Una invitación a la revisión de vida y a la celebración

 

Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana,

     «Los dones y la llamada de Dios son irrevocables» (Rm 11, 29) nos asegura el apóstol Pablo en la primera lectura de la liturgia de hoy. Esta certeza acompaña nuestro camino de fe y nuestra respuesta cotidiana a su llamada y su voluntad.

     Existe un proyecto de amor de Dios sobre cada uno de nosotros, sobre nuestras comunidades y sobre toda la Congregación, nacida en el corazón de nuestro Padre Fundador por inspiración divina.

     En el padre Pavoni descubrimos una estrecha relación entre una profunda fe en la escucha del Señor, y una sensibilidad y una capacidad de lectura de la realidad, en la que se implica con toda su entrega. Fe cimentada en el Señor y entrega apasionada a los jóvenes caracterizaron su experiencia. En él podemos ver lo que san Pablo decía a su discípulo Timoteo: «nos fatigamos y luchamos, porque hemos puesto la esperanza en el Dios vivo» (1 Tim 4, 10).

     Esto también vale para nosotros. Precisamente porque hemos puesto nuestra esperanza en Dios, hemos acogido la vocación a la Familia pavoniana y nos comprometemos con todas nuestras fuerzas a vivir el carisma.

     Con el proyecto personal de vida y con el proyecto comunitario tratamos de corresponder a los dones de Dios, poniéndonos a disposición de los hermanos, en las tareas que se nos confían.

 

“Certificación de calidad”: una mirada a la vida de fraternidad

     A la luz de la palabra de Dios y de nuestra Regla de Vida, además de los documentos que se derivan de ella, nosotros mismos deberemos de ser capaces, sin delegar la tarea a terceros, de formular una “certificación de calidad” de la vida y los servicios actuales de nuestra comunidad. Tendremos que ser capaces de evaluar cómo estamos encarnado concretamente nuestro carisma con respecto a los diferentes aspectos de nuestra identidad y de la realidad en que estamos inmersos.

     Este proceso no es un fin en sí mismo, pero es muy útil para hacernos cargo de las luces y las sombras que caracterizan nuestra vida, con el fin de mejorar la aplicación de lo que se nos requiere en virtud del proyecto que nos une y al que libre y responsablemente nos hemos adherido.

     En lo que se refiere a nuestra vida de fraternidad, algunos puntos de referencia para esa certificación pueden ser los siguientes:

1. La conciencia de nuestra identidad como comunidad religiosa y como núcleo de Familia pavoniana. ¿Quiénes somos? ¿Qué imagen damos de nuestro “grupo”?

2. El lugar que ocupa el Señor en nuestra jornada. ¿Damos al Señor el tiempo que la Regla pide a la comunidad, como centro y fundamento de nuestra vocación y misión?

3. La calidad de nuestra oración comunitaria. ¿Cómo cuidamos y animamos nuestros encuentros de oración? ¿Cómo participamos en ella? ¿Cómo la articulamos a lo largo de la semana, del mes, del año y en relación a los tiempos litúrgicos?

4. La fidelidad a nuestra vida consagrada. ¿Cómo se manifiesta nuestra forma de vivir los votos religiosos de castidad, pobreza y obediencia?

5. La solidez de la vida fraterna. ¿Qué momentos de la vida común caracterizan el día y la semana, así como los meses y el año? ¿Expresan una realidad de comunión de vida?

6. La visibilidad de la comunidad. ¿Cómo hacemos para que la comunidad religiosa sea visible y reconocible ante los ojos de los laicos colaboradores, de los chicos y de los jóvenes de nuestras estructuras educativas y ante quien se nos acerca? ¿Cómo se nos conoce y cómo participamos en el ámbito de la Iglesia local y en la zona en que nos encontramos?

7. La apertura de la comunidad. ¿Cuáles son las estrategias que utilizamos para favorecer la participación de los laicos (jóvenes y adultos) en nuestra vida de oración, en algunos momentos de vida de fraternidad y en la colaboración en la misión?

8. La Familia pavoniana. ¿En qué punto está la experiencia de compartir nuestro carisma entre religiosos y laicos? ¿Qué pasos hemos dado? ¿Cuáles son las características de esta experiencia?

9. La “pavonianidad”. ¿Cómo se manifiesta nuestra identidad de comunidad pavoniana? ¿Qué signos hacen que se nos reconozca como religiosos y como laicos pavonianos?

10. El cuidado de la casa. ¿Combinamos espíritu de pobreza con un buen mantenimiento y el buen orden de los ambientes en que vivimos? ¿Estamos disponibles en la atención a las necesidades de la casa y en la prestación de los servicios que necesita la comunidad?

 

“Certificación de calidad” sobre la misión

     Por lo que se refiere a la misión, podemos tener en cuenta estos criterios:

1. El alcance de nuestra misión. ¿Cuáles son exactamente los aspectos de la misión pavoniana que se realizan en nuestra comunidad? ¿Son expresión de toda la comunidad o sólo de los hermanos individualmente?

2. El proyecto de actividad. ¿Hemos elaborado y mantenemos actualizado un proyecto de las actividades específico (actividades educativas, culturales, profesionales, asistenciales, pastorales, etc.) presentes en nuestra comunidad?

3. Los operadores. ¿Cómo han sido elegidos? ¿Qué formación les garantizamos? ¿Cómo se han establecido y cómo se manifiestan las relaciones entre los operadores religiosos y los laicos?

4. El impacto educativo. ¿Qué clima educativo se respira en nuestro entorno? ¿Cómo valoramos los resultados del “trabajo” educativo sobre los destinatarios de nuestra misión? ¿A nivel humano, a nivel cultural/profesional, a nivel cristiano?

5. El cuidado de la orientación vocacional. ¿Nos damos cuenta de que la cumbre de la actuación educativa es ayudar a cada uno de los jóvenes a realizar en su propia vida la vocación a la que el Señor le ha llamado? Entre los chicos y los jóvenes (alumnos y antiguos alumnos) en contacto con nosotros seguramente existe alguno que potencialmente tiene una vocación a la vida consagrada, incluida la pavoniana. ¿Qué hacemos para que pueda descubrir esa vocación, cultivarla y llevarla a su plenitud?

6. Verificación. ¿Con qué ritmos y criterios de referencia examinamos la orientación de las actividades, su validez y sostenibilidad en el tiempo, y cualquier deficiencia a la que poner remedio?

7. Los voluntarios. En torno a nuestras actividades, ¿sabemos fomentar la presencia de voluntarios que puedan colaborar integrados con los operadores fijos? ¿De qué modo nos interesamos por su formación, de forma que, junto a los demás operadores laicos, compartan nuestro carisma, en la lógica de la Familia pavoniana?

8. El cuestionario para los usuarios. ¿Con qué frecuencia ponemos a consideración de nuestros jóvenes y sus familias formularios para garantizar su satisfacción por nuestro servicio?

9. Comprobación y rediseño. ¿Nos reunimos a menudo, religiosos y laicos, para valorar la situación del mundo juvenil de nuestra zona? ¿Esta comprobación nos ha llevado a sumir nuevas iniciativas, en relación con nuestro carisma y según nuestras posibilidades? ¿Nos damos cuenta de que se trata de un proceso que no podemos olvidar?

10. La inclusión en la realidad local y la coordinación con la Provincia. ¿Cómo se realiza nuestra inserción en la realidad local? ¿Sabemos trabajar en red? ¿De qué modo cuidamos la coordinación con las demás actividades de la Congregación?

 

Noviembre, mes de la esperanza cristiana

     «Nos fatigamos y luchamos, porque hemos puesto la esperanza en el Dios vivo.» Tener esperanza en el Señor no se convierte en motivo de pasividad, sino en estímulo para hacernos «todo a todos», como requiere el Padre Fundador, tomando la expresión de san Pablo (1 Cor 9, 22).

     Una llamada particular a la esperanza nos viene de la liturgia del mes de noviembre: desde la solemnidad de Todos los Santos y desde la conmemoración de los Fieles Difuntos hasta la solemnidad de Cristo Rey, con la conclusión del año litúrgico y el comienzo del Adviento. Son ocasiones para reavivar, junto con la virtud de la esperanza, nuestro compromiso y la alegría de servir al Señor con todo el corazón y de entregarnos sin reservas por los hermanos.

     La agenda del mes prevé especialmente las asambleas provinciales para la revisión y aprobación de la Programación trienal: en Belo Horizonte, entre los días 11 y 13, con la continuación del encuentro de la Familia pavoniana los días 14 y 15. En Lonigo, el sábado día 12. En Valladolid entre los días 25 y 27, junto con las “Jornadas de otoño” de la Familia pavoniana y después de la convivencia de los “Grupos Saiano”, que se celebrará del 4 al 6.

     El día 29 comenzará la novena de preparación de la solemnidad de la Inmaculada. María, a quien el sábado día 19 honraremos como “Madre de la Divina Providencia”, nos ayude a vivir este “Año de la misión educativa pavoniana” con el corazón del padre Pavoni.

     Os saludo en el nombre del Señor.

p. Lorenzo Agosti

Belo Horizonte, 31 de octubre de 2011