Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana.
Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Con estas palabras Jesús se dirige una vez más a no-sotros en la página del evangelio de la liturgia de hoy (Jn 14, 27). Estamos en el corazón del tiempo pas-cual y a punto de iniciar el mes de mayo, tiempo tan rico en sugerencias para nuestro camino de fe como cristianos y como pavonianos. La palabra de Jesús nos anima e invita a confiar en él y a superar cual-quier miedo, porque él está con nosotros, siempre. Y con nosotros también está María, nuestra querida madre, cono nos sigue recordando el Padre Fun-dador. Cada vez que nos dirigimos a ella con el Ave María, le pedimos: ruega por nosotros. Se crea un círculo de amor y de esperanza entre nosotros y María. La invocamos y, al mismo tiempo, le pedimos que ruegue por nosotros: una oración que desde nosotros llega hasta ella; una oración que desde ella lle-ga hasta Dios, para que derrame sus bienes sobre nosotros. Santa María ... ruega por nosotros En esta invocación se cruzan nuestra oración a María y su oración por nosotros. María ruega por no-sotros, María intercede por nosotros. Esta confianza en la intercesión de María por el pueblo cristiano atraviesa toda la historia de la Iglesia y muestra una dimensión característica de nuestra fe. Es una con-fianza que se enraíza y encuentra sus motivaciones en los mismos evangelios, como nos dice san Juan en la narración de las bodas de Caná. Aquí María, incluso sin ser interpelada, se da cuenta de la situa-ción y toma la iniciativa de dirigirse a Jesús: No tienen vino. Está implícita la demanda de que actúe; no es necesario pedirlo explícitamente. Madre e Hijo se en-tienden sin palabras. Y, sin entrar en el significado de la objeción de Jesús, María está segura de su dis-ponibilidad y se dirige a los sirvientes, invitándoles a seguir sus directrices: Haced lo que él os diga. Y el agua se transforma en vino, en buen vino, para alegría de los invitados, porque la fiesta no se frustra. María tiene un corazón de madre, María intercede, María es mediadora. De este modo ha sido vene-rada siempre en la historia de la Congregación. De este modo también nosotros estamos llamados a amarla y venerarla. Esta veneración no cercena en nada el único y absoluto primado de Dios; esta veneración no mutila en nada la responsabilidad de nuestras decisiones. Pero esta veneración, esta devoción a María, consti-tuye un gran estímulo en cualquier situación y en cualquier necesidad de nuestra vida; constituye un sos-tén de nuestro camino de fe, de la respuesta cotidiana a la palabra de Dios y a la voluntad de Dios sobre nuestras vidas. Velad y orad (Mc 14, 38) María intercede por nosotros y nos invita a realizar lo que Jesús nos pide. En el ámbito de todo aque-llo en lo que Jesús nos pide, tienen un lugar preeminente las exhortaciones sobre la oración. Son muchos los textos evangélicos en que Jesús nos pide orar: con confianza, insistentemente (cf. Lc 11, 9; 18, 1-8; 21, 36, etc.). Especialmente significativa es la apelación de Jesús a Pedro, Santiago y Juan la noche del Getsemaní, antes de su arresto: Velad y orad, para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil. Junto a la oración de alabanza y de acción de gracias, Jesús insiste sobre la oración de súplica, que expresa nuestra fe en el Señor, nuestro amor hacia él, nuestro sentirnos hijos de un Padre que nos ama, nos escucha, hace posible que podamos llevar a cabo lo que nos pide. ¡La fuerza y la necesidad de la oración en nuestra vida! Sin la oración, sin una auténtica experiencia de oración, nuestra vida de fe no resiste, nuestra respuesta al Señor se vuelve imposible, la fidelidad y la coherencia con nuestra vocación y nuestros compromisos menguan. Religiosos y laicos, todos estamos llamados a dar solidez y consistencia a nuestra vida de oración; los tiempos y las formas serán diferen-tes; pero la exigencia de rezar, de reservar un tiempo a la oración a lo largo del día y de la semana es in-eludible. Los religiosos tenemos las directrices de la Regla de Vida. Son directrices sobre los momentos co-munes de oración que conciernen a cada comunidad. Nuestra oración comunitaria diaria gira alrededor de la liturgia, culmen y fuente de la vida cristiana. Sea cada vez más una oración viva y participativa, que se alimenta en la palabra de Dios meditada y compartida. Sea fecunda, capaz de alimentar en noso-tros una espiritualidad auténtica, que transforme nuestra vida en liturgia, en alabanza al Señor, un ver-dadero servicio hacia él y a los hermanos, vivido en la fidelidad y la alegría. Esté bien preparada y cui-dada, favorezca la participación de los laicos y los jóvenes, que puedan encontrar en nuestra experiencia de oración una fuente fresca para su camino de fe. Que haya momentos personales de oración y meditación, sin los cuales la oración comunitaria care-cería de un sostén suficiente para nuestra vida de fe. Si por otros compromisos improrrogables no po-demos participar en la oración comunitaria, sustituyámosla siempre con la oración individual. Sin este alimento cotidiano nos faltaría la respiración del alma y desaparecería la aportación personal a una di-mensión esencial de nuestro apostolado. Recordemos, finalmente, que forma parte de nuestra misión el compromiso de educar en una auténti-ca experiencia de oración a los muchachos y jóvenes que nos son confiados. María, que ruega por noso-tros, nos sostenga para convertirnos en personas de oración profunda y verdaderos educadores en la ora-ción. Corresponsabilidad en la comunidad local Acompaña a esta carta el reglamento sobre la Corresponsabilidad en la comunidad local, al que se han añadido algunas modificaciones. Después de haber consultado a los Consejos provinciales, la Di-rección general ha aprobado el texto. Las modificaciones se refieren, sobre todo, al Consejo de activi-dad, que en su tiempo fue aprobado ad experimentum. Además de la introducción, se ha añadido un apartado sobre los Grupos de trabajo. La pretensión es la de salvaguardar la centralidad de la comuni-dad religiosa y una correcta relación entre religiosos y laicos en el desarrollo de la misión, sin que esto signifique dilatar los procesos de toma de decisiones. El nuevo texto del reglamento entra en vigor in-mediatamente (1 de mayo de 2013) y constituye un punto de referencia preciso para cada comunidad y actividad. Mayo: 24 horas de adoración (25); novena y fiesta (28) del beato Ludovico Pavoni Como todos los años, para prepararnos a la fiesta del 28 de mayo, el sábado 25 viviremos la jornada de adoración, según los turnos acostumbrados, como se recoge en el anexo. Este año tendremos la opor-tunidad de prepararnos también con la novena, que empezaremos el día de Pentecostés. Agenda del mes. En Brasil, el 4 y el 5 está prevista una reunión de los responsables religiosos y laicos de la Familia pavoniana, como preparación al Encuentro interprovincial del 6-7 de julio. Y desde el 30 hasta el 2 de junio se ha organizado un encuentro de formación para los religiosos jóvenes. En España, el sábado 18 se tendrá la X Marcha Pavoniana a Colmenar Viejo; seguirá la semana de la vocación pavoniana, que culminará el domingo 26 con la Jornada de la misión pavoniana. En Italia, las Asociaciones de Antiguos Alumnos de Génova y de Pavía, respectivamente los domin-go 12 y 19, recordarán el 90º aniversario de su fundación. El sábado 25 se inaugurará el Instituto rees-tructurado de Monza, con la presencia del Card. Dionisio Tettamanzi, Arzobispo emérito de Milán. En Filipinas, el domingo 19 emitirán la primera profesión religiosa los cuatro novicios actuales: Marcos, Roberto, Rustom y Ziad. El día 28 empezará el noviciado el joven Rommel Bernales Daron-dou. Les confiamos al Señor de forma especial y con alegría en nuestra oración. También yo estaré con ellos entre el 11 y el 20 de mayo. Mayo es un mes verdaderamente rico en acontecimientos. Invoquemos al Espíritu Santo e implore-mos la intercesión de María para que, al recordar la figura de nuestro Padre Fundador, podamos ser imi-tadores de su santidad y de su espíritu. Con la novena y el día de adoración pedimos al Señor poder ve-nerar pronto como santo al beato Pavoni; y pidámosle para la Congregación el don de nuevas y valiosas vocaciones y la fiel y generosa perseverancia de los religiosos y de los laicos de la Familia pavoniana. En los Hechos de los Apóstoles leemos: La Iglesia gozaba de paz ... Se iba construyendo y progresa-ba en el temor del Señor, y se multiplicaba con el consuelo del Espíritu Santo (9, 31). El Espíritu del Señor conceda la misma gracia también a nuestra Congregación. Con este deseo, os saludo de corazón.
p. Lorenzo Agosti Tradate, 30 de abril de 2013.