Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana:
Comenzamos un nuevo año civil, mientras que el año litúrgico, que se inició con el tiempo de Adviento, nos encuentra inmersos en la alegría de la Navidad. La experiencia del «Dios con nosotros» ha marcado la historia del mundo, la ha rescatado de la confusión y la ruina, la ha dado un nuevo significado.
Luz y oscuridad, bien y mal todavía se mezclan, pero la humanidad tiene la certeza de que Dios no la abandona, porque está con nosotros, se ha sumergido en nuestra realidad, la ama y la conduce hacia un futuro lleno de esperanza. Esta certeza vale para cada uno de nosotros, y no podemos sino expresar una continua gratitud al Señor, y nos compromete en una respuesta adecuada a su amor.
El misterio de la Encarnación marca nuestra vida de hombres, de cristianos, de consagrados, de pavonianos. Este misterio de amor «nos hace comprender que, para nosotros, la única respuesta adecuada es entrar en el dinamismo de la filiación perfecta, consagrándonos directamente a Dios y al prójimo» (RV 27). A la luz de nuestra Regla de Vida y del Documento capitular, como lo estamos profundizando y poniendo en práctica en este primer trienio, podemos traducir esta exigencia en una expresión triple: estar con el Señor, estar con los hermanos, estar con los jóvenes y los pobres. Esta es la esencia de la vida religiosa pavoniana.
Estar con el Señor
Si Dios está con nosotros, si está en nosotros, en primer lugar no podemos más que tratar de conservar en nosotros su presencia, de vivir unidos a él “como el sarmiento a la vid” (cf. Jn 15, 1-11). La vida de fe no sólo o tanto es una experiencia en la que estamos llamados a creer una serie de verdades y a realizar unas obras. Consiste principalmente en una relación que implica a todo nuestro ser: es nuestra relación con el Señor, que vive en nosotros. La teología cristiana, a la luz de la revelación, habla de la gracia de Dios (Dios Trinidad) en nosotros. Esta gracia que hemos recibido en el bautismo, la reanimamos o recuperamos en el sacramento de la reconciliación (cf. RV 57), la alimentamos con la Eucaristía y los sacramentos, la escucha de la Palabra de Dios y la oración; la expresamos y fortalecemos viviendo en el mandamiento del amor.
Esta dimensión de la vida de fe hay que subrayarla, ponerla de relieve, colocarla en el centro de nuestra atención y nuestra experiencia. Como cristianos y como consagrados no somos en primera instancia operadores de bien, sino quienes tienen experiencia y dan testimonio de Dios y su gracia. Nuestro primer y esencial compromiso es vivir en gracia del Señor, es cultivar una relación profunda y personal con el Señor, es vivir en su amor y su amistad.
Por tanto, es necesario buscar durante nuestro día y en cada semana momentos de silencio para dar cabida y consistencia a esta dimensión, de modo que toda nuestra vida y nuestras acciones lleguen a ser manifestación y expresión de esta relación. Dice un maestro espiritual de nuestro tiempo: «Sin la soledad es casi imposible vivir una vida espiritual.» Sin dar espacio a la experiencia de «desierto», es imposible ser conscientes de esta dimensión, recuperarla, cultivarla, convertirla en el centro y motor de la existencia. Y sólo si estamos unidos a Cristo, como los sarmientos a la vid, nuestra vida se vuelve fecunda de bien, puede dar mucho fruto, como dijo el Señor (cf. Jn 15, 4-5).
Estar con los hermanos
Es Cristo quien nos permite vivir la fraternidad. Los valores humanos, las consideraciones humanas, sólo nuestra inteligencia, nuestro corazón y nuestra voluntad no son suficientes para amar a nuestros hermanos como a nosotros mismos, o incluso más, como Cristo nos amó. Es él quien nos da la capacidad de aceptar al otro como hermano, de amarlo como es, de gastarnos en él, de compartir con él nuestra vida en el ideal común. «Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios se ha perfeccionado en nosotros ... Nosotros amamos porque Él nos amó primero» (1 Jn 4, 12.19). Si vemos a Cristo en nuestro hermano, en cada hermano tal como es, estamos en la lógica del Evangelio y podemos vivir en comunidad y construir fraternidad. Esta es la revolución cristiana. Pero ¡cuánto esfuerzo requiere, cuánto vaciamiento de sí mismo!
Sin embargo, aquí descubrimos la alegría y la riqueza de este camino y esta perspectiva. Es el esfuerzo para vaciarnos de lo que pertenece al «hombre viejo» para revestirnos del «hombre nuevo» (Ef 4, 22-24). Es el camino a que nos llama san Pablo, para caminar «en el amor, del modo como Cristo nos amó y se entregó por nosotros» (Ef 5, 2). «Apartemos de nosotros ―dice― toda aspereza, enojo, ira, gritos y maledicencias con toda clase de malicia. En cambio, sed amables unos con otros, misericordiosos, perdonándonos recíprocamente como Dios os perdonó en Cristo» (Ef 4, 31-32).
Estos son los elementos básicos para vivir el amor fraterno, el amor de consagrados, que se describe en un párrafo de la Regla (128-131), introducido por la expresión hermosa y exigente del Padre Fundador: «Aliente en cada uno un aire de santo afecto, que llame al Señor a la Familia Religiosa y en ella lo mantenga» (CP 75). Es la condición para sentirnos familia en el Señor. Cultivamos nuestro ser «familia religiosa», como nos señala el padre Pavoni. Estemos gozosamente con nuestros hermanos en todos los momentos y de todas las maneras que expresan y construyen la comunión de la vida, de lo cual somos por vocación (y, en realidad, debemos serlo siempre más) signo y testimonio en la Iglesia.
Estar con los jóvenes y los pobres
Estamos con los hermanos para ponernos juntos al servicio de los jóvenes y los pobres. Es nuestra misión. Esto es lo que hacemos. Pero, al mismo tiempo, es lo que estamos llamados a renovar, en la fidelidad a nuestro carisma y teniendo en cuenta las necesidades de los tiempos y lugares donde vivimos. «Comunidad unida con los laicos para la misión» es la fotografía que identifica cada una de nuestras comunidades. Es el programa que nos hemos comprometido a verificar y poner en práctica hoy: para que las actividades apostólicas, educativas y pastorales que estamos llevando a cabo expresen de manera transparente y genuina nuestro carisma, y para que sepamos encontrar nuevas formas de expresión del carisma, tomando a nuestro cargo lo que nos sea posible de las urgencias que nos interpelan.
Por tanto, es imprescindible compartir con los colaboradores laicos una sensibilidad común, que comience por una atención y una preocupación por las necesidades más urgentes de los jóvenes, con respuestas que combinen necesariamente «evangelización y promoción humana» (cf. Doc. Cap. 1.2). Se trata de «recuperar el carisma» (ibíd.); un proceso que parte de motivaciones de fe, que implica la pasión educativa, que requiere dedicación real y capacidad de colaboración, que lleva a encontrar la manera de «estar con los muchachos» (ibíd. ) y los pobres. «Estar con» ellos nos lleva a «recuperar la frescura de los orígenes» (ibíd.) y a que la actividad educativa sea eficaz, dando lugar a una «educación integral» de la persona.
En vista de la Consulta general que se celebrará en el mes de mayo, a mitad del sexenio en curso, todos vamos a estar involucrados en un proceso de verificación sobre el conocimiento y la aplicación del Documento capitular. Una verificación que tiene el objetivo de darnos un nuevo impulso, a fin de que constituya realmente una referencia concreta para nuestras vidas y nuestras acciones. Pidamos al Padre Fundador que nos acompañe y bendiga este tiempo de discernimiento comunitario.
Enero de 2011
Entre los días 11 y 13 se reunirá el Consejo General en Tradate.
En Brasil, del 17 al 21 se ha organizado la semana de estudio para formadores. En el año 2011 se cumplen los 70 años de nuestra presencia en este país. El aniversario se conmemorará con diversas actividades.
En Lonigo, los días 21 y 22, se reunirán los Superiores y Vicesuperiores de comunidad.
El 25 partiré para visitar a la comunidad de Filipinas.
En Madrid, del 28 al 30 se celebrará la reunión de los jóvenes responsables de la preparación de nuestra participación en la Jornada Mundial de la Juventud que se desarrollará en agosto en la capital española.
El domingo 30, se celebrará en Italia la primera Jornada de la misión Pavoniana. Esta iniciativa se celebrará posteriormente en España y en Brasil en el ámbito de una semana anual de sensibilización pavoniana. Cada Provincia proveerá las indicaciones y subsidios para su preparación.
Al comienzo del nuevo año civil pedimos al Señor su bendición sobre cada uno de nosotros y sobre el mundo con las palabras de la Escritura: «El Señor te bendiga y te guarde. El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su gracia. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (Nm 6, 24-26). María, la Madre de Dios, nos ayude en nuestras necesidades mientras nos recuerda, como en Caná, nuestro compromiso fundamental ante Jesús: «Haced los que él os diga.» ¡Feliz 2011!
p. Lorenzo Agosti
Tradate, 1 de enero de 2011, Solemnidad de Santa María Madre de Dios, Jornada Mundial de la Paz.