Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana,
Acabamos de concluir un mes de mayo lleno de acontecimientos para la vida de la Congregación, que ha culminado con la fiesta litúrgica de nuestro beato Padre Fundador, celebrada en las comunidades el pasado día 28 de mayo. Es el décimo año que celebramos en este día la fiesta del padre Ludovico Pavoni, posible después de su beatificación el 14 de abril de 2002. Lo que nos parecía casi imposible e inalcanzable hasta aquella fecha −celebrar en la liturgia la santidad del padre Pavoni, inscrito en el libro de los Beatos− ahora tenemos la impresión de que fuera un hecho de casi toda la vida.
La gratitud de todo corazón a Dios nos anima a conocer y amar cada vez más a nuestro Padre Fundador, a darlo a conocer, a invocarlo e imitarlo en nuestras vidas. Todas las iniciativas que se organizan en la Congregación miran a este objetivo: mantener vivo y hacer presente el carisma que el Espíritu del Señor ha suscitado en la persona del Padre Fundador. Esta era la intención, y no puede de otro modo, también el fruto de la Consulta general que hemos celebrado en Lonigo entre los días 12 y 15 de mayo.
La Consulta general
La Consulta se ha desarrollado según el programa previsto. Creo que este momento de encuentro y de verificación ha sido provechoso, tanto como experiencia de fraternidad, cuanto como condivisión de valoraciones, llevando a elaborar algunas pautas para el futuro, que podrán ser oportunamente tomadas en consideración y aplicadas.
La verificación de la recepción del Documento capitular ha servido para volver a tenerlo entre las manos y hacer hincapié en los elementos esenciales, que conservan valor y debemos interiorizar y concretar. La experiencia, aunque breve, ha permitido un encuentro y una confrontación entre hermanos y laicos de nuestras Provincias, que ha servido de estímulo para nuestro camino y nuestro futuro. Sin ocultar los problemas y dificultades, ha prevalecido un clima de confianza y esperanza.
Depende de todos nosotros dar alas a lo que es positivo y valioso en nuestra realidad, a la luz de la Palabra de Dios y la Regla de Vida.
Los materiales más significativos presentados en la Consulta se publicarán en el Próximo Boletín interno, de modo que todos puedan estar útilmente informados. Entre tanto, los que han participado ya habrán dado su testimonio o podrán seguir haciéndolo en vista del segundo trienio postcapitular al que nos enfrentamos.
Identidad y el significatividad de la vida religiosa apostólica
En esta carta quisiera compartir con vosotros algunas ideas que me han llamado la atención y que he recogido de la reciente asamblea de Superiores Generales en que he participado, y que ha reflexionado sobre los fundamentos de la vida religiosa apostólica, reinterpretados en relación con los signos de los tiempos*.
Se ha insistido mucho en el núcleo esencial e irrenunciable de la vida religiosa: “Llegamos a ser religiosos, porque Dios ha tomado posesión de nosotros de una manera tan misteriosa y fascinante que no podemos hacer otra cosa que responder con toda nuestra vida. Si ponemos en primer lugar otra cosa diferente a esto, no estamos hablando de la vida religiosa. La vida religiosa apostólica consiste principalmente en ser llamados, atraídos, cautivados por el Dios viviente para seguir a Jesucristo en una comunidad de discípulos que son enviados al mundo para servir y actuar en su nombre.”
“El primer testimonio evangelizador que puede ofrecer la persona consagrada es el de una experiencia de Dios.” Pero se trata de un testimonio que somos llamados a dar como miembros que forman parte de una verdadera comunidad de discípulos. “En este preciso momento de la historia tenemos más necesidad de comunión que de misión, porque donde existe comunión hay vida. Más todavía: estamos llamados a hacer de la comunión el contenido mismo de la misión.”
De ahí nace la necesidad de pasar de la vida común a la comunión de la vida.
Estamos llamados a realizar la comunión en un mundo amado por Dios, pero también marcado por fenómenos altamente contradictorios. En este sentido, la vida fraterna podrá ser el antídoto contra un mundo donde reina la lucha del uno contra el otro. La comunión es el signo profético que más necesita el mundo.
“Para ser este signo es necesario que nuestras comunidades asuman un estilo de vida más sencillo y están cerca de la gente. Donde se practica escucha y hospitalidad, la vida religiosa sin duda tendrá futuro.”
Además: “La credibilidad de la evangelización se muestra al mundo con el modo de vivir la fraternidad.” Esto significa concretamente: orar juntos, trabajar juntos, hacer misión juntos, evaluar juntos. “La convivencia debe tener prioridad ante la eficiencia.”
Es importante cuidar la vida de oración, encontrarse frecuentemente, vivir semanalmente la “lectio divina”, con la participación de los laicos, llamados a compartir el carisma del Instituto, tanto en la espiritualidad cuanto en la misión.
Son algunas ideas, con las cuales creo que estamos en sintonía en el camino que estamos afrontando en estos años y al que nos insta el Documento capitular.
Mes de junio
El sábado, día 11, Monseñor Luciano Monari ordenará sacerdote al diácono p. Carlos Cavatton, en Brescia. Le Lleguen nuestros mejores deseos y el apoyo de nuestra oración.
Del 14 al 24 visitaré a los hermanos de Bogotá y Villavicencio, en Colombia.
Del 17 al 19 se celebrará en Madrid un encuentro de Superiores y vicesuperiores de las comunidades de España.
También este año (del 19 al 25) se organiza una experiencia de espiritualidad y solidaridad en Lourdes para un grupo de adolescentes italianos.
En los próximos días vamos a prepararnos para la fiesta de Pentecostés, intensificando nuestra súplica del Espíritu Santo y dando importancia a la celebración de la vigilia.
“Te invito a no dormirte en la vida de fraternidad en el sueño que aturde a muchas personas que, una vez que han entrado en la fraternidad para santificarse, se olvidan del primer fervor, y el bien que hacen lo realizan de un modo mediocre y holgazán.”
El Espíritu del Señor nos ayude a acoger este reto que la clarisa santa Camila de Varano (1458-1524) dirige a toda persona consagrada.
Y pidámoslo con las extraordinarias palabras de la Secuencia litúrgica:
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndidos;
fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas,
y reconforta en los duelos. Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma al Espíritu indómito, guía el que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Fraternalmente.
p. Lorenzo Agosti
Tradate, 1 de junio de 2011, memoria de san Justino Mártir.
* Las ponencias de estas jornadas están publicadas, en castellano, en la revista Vida religiosa, cuaderno 2 / 2011 / vol. 110.