Queridos hermanos y laicos:
Nos estamos acercando al 2012, un año en el que vamos a tratar de subrayar de forma especial nuestra misión educativa. Lo hemos definido como “Año de la misión educativa pavoniana”.
¿Qué hay en el origen de esta decisión? ¿Qué ha de significar concretamente para todos nosotros esta decisión?
1. Año 1812: el padre Ludovico Pavoni funda el oratorio
La razón de esta decisión está unida a la celebración del bicentenario de la fundación del oratorio[1] del padre Pavoni.
Estamos en 1812. Ludovico Pavoni es sacerdote desde hace cinco años. Durante estos primeros años de sacerdocio se ha dedicado, sobre todo, a la educación de los jóvenes por medio de la catequesis y los sacramentos, prestando una particular atención a los más pobres, para los cuales dedica incluso sus recursos económicos. Este mismo año, el obispo de Brescia, Mons. Nava, le nombra secretario suyo. Pero el padre Pavoni no deja que las tareas burocráticas lo absorban. Al contrario: justamente ahora, de acuerdo con su obispo que lo anima, decide fundar un oratorio y él mismo lo va a regir: un oratorio abierto y dirigido especialmente a los jóvenes más pobres y marginados, que se avergüenzan de acudir a otros oratorios que en aquellos años han surgido en la ciudad. Es un oratorio festivo, en el que los jóvenes re reúnen para recibir una formación cristiana, para rezar, para tener una guía, para formar grupo, para una sana diversión. En poco tiempo son más de doscientos cincuenta los jóvenes que se reúnen alrededor del padre Pavoni en este oratorio; y más de la mitad de ellos supera los dieciocho años.
Podemos entender que la fundación del oratorio en 1812 es la primera realización de la misión educativa que caracterizó la vida y la obra del padre Pavoni[2].
Cuando seis años después, en 1818, sea nombrado Rector de la iglesia de San Bernabé, el padre Pavoni tendrá la posibilidad de dar un paso más. Puesto que el oratorio era una institución que no daba la respuesta más adecuada a las necesidades de un cierto número de sus jóvenes, entre 1818 y 1821 funda, junto al oratorio, un instituto, para darles la posibilidad de tener una familia y un lugar en el que se preparen para la vida laboral.
2. En Pavoni: genial síntesis de evangelización y promoción humana
La del padre Pavoni es fundamentalmente una vocación educativa. Fue un sacerdote educador, educador de muchachos y jóvenes. Y, entre los jóvenes, se preocupó por los que se encontraban en mayor necesidad: huérfanos, pobres, marginados.
¿Qué hizo por ellos? ¿Qué les dio? Se puso a su lado, los amó, se desgastó por ellos; puso en ellos (como él mismo dice) «las más hermosas esperanzas.» ¿Qué esperanzas? Las de ayudarlos a crecer como hombres, como cristianos, como ciudadanos, como “profesionales”, para abrirles un futuro digno de hombres.
En su inspiración y en su acción podemos ver una genial síntesis de evangelización y promoción humana.
Mientras en el oratorio prevalece la dimensión de la evangelización, con el instituto, en ésta se integran grandes elementos de promoción humana. En el oratorio no faltaban elementos relativos a la promoción humana: la cercanía a la persona, la creación de grupos y la promoción de la amistad, la valoración del juego y de los paseos, etc., pero con el instituto se produce un paso radical de promoción humana: aquí los jóvenes tienen una casa y una familia, aquí se educan con el trabajo, aquí se les ofrece todo lo necesario para su vida, aquí se preparan para afrontar el futuro. Y en el instituto están implicados los demás aspectos del carisma pavoniano: la participación en la pastoral de la iglesia de San Bernabé, la difusión de la buena prensa, la acogida de los sordos y la participación en el futuro del instituto con la fundación de la Congregación religiosa.
El instituto favorece una sólida promoción humana, integrada y enraizada en una evangelización que da sentido y fundamento a la totalidad del proyecto educativo. Un proyecto que unía los elementos del clima familiar, basado en el método preventivo (razón, bondad y religión), con la educación a través del trabajo. Podemos comprender así las expresiones del padre Pavoni, que quería convertir a sus jóvenes en «excelentes artesanos, honrados ciudadanos y buenos cristianos», para su inserción en la sociedad y en la iglesia.
Esta triple finalidad (profesionalidad, honradez y fe) sigue siendo el legado fundamental que el padre Pavoni dejó a nuestra Congregación y representa el programa que influirá en la obra de numerosos educadores y fundadores posteriores a él.
3. El legado del beato Ludovico Pavoni para la Familia pavoniana
Casi 150 años ha durado la institución educativa que fundó Pavoni, sin cambios relevantes. Tal duración constituye por sí misma un hecho muy significativo y considerable. En los últimos decenios las exigencias de los tiempos naturalmente han conducido a profundas transformaciones estructurales. La consistencia inquebrantable del instituto se ha fragmentado en diferentes expresiones educativas: centros de formación profesional y de preparación para la vida laboral, hogares tutelados, centros para sordos, escuelas, oratorios, comunidades terapéuticas, residencias juveniles, centros de integración juvenil, semiinternados, etc.
Algunas de estas formas están más cerca del oratorio que del instituto tradicional. Todas juntas, sin embargo, constituyen el legado institucional que viene del padre Pavoni.
El Año de la misión educativa pavoniana trata de hacernos captar de qué modo las diferentes facetas de la misión pavoniana actual están en la línea de lo que quiso y fundó el padre Pavoni. Y trata de llamarnos a todos a conservar el espíritu que animó al padre Pavoni. Su proyecto educativo y los objetivos que se propuso conseguir todavía tienen valor para nuestros días y hemos de conservarlos y encarnarlos, aunque estemos en un contexto distinto, de diferentes modos y con formas institucionales diversas y complementarias.
4. Formar al hombre en seis dimensiones. Conducir al encuentro con Cristo
¿Qué proyecto educativo preside actualmente nuestra institución?
Poseemos un proyecto educativo, aprobado en el ámbito de la Congregación. Pero ¿cómo lo estamos tomando en consideración? ¿Cómo lo estamos llevando a cabo?
Estas preguntas tienen que llevarnos a una reflexión que compartir con todos los colaboradores religiosos y laicos, para asumir las decisiones más oportunas y en línea con el proyecto común.
Nunca ha sido fácil educar a las generaciones jóvenes, y todavía menos hoy, cuando es tan recurrente hablar de “urgencia educativa”. Pero no podemos ponernos en esta perspectiva, partir de este presupuesto. Educar es posible y necesario. Es preciso estar convencidos, asumir las actitudes adecuadas, coordinar las intervenciones individuales con las de los demás educadores.
Una doble tentación puede ser frecuente hoy: la de tirar la toalla y después rebajar los objetivos educativos, hasta convertirlos en algo insignificante; y la de limitarse a objetivos pragmáticos, parciales, restringidos a lo cultural y lo profesional, inmediatamente operativos.
La educación auténtica mira al hombre, a todo el hombre.
Ningún educador pavoniano (religioso o laico), aun partiendo de su propia intervención, puede ser sectorial y particular (cultural, profesional, deportivo, etc.), puede prescindir de esta perspectiva: la educación integral del hombre.
La educación integral implica la educación a nivel humano, a nivel cristiano, a nivel cultural y profesional. Es necesario tratar a hacer comprender al muchacho el sentido de la vida; un sentido que en plenitud se puede encontrar, en definitiva, en la fe en Cristo. Y, al mismo tiempo, es necesario desarrollar una sólida formación humana. Actualmente también está en crisis la formación humana. Y si ésta sigue en crisis es difícil abrir a la fe y también la formación cultural y profesional serán frágiles.
Es preciso formar al hombre en seis dimensiones: física, intelectual, psico-afectiva, social, moral y religiosa. No basta con centrarse en algunas de ellas. Todas son necesarias; y la educación en la fe es el vértice y el ámbito que da sentido y solidez a la obra educativa en cuanto tal.
Estamos llamados a dar unidad a nuestro compromiso educativo, valorando medios e instrumentos adecuados al tiempo actual; con la participación de todos, religiosos y laicos; con un proyecto claro que proponer a los chicos, en sintonía con sus familias.
Presentar la fe de modo atractivo, como una experiencia, para que los jóvenes encuentren a Cristo y acojan su amistad: este es el corazón de nuestra misión educativa. Fin de la misión educativa pavoniana (cultural / profesional / asistencial / pastoral …) es conducir al encuentro con Cristo, a través del padre Pavoni; es acoger a los chicos, instruirles, enseñarles, amarlos, prepararles para afrontar el futuro… para conducirlos a Cristo, a través del padre Pavoni. Cuando se encuentran con nosotros, deben encontrar a Cristo y al padre Pavoni.
Si un joven sale de nuestro círculo después de algunos años y no ha encontrado a Cristo ni siente agradecimiento hacia el padre Pavoni, es señal de que todavía no hemos establecido de forma totalmente adecuada nuestra misión pavoniana. En algunas partes esto sí sucede y es un testimonio conmovedor. El deseo es que lo mismo pase en todos los sitios.
Este es el reto del Año de la misión educativa pavoniana.
5. 2012 - Año de la misión educativa pavoniana: «Pongamos en los jóvenes las más hermosas esperanzas»
La ocasión del bicentenario de la fundación del oratorio por parte del padre Pavoni se convierte, por tanto, en oportunidad para confrontarnos sobre la realidad y sobre el modo como estamos implantando nuestra misión educativa. Ésta constituye el núcleo central del carisma pavoniano, como también nos recuerda el Documento del Capítulo general de 2008: «Fuertes con la fortaleza de Dios, damos futuro a la misión pavoniana».
A la luz de este Documento, el empeño fundamental habrá de ser el de profundizar en el conocimiento y en la ejecución del “Proyecto educativo pavoniano”.
Este proceso podrá conducirnos a abrir nuevos horizontes de realización de la misión pavoniana, frente a las nuevas necesidades y pobrezas de los jóvenes de hoy.
Cada Provincia de la Congregación señalará algunas iniciativas (a nivel local y a nivel central) para involucrar a los chicos y jóvenes en un proceso de crecimiento en el conocimiento del padre Pavoni y en el sentirse parte del “mundo” pavoniano. También estas manifestaciones pueden contribuir en que su formación sea más consistente.
«Pongamos en los jóvenes las más hermosas esperanzas». Estas palabras y este ideal del padre Pavoni se convierten también en convicción nuestra, en nuestro patrimonio, en nuestro estilo de vida y de acción.
Como el padre Pavoni, con el corazón del padre Pavoni, unidos en su nombre, afrontamos con valentía el reto educativo, seguros de su intercesión, así como de la protección de María Inmaculada y de la mediación de la gracia del Señor.
Y «tenemos en cuenta algunos consejos que son fruto de su sabiduría pedagógica. Inténtese comprender el ánimo de los jóvenes, guiándolos con mucha perspicacia y con prudencia exquisita, estúdiese bien el carácter y las fuerzas de los alumnos para conducirlos... según sus capacidades y los dones que hayan recibido de Dios; tráteseles con gran urbanidad y dulzura, haciéndose todo a todos para ayudarlos en su camino; créese en ellos el hábito de obrar más por amor que por temor; guárdeselos como un depósito precioso y santo y ámeselos como a las niñas de los ojos» (Regla de Vida, 190).
Con viva gratitud por vuestro servicio y con confianza en vuestra valiosa colaboración, os saludo cordialmente y os deseo toda clase de bienes en el Señor.
P. Lorenzo Agosti
Tradate, 1 de octubre de 2011.
[1] El término «oratorio», de forma muy general, hace referencia al lugar en que un grupo de jóvenes son reunidos para recibir educación en la fe y en la vida cristiana y, a la vez, a la misma “metodología” con que se desarrolla la consecución de dichos fines.
[2] El padre Pavoni funda el oratorio en 1812, cuando don Bosco todavía no había nacido. Nacerá en 1815.