Queridos hermanos y laicos de la familia pavoniana,
el año de la “misión educativa pavoniana” en que estamos inmersos, debería despertar en nosotros y acrecentar todavía más la pasión educativa que hemos visto en el padre Pavoni cuando nos hemos acercado a su figura, y que nosotros mismos hemos compartido al adherirnos a la Congregación y a la Familia pavoniana. ¿Pero sucede así? La propuesta de este año, a la luz del ejemplo del Padre Fundador y de las urgencias de los temas actuales, ¿no está realmente animando en este sentido? Espero que sea así para todos y cada uno de nosotros. Cada uno, en el ámbito de su misión, junto con los hermanos de la comunidad y con los laicos colaboradores, recibe la llamada a revivir hoy la pasión del Padre Fundador para “salvar” a los jóvenes.
La pasión educativa del padre Ludovico Pavoni
Cuanto más conocemos la figura y la historia del Padre Fundador, tanto más nos impresiona su pasión educativa por “salvar” a los jóvenes, y especialmente a los jóvenes en mayor necesidad, lo que marcó toda su vida. La llamada del Señor a seguirlo como sacerdote la acogió y la vivió sobre todo como una llamada a dedicarse totalmente a la educación de los jóvenes, refiriéndose a las palabras de Jesús: “Quien acoge a uno de estos niños en mi nombre, me acoge a mí” (Mt 18, 5). Y: “Todo lo que hagáis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hacéis” (Mt 25, 40).
Expresando los sentimientos de su corazón, el padre Pavoni habla de “dulces atractivos” con los que el Señor con los que el Señor le “sedujo” (por utilizar el verbo del profeta Jeremías), arrancándole de “la tranquilidad” de su casa” para “inmolarse” (Pavoni habla de “ofrecer voluntariamente todo mi ser”) “en favor de un bien tan evidente”. El padre Pavoni “se inmola” por el servicio que hace al Señor, a los jóvenes, a la Iglesia y a la sociedad. Esta es la convicción, el testimonio, la experiencia que brota de sus palabras y de su vida.
El padre Pavoni siente su corazón herido por el “naufragio” de tantos jóvenes, por el peligro en que se hallan, por el riesgo concreto de fracasar y arruinar su vida que corren. Y quiere ofrecer un “remedio”. Todas sus iniciativas están orientadas a este fin: “remediar”, ofrecer un remedio a su condición de “naufragio.”
Un remedio que parte del oratorio y que se desarrolla con el instituto, al que dará estabilidad en el tiempo la fundación de la Congregación. Un remedio que, a través de las instituciones, ofrece a los jóvenes el calor de una familia, la enseñanza de una profesión, la seguridad del futuro, garantizado por una sólida formación humana, cívica y cristiana. Un remedio que, antes de insistir sobre un ambiente y sobre los medios educativos, aun siendo importantísimos, insiste sobre la dedicación y entrega de su persona y sobre la relación personal que instaura con cada uno de sus jóvenes, movido por un amor apasionado que tiene sus raíces en la fe en Cristo y en la vocación sacerdotal y, después del 8 de diciembre de 1847, también en su consagración religiosa. En el Fundador comprobamos una admirable síntesis entre la santidad de la vida, la pasión educativa y la genialidad de intuiciones y realizaciones pedagógicas, en las que es capaz de implicar a los demás, atraídos por la misma finalidad y el mismo proyecto.
Nuestra pasión educativa
Una síntesis análoga no puede dejar de estar también en la base de la acción educativa de cada uno de nosotros. Hacer nuestro el “proyecto educativo pavoniano” significa y comporta hacer nuestro el carisma pavoniano, significa y comporta hacer nuestro el ejemplo del padre Pavoni. Significa e implica la imitación del padre Pavoni, cada cual según su propia vocación y sus propios deberes.
La lógica que debe acompañarnos, en la renovación de nuestra misión, es la de la abundancia. Si nos conformamos con poco, con el vivir en “tranquilidad” (de la que fue arrancado el padre Pavoni), con la mediocridad de quien no se atreve a progresar en el camino de su propia vida espiritual y en la calidad de su compromiso diario, no podremos llevar a cabo verdaderamente nuestra misión, según las necesidades de este tiempo.
Ciertamente no se trata de un recorrido fácil. Pero es el reto que nos está esperando y que debería animarnos. El proyecto educativo pavoniano nos empuja a renovar la misión, para ser fieles a lo que nos confió el Padre Fundador en relación con las exigencias de los tiempos.
Cada comunidad, cada “grupo educativo” debe preguntarse periódicamente a cerca de cómo está desarrollando su propuesta formativa, sobre su influencia, sobre su planteamiento integral (es decir, en todos los ámbitos: humano, cultural, profesional y cristiano), como pide nuestro proyecto.
Esta “lógica de la abundancia” nos dice hemos de ser un poco más osados, ir más allá de los modelos de perfil bajo. Este proceso nos implica a todos personalmente, empezando por nuestra fe, nuestra coherencia de vida y nuestra disponibilidad para hacernos “todo a todos”, como nos pide el padre Pavoni repitiendo las palabra de san Pablo.
La renovación es posible si desarrollamos y proponemos (para nosotros y para los demás) más santidad, más oración, más amor, más fraternidad, más entrega. Así es como se prevé un ideal atractivo para quien está desilusionado por el empequeñecimiento, la satisfacción consigo mismo, el repliegue sobre sí mismo.
En este contexto nos puede ayudar la siguiente reflexión del papa san Gregorio Magno: “Quienes nos han sido confiados abandonas a Dios y nosotros guardamos silencio. Yacen en sus pecados y no les tendemos la mano para corregirlos. ¿Cómo va a ser posible enmendar la vida de los demás si descuidamos la nuestra? Vueltos hacia las cosas del mundo, nos volvemos tanto más interiormente insensibles, cuanto más prestamos atención a los asuntos de fuera.” Educar es, sobre todo, dar testimonio.
Cuanto más tenemos en el corazón el presente y el futuro de nuestros jóvenes, cuanto más nos preocupamos por que crezcan adecuadamente, por que sepan fundamentar consistentemente su vida, por que sepan encontrar a Cristo y dejarse guiar por su amor y su palabra, tanto más también en nosotros se aviva el deseo de no ser superficiales, sino de tender a una vida auténtica y santa. Nuestra pasión educativa no puede ser algo sentimental, sino que se manifiesta en nuestra cercanía a los jóvenes y en la creatividad de propuestas eficientes, orientadas a dar solidez a su formación y que sostenemos a través de la realidad y la ejemplaridad de una vida personal y fraterna plenamente coherente con nuestra vocación.
Para nosotros, los religiosos, significa: ser a tiempo lleno por el Señor, por la comunidad y por los jóvenes.
Día a día
Me parece hermoso y significativo que 2012 haya empezado con la preparación de la nueva misión de Burkina Faso (con el p. Flavio Paoli y el p. Pierre Miche Towada Towada). Esta iniciativa representa un signo eficaz del “Año de la misión educativa pavoniana”.
El 2 y el 11 de febrero celebraremos en la Iglesia, respectivamente, la jornada mundial de la vida consagrada y la de los enfermos. Son ocasiones propicias para dar un buen testimonio tanto de nuestra vocación como de la sensibilidad hacia quienes sufren.
El 11 de febrero, memoria de la Virgen de Lourdes, nos recuerda el compromiso de rezar en comunidad, cada día, por la glorificación de nuestro Padre Fundador.
El 11 y el 12 se celebrará en Lonigo el encuentro anual de la Familia pavoniana. El 17, en Belo Horizonte, están convocados los Superiores locales, para poner en marcha en sus comunidades el nuevo año de actividad. Entre el 17 y el 19, en Valladolid se celebrará un encuentro de formación permanente para religiosos y laicos. El 24 partiré para visitar las comunidades de México.
En la última semana del mes empezaremos el tiempo de cuaresma. Sea para todos ocasión de vigorizar la conversión al Señor y un impulso para la misión a la que Él nos ha llamado. A estos dos objetivos nos advierte la afirmación de san Ignacio, Obispo de Antioquía; “Es buen enseñar, si quien habla practica lo que enseña”.
Y, finalmente, hagamos nuestra la oración del Obispo san Hilario: “Soy consciente de que tú, Dios mío, debes ser el fin principal de mi vida, de modo que cada una de mis palabras, cada uno de mis sentimientos te muestre a ti.” Recibid mi más cordial saludo en el nombre del Señor.
p. Lorenzo Agosti
Tradate, 1 de febrero de 2012.