espoleado a llevar a cabo algunas decisiones operativas.

     En estos meses nos estamos preparando para el próximo Capítulo general, usando un instrumento de trabajo que da continuidad al recorrido anterior. Este instrumento nos ofrece nuevos alicientes para tomar conciencia de nuestra situación y de la del mundo que nos rodea y nos pide que identifiquemos las propuestas más penetrantes y adecuadas para mantener vivo y eficaz nuestro carisma. Continuidad y novedad forman parte de nuestra experiencia, constituyen el tejido vital de todo auténtico proceso de crecimiento.

     Reflexionar, compartir, actuar. Estos tres pasos son necesarios. Reflexionar a la luz de la fe y sostenidos por la gracia de Dios, compartir en espíritu de fraternidad, actuar para hacer realidad lo que se ha planteado y decidido. Mientras ofrecemos nuestra aportación al Capítulo general, nos sentimos ya interpelados a vivir con más intensidad lo que proponemos. A vivir, en definitiva, las coordenadas de fondo de nuestra identidad vocacional.

     Continúo gustosamente, en la lógica de la continuidad y de la novedad, haciendo presentes algunas de las cosas que se pusieron de relieve en la Consulta general de hace tres años, formuladas como una relectura del anterior Documento capitular y como ocasión para impulsarlo de nuevo. Se trata de observaciones de perenne actualidad y que enmarcan nuestro itinerario de reflexión, de compartir y de acción.

 

Estar con Cristo y estar con los hermanos

     «Comunidad unida» ha sido el tema del primer año poscapitular. Nuestra comunidad encuentra en Cristo y en torno a Cristo el fundamento de su unidad. Para nosotros es esencial «ser hombres de Dios que, experimentando sentirse amados por Él, anuncian a los demás la fuerza de su ternura y afirman con su vida su primacía» (Doc. cap. 2008, 1a). Ser hombres de Dios, ser personas de fe, tener en nosotros «los sentimientos de Cristo» (Fil 2, 5). Para vivir así son indispensables algunas condiciones. «Nuestra fe se explicita en la escucha atenta y en la condivisión de la Palabra, en la disponibilidad dócil a dejarse guiar por el Espíritu, en la oración asidua, en una siempre renovada fidelidad a la consagración religiosa y en una apasionada solidaridad con la humanidad que sufre» (Doc. cap. 2008, 1a). La santidad de la vida es el fundamento de nuestra fraternidad, así como nuestra misión.

     Podemos aplicarnos muy bien lo que el Papa Francisco dijo a los miembros de la Curia romana poco antes de Navidad. Profesionalidad y servicio son las características de quien ha sido llamado a esta misión. Pero, añadió el Papa, existe una tercera cualidad, la santidad de la vida, que «es la más importante en la jerarquía de valores». Esa santidad consiste en la «vida inmersa en el Espíritu, apertura del corazón a Dios, oración constante, humildad profunda, caridad fraterna con los colegas. Buen programa de vida cristiana y consagrada a Dios. También significa apostolado, servicio pastoral directo, fiel, ejercido con celo en contacto directo con el pueblo de Dios ... significa también hacer objeción de conciencia, sí, objeción de conciencia a las habladurías … porque las chácharas, las habladurías dañan la calidad de las personas, dañan la calidad del trabajo y del ambiente».

     Son llamamientos muy oportunos también para nosotros, que «en un mundo “lacerado por las luchas y discordias”, queremos ser expertos de comunión para construir cada día relaciones de gozosa fraternidad. Nos abrimos al conocimiento recíproco, a la mutua aceptación, al perdón constante de nuestras infidelidades, a la ayuda generosa recibida y dada» (Doc. cap. 2008, 1b). Esto significa estar con Cristo y estar con los hermanos. Es algo siempre actual, para demandarlo siempre, para construirlo siempre.  

 

Estar con los laicos y estar con los chicos

     «Comunidad unida con los laicos» y «Comunidad unida con los laicos para la misión» han sido los temas del segundo y tercer año poscapitulares. Cuanto más los hermanos de la comunidad están unidos a Cristo y viven «unidos entre sí con estrechos vínculos de caridad» (L. Pavoni), tanto más hallan razones, sustento y estímulo para estar con los laicos y para estar con los chicos. Nuestra espiritualidad aúna interioridad y testimonio, contemplación y compromiso social (cf. Doc. cap. 1996, 2.1).

     Estar con los laicos. La Familia pavoniana es «una nueva forma de compartir y de colaborar fraternalmente unidos Religiosos y Laicos» (Documento base, 1); «es ya una realidad, pero al mismo tiempo un gran sueño, a cultivar cada día apasionadamente» (Doc. Cap. 2008, 2). Entre realidad y sueño: es la experiencia que estamos viviendo; es una experiencia que estamos llamados a acrecentar, para que la realidad se acerque cada vez más al sueño. «La acogida plena de la vocación de los laicos contribuye a una verdadera y significativa conversión de nuestras Comunidades locales y da impulso al sentido profético de la misión pavoniana» (ídem, 2.1.a). Son expresiones que no dejan lugar a malentendidos y que comprometen decisivamente a religiosos y a laicos, más allá de cualquier duda, resistencia o cansancio. Así, «sentimos con fuerza la necesidad de buscar constantemente el “espíritu de familia” entre nosotros y con los “Laicos que están más cerca de nosotros”. Nos sentimos familia también con todos los que la Providencia nos confía» (ídem, 1b).

     Estar con los chicos. «En un contexto social caracterizado por una fría indiferencia, queremos ser personas con el corazón inflamado de pasión educativa por muchachos y jóvenes» (ídem, 1c). Estar con los chicos es el corazón de la misión pavoniana. Es la frontera, la característica típica de la misión, de la que el religioso pavoniano ha de volver a apropiarse, pero que corre el riesgo de quedarse en una afirmación sobre el papel… si no siguen decisiones concretas. «Si queremos recuperar la frescura de los orígenes, debemos … volver a asumir nuestro carisma, pasando de una simple gestión y animación de las actividades a un verdadero “estar con” los jóvenes, que involucre a toda la comunidad, religiosos y laicos, y se exprese en una actitud de entusiasmo, comparticipación y corresponsabilidad» (ídem, 1.2.a).

     A la luz de la nueva lectura global que propongo, reafirmo y ratifico lo que escribí en la presentación del Documento capitular de 2008.

     El Documento capitular nos estimula a reavivar en el corazón la llama del amor de Dios, a fin de que nos ayude a dar de nuevo centralidad a la vida comunitaria, con una implicación mayor de los laicos en nuestra espíritu y en nuestra misión, una misión que nos muestre capaces de recuperar pasión y cercanía a los muchachos y jóvenes que la Providencia nos confía.

 

Agenda de febrero y camino hacia el Capítulo general

     Al comenzar el mes de febrero tenemos en el calendario acontecimientos que ya recordé en la carta de enero: Asamblea de la Familia pavoniana en Lonigo (1-2) y profesión perpetual del h. Johnson en Gama (domingo 2). Lo confiamos al Señor.

     Los días 22-23 se reunirá el grupo vocacional en la Capiccina de Lonigo.

     Entre el 28 y el 2 de marzo se celebrará un encuentro de formación permanente para religiosos y laicos en Valladolid.

     A principios de marzo (1-3) los religiosos de Brasil se reunirán en Belo Horizonte para un encuentro sobre el análisis institucional en curso.

     Del 4 al 13 estaré de visita en Filipinas; el 26 partiré a visitar las comunidades de Méjico y después las de Colombia.

     Durante este mes los religiosos están llamados a elegir a los hermanos que, junto con los que participan en fuerza del encargo que tienen confiado, representarán a toda la Congregación en el Capítulo general. En la conclusión de la carta de convocación del Capítulo general he señalado las actitudes que todos tenemos que asumir al ponernos ante esta responsabilidad.

     Entre tanto, religiosos y laicos, seguimos elaborando nuestras aportaciones sobre los «Itinerarios de reflexión» (especialmente con propuestas de avance o de dirección), y a los laicos se han entregado unas fichas para la presentación de algunas aportaciones específicamente suyas a la preparación del Capítulo.

     En este camino es particularmente necesaria la asistencia del Espíritu del Señor, al que invocamos con insistencia y confianza en nuestra oración. «Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro» (cf. secuencia de Pentecostés). Y, por lo menos semanalmente, utilizamos las fórmulas de oración que tenemos para interceder por el Capítulo general.

     Podemos hacer nuestra, sustituyendo el término “sacerdote” por el de “religioso o “cristiano”, la afirmación de un obispo de nuestros días: «Es más importante lo que vivo como sacerdote que lo que hago como sacerdote. Es más importante lo que hace Cristo el Señor a través de mí, que lo que hago yo» (Monseñor Klaus Hemmerle).

     Os saludo a todos, con el deseo de todo bien en el Señor.

 

p. Lorenzo Agosti

 

Tradate, 30 de enero de 2014.