Que nos sirve para preparnos en la celebración de la Inmaculada y del Adviento

Queridos hermanos y laicos de la Familia pavoniana.

      «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). Mientras nos preparamos para celebrar la festividad de la Inmaculada, nuestra fiesta anual, miramos a María, y una vez más comprendemos el significado de su respuesta a Dios a través del ángel Gabriel.


La disponibilidad de María

      María expresa su total disponibilidad al proyecto de Dios. El «sí» que María pronuncia en ese momento no manifiesta sólo una buena intención ni representa una adhesión general a un mensaje fuera de lo común. Es un «sí» que involucra su persona en el presente y en el futuro. María se pone al servicio de Dios sin reservas. No pone por delante condiciones; acepta la propuesta de Dios. Se fía de Dios. María se pone en sus manos. De ahora en adelante su vida será toda en relación a la voluntad de Dios. No escatimará esfuerzo alguno para adherirse y  contribuir al plan de Dios. Su obediencia será total, cueste lo que cueste. Su disponibilidad es plena. Y será a lo largo de su vida entera, en todas las circunstancias, como nos dice el Nuevo Testamento.


La disponibilidad de Jesucristo

      La disponibilidad de María es la imagen más hermosa de la disponibilidad de Cristo, de su disponibilidad de Hijo al proyecto de Dios Padre por la salvación de la humanidad. «En el libro está escrito de mí: Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.» Las palabras del salmo 40 anticipan la disponibilidad de Cristo, como testifica la Carta a los Hebreos (10, 7). Una disponibilidad que parte de la encarnación y encuentra su culminación en el misterio pascual. Lo describe bien el himno cristológico de la Carta a los Filipenses: «Cristo ... se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos ... Se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso Dios le exaltó» (2, 5-9). Y también otro pasaje de la Carta a los Hebreos: «aun siendo Hijo, en sus padecimientos aprendió la obediencia y, consumado en gloria, vino a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen» (5, 8-9).

      Jesús mismo lo ha manifestado en varias ocasiones. A María y José cuando, a los doce años, lo encontraron en el templo: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme en las cosas de mi Padre?» (Lc 2, 49). Y a sus discípulos: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra» (Jn 4, 34). Y en otra ocasión: «Para que sepa el mundo que amo al Padre y que obro como el Padre me mandó» (Jn 14, 31). La disponibilidad de Cristo «hasta la muerte de cruz» es fuente y causa de salvación para toda la humanidad.


La disponibilidad del padre Ludovico Pavoni

      Una característica de la historia y la espiritualidad de nuestro beato Fundador es, sin duda, la de la disponibilidad. Llamado por Dios «de la tranquila estancia de mi casa paterna», se dedicó en cuerpo y alma, como sacerdote, a la atención de los jóvenes en «esa porción de la pobre humanidad, la más querida por el amorosísimo Corazón de Jesús» ( RU I 42). Para los niños y jóvenes más necesitados, y para los sordomudos, consagró «todo su ser» y lo hizo «de buen grado» (cf. RU I 42 y 62). Hizo suyo el programa de san Pablo de «hacerse todo a todos» (1Cor 9, 22).

      Conocemos el testimonio de quienes, invitándole a cuidarse de la fatiga excesiva, recibieron como respuestas un «descansaremos en el cielo.» Por su biografía nos damos cuenta de que era, al mismo tiempo, un verdadero hombre de Dios y un hombre que no se reservó en nada por la causa de los jóvenes y los pobres, haciéndose él mismo pobre y poniéndose a disposición de las fatigas y trabajos más humildes. Fue un santo, un verdadero seguidor de la disponibilidad de Jesucristo y de María.


Nuestra disponibilidad

      Como herederos y continuadores del carisma de nuestro Fundador, no podemos dejar de identificarnos en la disponibilidad, uno de los rasgos que lo distinguen especialmente. En repetidas ocasiones instó a sus colaboradores a revestirse del programa paulino de «hacerse todo a todos», como podemos ver en las Constituciones primitivas (cf. 136, 213 y 272). Una de las características que debe definir al pavoniano es la disponibilidad. Ésta es una de nuestras riquezas, que colorea los demás aspectos que conforman nuestro patrimonio propio, como son el espíritu de familia, la cordialidad, la humildad, la laboriosidad, etc.

      El aspecto de la disponibilidad es lo que más me impresionó durante los años de mi primer acercamiento a la Congregación y de mi formación inicial. En muchos padres y hermanos laicos he podido ver de forma significativa esta virtud. Recuerdo, en particular, entre otras muchas, la figura del padre Antonio Villa. Era incansable, siempre dispuesto a servir en cualquier campo, disponible ante cualquier petición. Cuando se le preguntaba cualquier cosa, su compromiso se expresaba incluso con el movimiento del cuerpo, dando un paso adelante. Se notaba en él una sola preocupación: ser un buen religioso y sacerdote pavoniano, dedicándose a Dios con una oración profunda y constante, viviendo con autenticidad los votos, sirviendo a la comunidad humilde y generosamente, estando al día, no escatimando esfuerzos en el apostolado y las tareas que se le encomendaban, siendo útil incluso con el trabajo manual y con la asistencia pronta a los hermanos ancianos y enfermos.

      ¿Qué significa y qué implica para nosotros ser disponibles?

      Significa poner en el centro de nuestra vida, no a nosotros mismos, sino a Dios y a los hermanos. Implica ser fieles a la oración, coherentes en vivir los consejos evangélicos, prontos en la obediencia. Significa saber dialogar y dar prioridad a la vida comunitaria y las exigencias comunitarias. Supone no pensar primero en nosotros mismos (pero, evidentemente, sin descuidar la salud física y psicológica), sino en el bien que podemos hacer a los demás, a partir de nuestra comunidad y la tarea que se nos ha confiado. No nos limitamos a lo mínimo indispensable, a un horario después del cual no pensamos más que en nosotros mismos.

      Si dedicamos tiempo para nosotros mismos, es con el fin de estar en una posición mejor a la hora de dedicarnos a los demás. Significa no sólo adherirnos a cada solicitud que se nos hace (si nos es posible adherirnos), sino también tomar la iniciativa y proponernos echar una mano donde vemos que existe una necesidad. Si tengo tiempo y fuerzas, no puedo decir que no a una petición; frente a una necesidad o a un hermano que puede necesitar mi ayuda no puedo pretender que nada sucede. Comporta adquirir competencia en las responsabilidades que recibimos.

      Significa dedicar completamente el tiempo a nuestra misión. Debemos dedicar el mayor tiempo de nuestra jornada al trabajo (incluido el manual) y al apostolado. Y para los hermanos que, por edad o por enfermedad, no pueden trabajar, la disponibilidad les lleva a unirse a la cruz de Cristo y a ofrecerle su propia discapacidad y el sufrimiento por el bien de la comunidad y del prójimo.

      Ante la necesidad de Dios presente a nuestro alrededor, no podemos limitarnos a hacer cualquier cosa, sino que estamos llamados a hacer todo lo que esté en nuestras manos, convirtiéndonos en verdaderos testigos del amor de Cristo. Es verdad que no podemos hacernos cargo de las necesidades de todo el mundo, pero sí de todo lo que nos es posible realizar, empezando por nuestra comunidad y el medio en que vivimos. Espero que la gente que se acerca a nosotros hoy pueda notar claramente el rasgo de la disponibilidad como distintivo pavoniano.

      Cada uno de nosotros está llamado a preguntarse si encarna esta virtud y si da este testimonio.


La solemnidad de la Inmaculada y la Natividad del Señor

      Prepararse a renovar nuestra consagración a Dios, nuestros votos religiosos en la fiesta de la Inmaculada, significa todo esto, comporta vivir con plena disponibilidad nuestra consagración a Dios y a los hermanos según nuestro carisma, siguiendo el ejemplo del padre Fundador.

      Para los laicos, compartir con nosotros en un camino de fe y colaboración y renovar las promesas, significa y comporta reavivar, en su existencia y según su vocación, este rasgo de la disponibilidad, característico del espíritu y el carisma pavoniano.

      El 8 de diciembre, junto a los jóvenes que renovarán su profesión temporal en Brasil, Eritrea e Italia, los hermanos Carlos Cavatton y Pablo Bizzo emitirán la profesión perpetua en sus respectivas parroquias de nacimiento en la diócesis de Padua. El 12 de diciembre el hno. Carlos recibirá la ordenación diaconal en Lonigo, de manos de Mons. Luis Stucchi, Vicario Episcopal de Varese. En San Leopoldo, el domingo 12, harán su primera profesión los novicios Fabricio y Miguel, y el día anterior entrarán en el noviciado los cuatro postulantes: Carlos, Diego, Iván y Joimar. El sábado 18, en Eloi Mendes será ordenado diácono Claudinei Ramos Pereira de manos de Don Diamantino Prata de Carvalho, Obispo de Campanha. Por todos ellos damos gracias al Señor e invocamos su gracia para que puedan ser fieles a la vocación que han recibido y a los compromisos que asumen, sostenidos también por el apoyo de nuestra cercanía y de nuestro testimonio.

      María Inmaculada, la Madre del Señor, nos acompañe con su intercesión materna.
Os deseo a todos una feliz fiesta del 8 de diciembre y una buena preparación a la Navidad, que suponga para nuestra vida y para el mundo motivo de esperanza y paz.


p. Lorenzo Agosti


Tradate, 1 de diciembre de 2010, día 3 º de la novena de la Inmaculada