En el Evangelio según San Lucas leemos que,

Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana:

      En el evangelio según san Lucas leemos que, mientras Isabel esperaba el nacimiento de su hijo Juan, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una virgen prometida como esposa a un hombre llamado José, y que la virgen se llamaba María. En esta ocasión quisiera centrar la atención sobre la pronunciación del nombre de María. En la oración del Ave María, después de haberla saludado con una invitación a la alegría, nos dirigimos a María invocándola con su nombre.

 

El nombre de la virgen era María (Lc 1, 27)

      También el ángel Gabriel se dirige a María llamándola por su nombre: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios (1, 30). Por medio de su ángel, Dios interviene en un momento preciso de la historia, y envuelve a María en la realización del plan de salvación que había proyectado para la humanidad. María es llamada por su nombre.

      El nombre expresa la identidad de la persona, su unicidad; expresa también, en el contexto bíblico, su misión, es decir aquello que una persona llamada por Dios ha de realizar.

      Dios quiere necesitar del hombre para realizar sus proyectos. Y pide al hombre su disponibilidad y colaboración; pero no se impone. Respeta su libertad. Respeta su dignidad personal, esa dignidad que Él mismo ha dado al hombre al llamarle a la vida.

      En el relato de la anunciación captamos este modo de actuar de Dios. María es llamada por su nombre. No es un número ante Dios, no es una persona cualquiera entre los millones de seres vivos. Es propiamente ella, con su especificidad y su historia. Dios ha posado su mirada en ella; y ahora se dirige personalmente a ella y le pide que acepte su propuesta: ponerse a disposición de su proyecto de redención de la humanidad.

      María, al sentirse llamada por su nombre y al escuchar el anuncio del ángel, experimenta ser amada por Dios y que Él la ha elegido para una misión que le confía personalmente. Y comprende que su libertad se realiza plenamente en la disponibilidad a lo que el Señor le pide en favor de la humanidad. Intuye que libertad y obediencia se unen en vista de un bien superior, que supera sus proyectos personales y el horizonte de Nazaret. Su aceptación y disponibilidad expresan la adhesión libre y consciente al proyecto de Dios que, llamándola por su nombre, le manifiesta que la ama y que, a través de ella, ama y quiere el bien de la humanidad.

 

Te he llamado por tu nombre (Is 43, 1 y 45, 3-4)

      Esta expresión, que aparece en varios lugares del libro de Isaías, refiriéndose tanto al pueblo de Israel como a una persona singular, pone de manifiesto la actitud y la actuación de Dios con nosotros, tanto a nivel personal como comunitario.

      Cada uno de nosotros ha sido llamado personalmente por Dios, es amado por Dios. Sobre cada uno de nosotros Dios tiene un proyecto. Cada uno de nosotros es importante ante Él. Ninguno de nosotros es inútil o existe por casualidad; ninguno de nosotros es insignificante en los planes de Dios. Desde el momento en que hemos sido llamados a la vida, desde el momento en que tenemos un nombre, Dios nos envuelve en su proyecto de amor para cada hombre y para toda la humanidad a lo largo de toda su historia. Descubrir, acoger y realizar el proyecto de Dios constituye para cada hombre y para cada comunidad la mayor realización. Porque es en esta perspectiva donde se concilian de verdad la libertad del hombre y la voluntad de Dios.

      El hombre puede responder o no responder, aceptar o no aceptar. Pero su respuesta no es indiferente, ni para él, ni para la influencia que puede tener sobre los demás. Y la aceptación constituye para el hombre la bienaventuranza de quien pone su confianza en el Señor. Como se lee en el salmo 40: Aquí estoy ―como está escrito en mi libro― para hacer tu voluntad. Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas (8-9). Naturalmente la correspondencia al proyecto de Dios exige un proceso de discernimiento y se verifica ciertamente en la respuesta a su llamada y en las opciones fundamentales de la vida, pero se realiza también en la concreción de lo cotidiano.

      Y esto vale para cada uno de nosotros y, al mismo tiempo, también para cada comunidad. Porque también existe un proyecto de Dios para la comunidad. Como leemos en las esplendidas expresiones que Dios dirige al pueblo de Israel: No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío. Porque eres precioso ante mí, de gran precio, y yo te amo. No temas, porque yo estoy contigo. Vosotros sois mis testigos (Is 43, 1.4.5.10).

 

Dar a cada uno el alimento que considere oportuno (p. Ludovico Pavoni, CP 242)

      Si experimentamos este amor de parte de Dios, si nos sentimos llamados por nuestro nombre, podemos, a la vez, comunicar y dar a entender este descubrimiento a quien está a nuestro lado y, especialmente, a los muchachos y jóvenes que nos han sido confiados. Ningún hermano es un número a nuestro lado, ninguno de los muchachos que tenemos confiados es un ser anónimo para nosotros. Junto a las dinámicas comunitarias de la vida fraterna y de la acción educativa, todavía son más importantes las relaciones personales. El clima de familia que tanto recomienda el Padre Fundador es una preciosa herencia (RV 6) en la historia de la Congregación, implica un llamarse por el nombre, que expresa respeto, amor y estima por la otra persona. Cada uno de los hermanos nos es tan querido como la misma vida, nos recuerda nuestra Regla (132). Cada muchacho que se nos confía, nos recuerda el Padre Fundador, debe ser como un depósito precioso y santo y se le debe amar como a las niñas de sus ojos (CP 257).

      Cada uno es precioso, nadie está exluido. Un aspecto fundamental de nuestro sistema educativo es la atención y el cuidado personal hacia cada joven. Si nuestra historia nos ha transmitido un tipo de estructuras en las que nunca ha habido grandes números, es también por esta exigencia. La educación es eficaz y logra sus objetivos sólo si se llega al corazón de cada muchacho, después de haber creado con él una relación personal empática y respetuosa. Es esencial hacer comprender a los jóvenes que se les quiere personalmente. En las Constituciones el p. Pavoni da las siguientes indicaciones al director espiritual: Usará con ellos un trato dulce, pero muy serio y decoroso; se hará amar santamente, para disponerlos más fácilmente a consagrar su corazón a Dios; llamará a cada uno para entrevistas personales y dará a cada cual el alimento que más le convenga (CP 251). Son indicaciones válidas también hoy, para una auténtica e integral acción formativa. Esto significa, en lo educativo, conocer y llamar a cada cual por su nombre.

      María, a quien Dios ha llamado por su nombre, interceda por nosotros para que podamos experimentar y hacer experimentar el amor de Dios hacia cada uno de sus hijos; y para que, desde esta experiencia, brote una adhesión amorosa y fiel a su proyecto.

 

En la agenda de noviembre: inicio de la encuesta sobre la curación sucedida en Sao Paulo

      El 5 de noviembre se ha fijado la cita con el arzobispo de Sao Paulo en Brasil, card. Odilo Pedro Scherer, para la presentación oficial de la petición de inicio de la encuesta diocesana sobre la sorprendente curación del padre de nuestro hermano Diomar en julio de 2009, que entendemos ha sucedido por intercesión del beato Ludovico Pavoni. Nos alegramos de ello, esperemos y oremos.

      Durante los cuatro primeros días del mes están previstos diferentes encuentros en Belo Horizonte, en Brasil: administradores, superiores, todos los religiosos, coordinación de la Familia pavoniana.

      En Valladolid, España, del 16 al 18 tendrá lugar una “escuela de animadores” de los grupos Saiano; y del 23 al 25 las jornadas de otoño de los animadores de la Familia pavoniana.

      Entre el 21 y el 23 participaré en Roma en la Asamblea de Superiores generales, que afrontará los temas: Evangelización (Sínodo 2012) y testimonio (crisis económica e implicaciones para los consagrados).

      Hemos comenzado el Año de la fe y proseguimos con la celebración del Año mariano. Confiamos el camino de este mes de noviembre a la intercesión de María, a quien el sábado 17 invocaremos como Madre de la Divina Providencia.

      Lleguen a todos mis saludos en el nombre del Señor.

p. Lorenzo Agosti

 Belo Horizonte, 31 de octubre de 2012